JUEVES DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO B

SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA

«Les aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Sabiendo esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica». Jn 13, 20.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 16-20

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Les aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Sabiendo esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica. No lo digo por todos ustedes; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura. El que compartía mi pan me ha traicionado. Se los digo antes de que suceda, para que cuando suceda crean que Yo Soy. Les aseguro: el que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que me recibe, recibe al que me ha enviado».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Catalina Benincasa nació en Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Desde niña se destacó por su inteligencia, valentía y religiosidad. Tras la muerte de su hermana en 1362, decidió no contraer matrimonio y ser laica dominica. En 1370 vivió la «muerte mística»: pidió a Cristo que le cambiara el corazón. Desde entonces, su intensa vida de oración se juntó con la atención a los pobres y enfermos.

A pesar de su escasa formación intelectual se sumergió en las profundidades de la mística cristiana. Fue una apasionada predicadora de la cruz. Su libro “Diálogo” refleja su espiritualidad. Falleció en Roma el 29 de abril de 1380, a los 33 años. Fue canonizada por el Papa Pío II en 1461.

El pasaje evangélico de hoy forma parte de la unidad literaria del texto “Jesús lava los pies a sus discípulos”, en el que se narra este maravilloso signo de servicio, humildad y entrega por amor. Jesús brinda un ejemplo de cómo servir a los demás, llegando al extremo de morir en la cruz. Esta unidad se ubica entre los versículos 1 y 20 del capítulo 13 de San Juan.

Hoy, Jesús deja clarísimo que el servicio es la característica esencial del cristiano. Jesús adelanta también que uno de los escogidos lo va a traicionar. Uno que ha compartido su pan, ya lo ha vendido por treinta monedas y conserva su aparente amistad esperando el momento de la entrega. Se deben cumplir las escrituras y el Hijo de Dios está próximo a redimir del pecado a toda la humanidad y abrirnos las puertas de la vida eterna. La medida de la grandeza divina de Cristo no es el poder, sino el servicio y la entrega de sí mismo hasta la muerte.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Sigamos el consejo de Santa Catalina de Siena, cuya valentía y optimismo eran dones que Dios le regaló: “Empieza siendo valiente en todo. Expulsa las tinieblas y difunde la luz. No mires tus debilidades. Comprende que en Cristo crucificado puedes hacerlo todo”.

Nuestro Señor Jesucristo, en un acto de amorosa humildad, lava los pies a sus discípulos y los exhorta a realizar la misma acción por voluntad propia y en humildad de espíritu. Si la humildad es la actitud propia del Señor, ¿cuánto más debería el servidor ejercitarse en esta gracia y creer en ella?; en este sentido, debemos enriquecer nuestra fe con obras de misericordia para servir a nuestro prójimo y para la gloria de nuestro Señor.

Estos momentos que vive la humanidad representan una pausa para que nosotros y todo el mundo, inclinemos nuestras cabezas ante Jesús y lo alabemos, le agradezcamos y le pidamos por la salud espiritual y corporal de todos los enfermos.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Es el servicio al prójimo la característica principal de nuestro seguimiento a Jesús? ¿Tratamos cristianamente a las personas que nos rechazan?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que el servicio debe ser el estandarte de nuestro seguimiento a Jesús.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Oh, Dios, que inflamaste de amor divino a Santa Catalina de Siena en la contemplación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y en el servicio a tu Iglesia, concede a tu pueblo, por su intercesión, que, unido al misterio de Cristo, se alegre siempre por la manifestación de su gloria.

Amado Jesús, Verbo encarnado, así como tú aceptaste y amaste a quien te traicionó, que las dificultades de la vida nos enseñen a madurar en el amor y en la entrega.

Amado Jesús, inspíranos con el Espíritu Santo para seguirte, servirte y convertirnos en tus amigos mediante el servicio a los demás y a la Iglesia.

Amado Jesús, justo juez, sol de justicia, muéstrate compasivo y misericordioso con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de un texto de Enrico Masseroni:

«La “hora” de Jesús nos hace encontrar, a corta distancia, al amor y al odio; la proximidad misteriosa de Dios y la temerosa ausencia del corazón humano. Mientras Jesús se acerca al umbral de la “hora” de la historia, se perfilan cuatro rostros que manifiestan la diversa tipología de la fe: está la presunción escandalizada de Pedro; está la sombra de la traición de Judas; está la fatiga del creer de los discípulos sorprendidos por la angustia, y está, sobre todo, la periferia extrema del odio del mundo.

Judas se sienta a la mesa con Jesús, pero no comprende el signo de la amistad. Los discípulos temen el sentido dramático de un adiós. El mundo no cree. En realidad, hay un solo pecado frente a la “hora” de Jesús: se trata de una fe que no se adhiere, que no es capaz de acoger el misterio de Jesús: su obediencia, su misión. Se trata de una fe demasiado humana, que se ha quedado en los umbrales de una perspectiva mesiánica puramente terrena. Es el recurrente escándalo de los discípulos frente a la cruz. Jesús, sí, pero no la cruz. Cristo, sí, pero según la imagen construida con perspectivas humanas.

El riesgo sigue siendo siempre actual. Jesús nunca ha dejado, ni deja de sorprender. Interesa a los hombres de todos los tiempos. Las interpretaciones que se dan sobre él son las más dispares. Hay, sin embargo, una decisiva: la fe. Sólo ella establece la única verdadera diferencia. La fe nos permite franquear el umbral del encuentro verdadero, y entonces todo entra en juego. La decisión de creer es voluntad de cambiar de vida, de dejarse “lavar los pies”; es la decisión de dejar que Cristo cuente en nuestra vida cotidiana, en nuestra comunidad.

El solo interés por Jesús, si no se convierte en fe, tiene en sí una fuerte inclinación a reducirle a nuestra propia imagen y semejanza. La fe, como adhesión, transforma al discípulo a imagen y semejanza de Jesús; según su palabra, su mandamiento nuevo. Y el amor, que transforma la vida del cristiano, debe medirse con estas dos palabras, frecuentes en los capítulos 13 y 14, pero de poco uso en el lenguaje corriente: “obedecer a los mandamientos”.

El amor es adhesión. Es superación de nuestro propio mundo subjetivo, en el que se sedimentan costumbres, preconceptos, proyectos personales de pequeño cabotaje, para entrar en un designio ciertamente más comprometedor, pero más verdadero y más grande. En definitiva, la fe y el amor son condiciones necesarias para encontrar a Jesucristo y para no permanecer extraños a sus muchas horas, a las citas decisivas que se renuevan también en el hoy de una historia sagrada siempre abierta».

Hermanos, dispongamos nuestro corazón y amemos como Jesús nos enseñó. Dispongamos nuestro corazón para servir a Nuestro Señor en los lugares donde nos encontramos y en cualquier estado de nuestras vidas, invocando siempre el auxilio del Espíritu Santo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.