DOMINGO V DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO V DE PASCUA – CICLO B

«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el viñador. Si algunos de mis sarmientos no dan fruto, él los arranca; y poda los que dan fruto, para que den más fruto». Jn 15, 1-2.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el viñador. Si algunos de mis sarmientos no dan fruto, él los arranca; y poda los que dan fruto, para que den más fruto. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes. Como el sarmiento no puede producir frutos por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco pueden ustedes producir fruto si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como sarmientos secos; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les dará. Con esto recibe gloria mi Padre, en que ustedes den fruto abundante; así serán discípulos míos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Hoy, en el relato de la vid verdadera, Jesús vuelve a tomar la figura de la vid que mencionó en la parábola de los viñadores malvados que podemos leer en San Mateo 20, 1-16. Así mismo, es importante destacar que en el salmo 80, 9-12, y en Isaías 5, 1-4, el pueblo elegido es comparado frecuentemente con una viña, lo que representa una prefiguración de Jesús.

Con un lenguaje metafórico, Jesús expresa la unión que tiene con sus discípulos y la Iglesia hasta el fin del mundo. La imagen de la vid es sencilla, pero de una inmensa fuerza expresiva, ya que sugiere, entre muchas cosas, una vida de crecimiento conjunto. Jesús es la verdadera vid, Dios Padre es el viñador y todos nosotros somos los sarmientos; que, para dar fruto en abundancia, tenemos que ser podados y permanecer siempre unidos a Jesús.

De esta manera, se inicia una nueva etapa en la historia de la humanidad y en las esperanzas de salvación para el mundo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Hermanos: tenemos que estar convencidos de que todo lo que podemos hacer, lo podemos por Jesús. Sin Jesús no se puede hacer nada.

Hoy existen sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús, que es el Espíritu Santo; sarmientos sin vida y sin frutos que serán echados fuera, listos para ser quemados. Es la forma en que viven muchos de nuestros hermanos en la humanidad, sin una unión vital con Jesús, fomentando ideologías contrarias a la vida, a la familia, al crecimiento cristiano de la niñez y adolescencia, entre otros atentados contra los principios sagrados.

Ante ello, Nuestro Señor Jesucristo nos ha hecho una exhortación para estar unidos a Él: debemos dejar que la savia fluya en nosotros y también para los demás a través de una unión íntima y personal con Jesús, manteniéndonos fieles a sus enseñanzas.

No tengamos miedo a la poda que muchas veces se manifiesta con tribulaciones y soledad espiritual; recordemos que la poda nos dará el vigor espiritual para seguir creciendo en el amor de Dios. Nuestra unión con Cristo es gloriosa; es una unidad espiritual, basada en el amor.

Hermanos, conociendo y siendo conscientes del destino de los sarmientos que dan y no dan fruto, respondamos lo siguiente: ¿Cómo estamos unidos a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Qué nos impide estar más unidos a Él? ¿Reconocemos los momentos de poda que hemos vivido y somos conscientes del crecimiento espiritual que otorgan a nuestras vidas? ¿Cuáles son los frutos que damos?

Que las respuestas a estas preguntas nos permitan, con la fuerza del Espíritu Santo, ser sarmientos que den fruto y fruto en abundancia, como en la parábola del sembrador en Marcos 4,20: «Y dieron fruto; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y lleguen a los gozos de la vida eterna.

Padre eterno, viñador maravilloso, permítenos con tus santos cuidados, mantenernos unidos a Nuestro Señor Jesucristo, la verdadera vid, para dar frutos de vida que contribuyan a fortalecer la fe de los demás, glorificando siempre tu Santo Nombre.

Amado Jesús misericordioso, muéstrate compasivo con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Camino a Pentecostés, contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una oración de Santa Teresa de Calcuta:

«Amad la oración. Durante la jornada, tratad de sentir la necesidad de orar y abandonad la tristeza en la oración. La oración agranda el corazón hasta el punto de que podrá contener el don que Dios nos hace de sí mismo. Pedid, buscad y vuestro corazón se ensanchará lo suficiente para recibirlo.

Puede ayudaros la siguiente oración, extraída del libro de oraciones de nuestra comunidad, escogida entre aquellas que recitamos cada día:

“Convirtámonos en ramas verdaderas y fructíferas de la viña de Jesús, recibiéndolo en nuestra vida como él quiera mostrarse:

Como la Verdad para ser dicha. Como la Vida para ser vivida. Como la Luz para ser iluminada. Como el Amor para ser amado. Como el Camino para ser andado. Como la Alegría para ser dada. Como la Paz para ser extendida. Como el sacrificio para ser ofrecido, en nuestras familias y en nuestro barrio”».

Hermanos: hagamos que la Palabra de Dios, convertida en acciones concretas, nos permitan unirnos más a Jesús. No dejemos que esta unión se debilite y nunca dejemos de apoyar espiritual y materialmente a nuestros hermanos más necesitados. Pidamos a Nuestro Señor Jesucristo que cuide de nosotros y que jamás permita que nos separemos de Él.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.