LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA 1 DE CUARESMA – CICLO B
«Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: conviértanse y crean en el evangelio» Mc 1, 15.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 12-15
En aquel tiempo, el Espíritu llevó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre las fieras salvajes, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: conviértanse y crean en el evangelio».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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El texto de hoy está integrado por los segmentos denominados “La prueba en el desierto” y “Jesús comienza su proclamación”.
En el primer fragmento, el ser Hijo de Dios no exime a Jesús de su condición humana. Por eso el mismo Espíritu que recibió del Padre en el bautismo, lo empujó al desierto. El desierto era considerado tradicionalmente como un lugar de prueba, de toma de decisiones y para aprender a confiar en Dios.
Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés (Éx 34,28) y Elías (1 Re 19, 8). A diferencia de Mateo y de Lucas, Marcos no detalla las pruebas, pero sí deja en claro el triunfo de Jesús y su abandono en la providencia de Dios Padre, expresado en la convivencia con los animales y en el servicio que le brindan los ángeles.
En el segundo segmento, mientras Jesús se preparaba en el desierto, Juan fue arrestado. Esta fue la señal explosiva del comienzo de la proclamación de Jesús mediante una expresión categórica: «Se ha cumplido el plazo».
La espera ha terminado, el Reino de Dios ha llegado; Jesús disuelve la nostalgia y la convierte en esperanza.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
El desierto es el lugar habitual de la prueba y de la verificación, configura la escenografía de las tribulaciones; pero, esencialmente, es el lugar ideal para el encuentro de la persona con Dios. No tengamos miedo y permitamos que el Espíritu Santo nos guíe en los momentos gratos y, sobre todo, en los difíciles.
Nuestro Señor Jesucristo venció en el desierto, y para siempre, a todas las tentaciones; asumió el dolor que el hombre introdujo en el mundo. Él intercede por nosotros ante Dios Padre, Él es vencedor eterno y nos invita a responder a las tentaciones del odio y de la violencia con las armas del amor que nos enseña a cada instante.
Tengamos en cuenta que, por más astuto que sea el rey de la mentira, ninguna de sus armas le sirve para vencer el silencio sereno y majestuoso que reina en la providencia divina, en aquel Dios providente que nos cuida amorosamente.
Elevemos nuestras voces al cielo para pedir la gracia que modifique los mecanismos de pensamiento y de acción de aquellos hermanos que promueven ideologías de muerte y siembran el caos rebelándose contra Dios. Que el arrepentimiento de ellos, y también de nosotros, establezca un nuevo comienzo, un momento que nos desconecte del pasado y nos permita proyectarnos a un futuro de amor a Dios a través del prójimo.
No olvidemos que, con la Buena Nueva, Nuestro Señor Jesucristo anuncia una vida distinta, un reino diferente, una esperanza para los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los que sufren, los que han perdido toda esperanza. Por ello, de manera decisiva para nosotros, Jesús anuncia que podemos encontrar a Dios en la solidaridad con los últimos y descartados de este mundo.
Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: En nuestros desiertos ¿nos dejamos guiar por el Espíritu Santo? ¿Cómo tomamos nuestras decisiones?
Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a proponer con amor ante las propuestas de odio y maldad que el mundo propone, especialmente, hacia los hermanos que son descartados por el mundo.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno, concédenos, Dios todopoderoso, que las prácticas anuales propias de la Cuaresma nos ayuden a progresar en el conocimiento de Cristo y a llevar una vida más cristiana.
Espíritu Santo, providencia maravillosa, silenciosa y eficaz, otórganos la sabiduría, el discernimiento y la fe para convertirnos en verdaderos cristianos.
Amado Jesús, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.
Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto Luigi Pozzoli:
«“Convertíos y creed en el Evangelio”. La primera conversión pedida es una inversión de la mentalidad que nos lleve a abandonar la imagen de Dios omnipotente y temible, para descubrir, en cambio, con un inmenso asombro, a un Dios desarmado y vulnerable, a un Dios de una ternura inexpresable con todos.
Esta conversión sería fácil si se viviera únicamente en sus aspectos consoladores y pacificadores. En realidad, esta implica asimismo una conversión del corazón, porque no es posible abrirse a la estupenda revelación de la inmensa piedad de Dios sin compartir su pasión por comunicar a todos confianza y esperanza. ¿Cómo es posible, por ejemplo, aceptar que el otro, el que para ti es diferente, el extranjero, el enemigo, adquiera a tus ojos una dignidad que le acerque a la categoría de hermano?
Hay una muerte que debemos conquistar porque, en realidad, esa muerte abre los espacios de la vida y de la libertad: es la muerte del orgullo, de los prejuicios, de los apegos egoístas, de la defensa obstinada de los propios privilegios. Si convertirse significa cambiar todas las reglas habituales de nuestro propio juego, es inevitable padecer una agonía dolorosa. Ahora bien, se trata de un morir que es, en realidad, un renacer: todo lo que se posee muere, todo lo que se entrega vive. La certeza de esto nos la brinda el acontecimiento ejemplar de Cristo, que, ya en el desierto, opta por morir a todo lo que podría capturar la libertad y por confiarse por completo a la fuerza vital del amor.
Unidos a Cristo, pasamos continuamente de la muerte a la vida, de la tristeza a la esperanza. Jean Bastaire dijo que “la tierra es un valle donde el sol da los colores del arco iris a nuestras lágrimas”. El sol es Cristo. El arco iris es Cristo. Una vez bautizados en Cristo ya no estamos sometidos a la ley de la muerte, sino que caminamos a la luz de la resurrección».
Hagamos el propósito buscar, en medio de la confusión y angustia del mundo actual, por lo menos, diez minutos al día para estar a solas con Dios y con nosotros mismos. Acudamos a la acción sanadora y liberadora del perdón, y pidamos continuamente al Espíritu Santo la gracia de descubrir en los desposeídos y marginados el rostro de Nuestro Señor Jesucristo.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.