MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA – CICLO B

«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le confiaste». Jn 17,1-2.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 17,1-11a

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he terminado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti antes de que el mundo existiese. He manifestado tu Nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste viene de ti; porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que tú me diste, porque son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y en ellos he sido glorificado. Yo no voy a estar más en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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A lo largo de todo el capítulo 17 del Evangelio de San Juan se encuentra la oración más extensa de Nuestro Redentor, conocida por la tradición de la Iglesia como “La oración sacerdotal de Jesús”. Integra los textos de despedida de Jesús, antes de dirigirse al huerto de los olivos y su posterior arresto. Desde hoy y los próximos dos días, meditaremos toda la oración de Jesús, que sugerimos leerla íntegramente.

Con el panorama que Jesús vislumbra, la oración sacerdotal constituye uno de los momentos más intensos y sublimes de su sagrada misión, por el contenido salvífico de su petición espontánea al Padre, que transmite a sus discípulos y que se extiende a la humanidad de todos los tiempos.

A pocos días de Pentecostés, hoy, Jesús hace una referencia a la pre – existencia de la Santísima Trinidad e incluye a sus discípulos en la íntima relación de amor entre Él y Dios Padre; de esta manera, Jesús lleva la relación de amistad que le une a sus discípulos, a una relación de amor redentor que le confiere a la naciente Iglesia con una trascendencia universal.

Jesús le pide a Dios Padre que no saque del mundo a sus discípulos porque el mundo es el horizonte de la misión apostólica. Señala claramente que conocer la vida eterna es conocerlo a Él y a Dios Padre; lo cual implica la unión íntima del creyente con la Santísima Trinidad, que debe ser el objetivo de nuestra fe personal y comunitaria.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo, en un clima de despedida y en los momentos de tribulación, previos a su pasión, crucifixión, muerte y resurrección, ora a Dios Padre con extrema y gloriosa humildad. ¿Cuántas veces, queridos hermanos, en medio de nuestras tribulaciones, hemos sentido el ferviente deseo de tener el consuelo y la ayuda de Dios a través de la oración?

Jesús, siendo Dios, vestido de nuestra condición humana, ora al Padre diciendo que ha llegado la hora de la glorificación conjunta del Padre y del Hijo, señalando que ha cumplido su misión. También ora por sus discípulos y por todos nosotros; nos anima conocerlo a Él y a Dios Padre a través de su Palabra que, por obra del Espíritu Santo, es la fuente de inspiración para seguir a Jesús.

La oración sacerdotal de Jesús es un maravilloso llamado a amar y a adorar a la Santísima Trinidad. Por ello, meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Oramos con Jesús? ¿Cómo vivimos nuestra misión en la actualidad? ¿Dejamos que el Espíritu Santo inspire nuestras acciones cotidianas?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos animen y ayuden a cumplir nuestra misión como cristianos, orando siempre, con intensidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Dios de poder y misericordia, te pedimos que envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria.

Amado Jesús, considéranos entre los elegidos del Padre y envíanos tu Espíritu Santo para que nos ayude a fortalecer nuestra fe y, con valentía, podamos enfrentar los ataques que el mundo realiza a la Iglesia.

Gracias, amado Jesús por ser tú mismo, por ser Nuestro Redentor, por darnos a conocer a Dios Padre a través del Espíritu Sato y de tu Palabra. ¡Gloria a la Santísima Trinidad!

Amado Jesús, tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos, sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Madre Santísima, esposa virginal del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos también a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Richard Rolle:

«Señor Jesucristo, te ruego por tu dulce piedad que me ayudes en todos mis tormentos y en todas mis tentaciones. Envíame, oh, Señor, un ángel de consejo y de consuelo en todas mis necesidades. Dulce Jesus, te doy gracias por los dulces y piadosos pasos que diste, por amor a nosotros, hacia tu misma pena y tu misma muerte. Te suplico, oh, Señor, que me liberes de los lazos de todos nuestros pecados, puesto que soportaste que te ataran por amor a nosotros. Te agradezco, dulce Señor Jesucristo, la mirada que posaste sobre tu discípulo que se había alejado, san Pedro. Le miraste con una mirada de misericordia cuando estabas en el punto más alto de tu sufrimiento y de tu pena. Mostraste entonces abiertamente el amor y la caridad que nos tienes, hasta el punto de que ni la indignidad, ni los tormentos, ni ninguna otra cosa pueden alejar tu corazón de nosotros.

Glorioso Señor, lleno de misericordia y de piedad, haz que nosotros, a través de tu bendita mirada, podamos dirigirnos a tu gracia y arrepentirnos de nuestros errores y de nuestras fechorías, de suerte que podamos llegar, con san Pedro, a tu misericordia. Oh, Señor, Rey de la gloria, tú quisiste dejar de lado el poder y actuar como si estuvieras privado de él, para sanar mis pecados. Bendito y alabado seas Señor».

Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo para que nos ayude a fortalecer nuestra fe en la Santísima Trinidad e inspire nuestras acciones personales y comunitarias en cualquier estado de vida en el que nos encontremos. Que los santos sacramentos, la Palabra y la oración sean también nuestra fuerza para enfrentar las tentaciones y defender nuestra fe ante los ataques del mundo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.