DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR – CICLO B

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces, no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos. Jn 20, 8-9.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando aún estaba oscuro, y vio la piedra quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces, no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Queridos hermanos: en este domingo glorioso, en el que Nuestro Señor Jesucristo triunfa definitivamente sobre la muerte, desde PAX Televisión, deseamos a ustedes que este día y los días venideros sean de gozo espiritual, de reflexión y de unión familiar, comunitaria y de integración global en estos difíciles momentos que atraviesa la humanidad. A través de nuestras diversas plataformas seguiremos compartiendo contenidos que contribuyan a fortalecer la fe de todos aquellos que se aproximen a ellas. Que la Santísima Trinidad y Nuestra Santísima Madre María les bendigan siempre.

En el pasaje evangélico de hoy, la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es experimentada por sus discípulos y se comunica a la humanidad a través de la fe. Todos ellos conocían que lo natural y humano era nacer, vivir y morir, pero, como lo menciona San Agustín, “¿quién conocía el resucitar y vivir perpetuamente?”. Nadie.

La Resurrección es una realidad fundamental de nuestra fe; es el argumento central de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo que, con su Resurrección, supera sin punto de comparación todos los límites naturales y nos muestra la primicia de nuestra vida futura. La Resurrección de Cristo es una fuerte llamada al apostolado: ser luz y llevar la luz a otros. Por ello, nosotros, como herederos de esta gracia, llevemos este gozo en nuestros rostros, en nuestras miradas y obras.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En medio de la angustia, miedo y tristeza que experimenta la humanidad, hoy recibimos la mejor noticia del año: Nuestro Señor Jesucristo ha resucitado, está vivo, derrotó a la muerte, nos salvó y nos dio vida nueva. Alabemos a Nuestro Señor Jesucristo en medio de la prueba; hagamos de nuestros corazones, templos vivientes de Nuestro Señor.

Al igual que María Magdalena, apóstol de los apóstoles, anunciemos que Nuestro Señor Jesucristo ha resucitado. Con valentía y en medio de las dificultades actuales, busquemos, encontremos y compartamos a Jesús. De ahora en adelante, vivamos con la plena certeza de que Jesús está vivo. En medio de esta alegría del espíritu, pidamos al cielo la paz, la fortaleza y la salud para toda la humanidad.

Porque su Resurrección gloriosa abre las puertas de la eternidad a toda la humanidad, ya que es el triunfo eterno de Dios sobre la muerte y el mal. La experiencia de Jesús resucitado quedó sellada de manera indeleble en el corazón de los apóstoles, no solo por la fe y el hecho comprobable de la misma, sino, sobre todo, porque revolucionó y transformó sus vidas. El Señor, nuestro Dios, les concedió a los apóstoles tan grande y hermosa gracia.

De manera similar, en nuestros tiempos y en el futuro, la hermosa gracia de vivir la experiencia de Jesús resucitado estará siempre al alcance de todos, sin excepción; solo debemos acercarnos a Él con el corazón arrepentido, dispuestos a servirle con amor y pedir tan bella gracia. Evitemos el escepticismo de la primera hora.

Por ello hermanos, en la intimidad de nuestro corazón, respondamos: ¿pedimos al cielo, con fe, la gracia de experimentar la presencia viva de Jesús resucitado?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a renacer con Nuestro Señor Jesucristo a una vida nueva, libres de egoísmos. ¡Bendito seas por siempre, amado Jesús, alabado seas por toda la eternidad!

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que hoy nos abriste las puertas de la eternidad por medio de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, concédenos que, por la nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de la vida eterna.

Amado Jesús, luz y salvación de la humanidad, derrama el fuego del Espíritu Santo sobre todos los pueblos para que todos seamos testigos de tu resurrección en el mundo, y libéranos del miedo en esta crisis causada por la pandemia del coronavirus.

Amado Jesús, te pedimos por todos los moribundos y los difuntos, en especial, por aquellos que han partido o están partiendo de este mundo sin el auxilio espiritual, para que obtengan tu misericordia y tomen parte en tu gloriosa resurrección.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Queridos hermanos: abramos los ojos del espíritu y de la fe, y contemplemos a Jesús resucitado con una homilía de San Epifanio de Salamina:

«El Sol de justicia, oculto durante tres días, se levanta hoy e ilumina toda la creación. ¡Cristo permanece en el sepulcro durante tres días! ¡El que existe desde toda la eternidad! Germina como una viña y llena gozo al mundo entero. ¡Fijémonos en la salida del Sol que no conoce ocaso, despertemos a la aurora y llenémonos del gozo de su luz!

Cristo ha roto las puertas de infierno, los muertos se levantan como en un sueño. Cristo se levanta, él, que es la resurrección de los muertos y viene a despertar a Adán. Cristo, resurrección de todos los muertos, se levanta y viene a liberar a Eva de la maldición. Cristo se levanta, él, que es la resurrección, y transfigura en belleza “lo que no tenía aspecto atrayente”. Como de un profundo sueño, el Señor se ha despertado y ha deshecho todas las intrigas del enemigo. Resucita y colma de alegría a toda la creación. Resucita y queda vacía la prisión de los infiernos. Resucita y “transforma lo corruptible en incorruptible”. Cristo resucita y establece a Adán en la incorruptibilidad, en su dignidad primera.

Gracias a Cristo, la Iglesia viene a ser hoy un cielo nuevo, un cielo más bello que el sol visible. El sol que vemos cada día no tiene comparación con este Sol. Como un siervo lleno de profundo respeto hacia su amo, el sol del día se ha eclipsado ante aquel que estuvo pendiendo de la cruz. De este Sol dice el profeta: “Sobre vosotros, los que honráis mi nombre, se alzará un sol victorioso”. Por él, Cristo, Sol de justicia, la Iglesia se transforma en cielo resplandeciente de muchas estrellas, nacidas de la piscina bautismal en una luz nueva. “Este el día que hizo el Señor, hagamos fiesta y alegrémonos en él”, llenos de una alegría divina».

Hermanos: saludemos a todos como lo hacía San Serafín de Sarov: «Mi alegría, Cristo, ha resucitado». Así mismo, meditemos los testimonios de los apóstoles referidos a la resurrección de Jesús para que, unidos en oración, podamos afianzar nuestra fe y alcanzar la gracia de experimentar a Jesús resucitado en nuestras vidas.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.