SÁBADO SANTO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO SANTO – CICLO B

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

«No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado» Mc 16, 6.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 1-7

Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?».

Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: «No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Miren el sitio donde lo pusieron. Ahora vayan a decirle a sus discípulos y a Pedro: Él va camino de Galilea; allí lo verán tal como les dijo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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La lectura de hoy corresponde a la Vigilia; sin embargo, durante el sábado santo nos encontramos suspendidos entre la liturgia dolorosa de la Pasión y el canto triunfal de resurrección; entre la muerte que ha sido vencida y la vida eterna que se nos promete.

Con la resurrección todo toma sentido, se descubre una nueva vida para la humanidad, una vida que no está limitada por la muerte. Por ello, este es el momento para aferrarnos con gratitud a la vida con la esperanza de ser colmados por la gracia del Espíritu Santo, porque todo es vida, no hay nada que no lo sea. Es nuestro nacimiento a la vida nueva con Cristo resucitado.

¡Bendito y alabado seas por toda la eternidad, amado Señor¡

  1. Meditación

Hoy sábado, en la vigilia de esta noche santa, que es la “madre de todas las vigilias”, estamos llamados a redescubrir el sentido de nuestras vidas y a reconocer humildemente nuestra vulnerabilidad. Es un momento para crecer espiritualmente, haciendo un buen examen de conciencia, es un tiempo de gracia para orar mejor. Pidamos al cielo que el Espíritu Santo fortalezca nuestra creatividad para ser mejores cristianos, teniendo muy en cuenta el amor al prójimo.

El pasaje evangélico que narra las primeras señales de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo nos dice claramente que Jesús no se encuentra normalmente donde nosotros pensamos que está, sino que su resurrección plantea la refundación de la vida humana. Es decir, hay un antes y un después para la humanidad, para cada uno de nosotros.

La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es el encuentro con la victoria de la vida sobre la muerte que nos abre las puertas a la eternidad; es el encuentro con aquel amor infinito que Jesús nos demostró el viernes santo con su entrega y muerte en la cruz.

Por ello, respondamos desde nuestro corazón: Puedo proclamar sin temor, ¿cómo la presencia de Jesús resucitado está transformando mi vida? ¿Puedo ayudar a otras personas a acercarse a Dios y experimentar a Jesús resucitado?

Que esta meditación, con la gracia de Dios, nos ayude a fortalecer nuestra fe.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Te damos gracias, Padre eterno, Señor de la vida, porque Cristo resucitó hoy del sepulcro. ¡Aleluya! Él es el lucero matinal que no conocerá ocaso. Esta es la noche venturosa que une cielo y tierra, porque la muerte fue vencida por la vida. Esta es la noche en que, por todo el universo, los que confesamos nuestra fe en Cristo resucitado, somos liberados del pecado y restituidos a la gracia. ¡Feliz culpa que nos mereció tal Redentor! Este es el día en que actuó el Señor, ¡aleluya!, sea nuestra alegría y nuestro gozo, ¡aleluya!

Amado Señor Jesús, rey de reyes, Señor de señores, amor de los amores, envíanos tu Santo Espíritu para que nuestros razonamientos humanos no nos conduzcan al extravío y te reconozcamos resucitado, siempre vivo y presente en medio de nosotros.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, vencedor inmortal, que en la cruz prometiste el paraíso al ladrón arrepentido, mira con amor a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y hazlos semejantes a ti por tu resurrección.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: convencidos de que la cruz ha sido transformada por la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en instrumento de amor y de salvación, contemplemos ya, en esta vigilia, a Jesús resucitado a través de la lectura de una parte del Pregón Pascual:

«Exulten los coros de los ángeles, exulte la asamblea celeste y el himno de gloria. Aclame el triunfo del señor resucitado, alégrese la tierra inundada por la nueva luz.

El esplendor del rey destruyó las tinieblas, destruyó las tinieblas, las tinieblas del mundo.

Que se alegre nuestra madre la iglesia, resplandeciente de la gloria de su Señor, y que en este lugar resuene unánime la aclamación de un pueblo en fiesta».

Hermanos: contemplemos también la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Máximo de Turín:

«Manifestemos nuestra alegría, hermanos, hoy como ayer. Si las sombras de la noche han interrumpido nuestras fiestas, el día santo no ha terminado: la claridad que propaga la alegría del Señor es eterna. Cristo nos iluminó ayer, y hoy todavía resplandece su luz. “Jesucristo es el mismo ayer y hoy”, dice el bienaventurado apóstol Pablo. Sí, para nosotros Cristo ha nacido. Para nosotros ha nacido hoy, según lo anunciado por Dios por boca de David: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. ¿Qué significa esto? Que él no engendró a su hijo un día, sino que ha engendrado el día y la luz al mismo tiempo.

Sí, Cristo es nuestro hoy: esplendor vivo y sin disminución, él no deja de alumbrar el mundo, y este incendio eterno parece no ser sólo de un día. “Mil años en tu presencia son un ayer que pasó”, exclamó el profeta. Sí, Cristo es ese día único porque única es la eternidad de Dios. Él es nuestro hoy: el pasado huyó, escapó; el futuro desconocido no tiene secretos para él. Luz soberana, abrazó todo, lo sabe todo, en todo tiempo está presente y lo posee todo. Antes que él, el pasado no se puede derrumbar, ni el fu turo eludir. Hoy no es solo el tiempo en que la carne nació de la Virgen María, ni solo en que la divinidad sale de la boca de Dios su Padre, sino el tiempo en que ha resucitado de entre los muertos: “Él ha resucitado a Jesús”, dice el apóstol Pablo; Así está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi Hijo: “Yo te he engendrado hoy”.

Verdaderamente, él es nuestro hoy, cuando, al salir de oscura noche del infierno, abrazó a los hombres. Realmente, él es nuestro día, que no pudieron oscurecer los ataques de sus enemigos. Ningún día mejor que este día para acoger la luz: a todos los muertos les ha dado el día y la vida El hombre viejo nos llevó a la muerte; él nos ha resucitado con la fuera de su hoy».

Queridos hermanos: anunciemos la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y asumamos el compromiso de ser instrumentos de la paz del Señor, proclamando sus hazañas y ayudando a otras personas a acercarse al mar infinito de su amor y misericordia. Que el Señor nos otorgue la gracia del olvido de nosotros mismos, por amor al prójimo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.