DOMINGO DE LA SEMANA V DE CUARESMA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA V DE CUARESMA – CICLO B

«El que quiera servirme, que me siga; y donde esté yo, allí también estará mi servidor. A quien me sirva, el Padre lo premiará» Jn 12, 26.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-33

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Les aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se desprecia a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga; y donde esté yo, allí también estará mi servidor. A quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».

Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y, cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Este discurso de Jesús tiene una profundidad espiritual impresionante porque, con un lenguaje conmovedor, expresa toda la sabiduría que puede ayudar a la humanidad a despertar del letargo espiritual. Nuestro Señor Jesucristo expresa el sentido de su vida, pasión, muerte y resurrección, un sentido de victoria plena sobre el maligno. Y esto lo hace con la semejanza del grano de trigo durante el proceso de germinación, señalando que, para dar fruto, hay que morir a uno mismo. El fruto es la vida, la vida eterna.

Es humano sentir miedo y angustia ante la muerte, Jesús lo experimentó; por eso comprendemos su oración: «Padre, líbrame de esta hora». Sin embargo, inmediatamente, Jesús supera la angustia cuando dice: «Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre». Entonces, una voz desde el cielo, la voz del Padre confirma y sella la decisión de Jesús: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

¡Bendito y alabado seas Señor! ¡Para ti toda la gloria, porque solo a ti te corresponde, amado Señor!

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Muchas veces, cuando pasamos situaciones difíciles nos abatimos y llenamos de angustia, entonces aparecen múltiples tentaciones que intentan atraparnos en ese estado, buscando, incluso, que rechacemos a Dios. Por ello, debemos esforzarnos en desarrollar la capacidad para no permanecer mucho tiempo en esos estados de abatimiento e inacción espiritual, y buscar inmediatamente la paz del Señor y todos sus frutos.

Una manera de hacerlo es tener plena conciencia de todos los sentimientos que experimentamos y contrastarlos siempre con las bienaventuranzas y los mandamientos del amor; también, no debemos olvidar tener siempre presente nuestra identidad cristiana. Otra forma es a través del servicio a Nuestro Señor Jesucristo, que es un camino que lleva a la gloria. San Agustín decía: “Imitar a Cristo en el servicio de nuestros semejantes, es otro modo de servirle a Él”.

Y es Nuestro Señor Jesucristo quien nos invita a servirle y a seguirle, para llegar a ser no solo sus servidores, sino sus amigos y hermanos. Por eso, el texto de hoy lo vinculamos con el pasaje ubicado en Juan 15, 13-16, en el que Jesús nos dice: «Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no les llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se lo he dado a conocer».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo servimos a Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida diaria? ¿Identificamos las causas de nuestro abatimiento en algunas situaciones difíciles?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestro servicio y seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo, fortaleciendo nuestra resiliencia espiritual, especialmente en este momento tan duro para la humanidad que a todos nos afecta directa y/o indirectamente.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, te pedimos, Señor, Dios nuestro, que, con tu ayuda, avancemos animosamente hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo.

Amado Jesús, te pedimos por el Papa Francisco, por los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, para que, a pesar de las fatigas y contrariedades que se presentan en sus ministerios, no desmayen nunca en llevar la Palabra a todos los confines de la tierra.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todos los moribundos y todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Virgen María, Madre de la Iglesia, ruega por los ministros del Señor. Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto del papa emérito Benedicto XVI:

«Ser cristiano significa, en primer lugar, separarse del egoísmo, que no vive más que para sí mismo, para entrar en una orientación profunda de la vida hacia los demás. En el fondo, todas las grandes imágenes de la Escritura traducen esta realidad: la imagen de la Pascua, la imagen del Éxodo, que empieza con Abrahán y que permanece como ley fundamental a lo largo de la historia sagrada. Todas ellas son expresión de este mismo movimiento fundamental que consiste en desprenderse de una existencia replegada sobre sí misma.

El Señor Jesús anunció esta realidad de la manera más profunda en la ley del grano de trigo, que manifiesta, al mismo tiempo, que esta ley esencial no solo domina toda la historia, sino que marca desde el principio la creación entera con el sello de Dios: “En verdad os digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo y no da fruto; pero si muere dará mucho fruto”. En su muerte y resurrección, Cristo cumplió la ley del grano de trigo.

En la Eucaristía, en el pan de trigo se centuplicó verdaderamente el fruto del que vivimos todavía y siempre. Mediante el misterio de la santa Eucaristía, donde permanece para siempre “aquel que es para nosotros” nos invita a entrar día tras día en esta ley que no es más que la expresión de la esencia del amor auténtico: salir de uno mismo para servir al otro El movimiento fundamental del cristianismo no es, en último término otra cosa que el simple movimiento del amor por el que participamos en el amor creador de Dios mismo».

Queridos hermanos, busquemos cada día la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en todas nuestras actividades diarias.

Hoy, a la luz de la lectura, nos comprometemos a hacer un análisis de las situaciones en las que hemos sentido angustia y abatimiento, con el fin de identificar las causas sobre las que debemos trabajar para mejorar nuestra resiliencia espiritual. Pidamos al Espíritu Santo los dones para este desafío, no confiemos únicamente en nuestras propias fuerzas.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.