DOMINGO DE PENTECOSTÉS – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS – CICLO B

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES

«Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena». Jn 16,13.

PENTECOSTES

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 15,26-27; 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Defensor, que les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí; y también ustedes darán testimonio, porque desde el principio están conmigo. Muchas cosas me quedan por decirles, pero ustedes no las pueden comprender por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo comunicará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Queridos hermanos: desde PAX TV les deseamos a todos ustedes una Feliz Pascua de Pentecostés. En este momento cumbre del período de la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que el rocío divino del Espíritu Santo se manifieste plenamente en ustedes, en sus familias y en la humanidad, con todos sus dones y frutos, y los colme de aquella alegría divina que no cesa, ni siquiera en las tribulaciones.

Hermanos: a izar las velas y que el dulce viento del Espíritu lleve nuestras barcas, por los mares de la vida, al puerto celestial. Celebremos juntos la primacía del Espíritu, aquel que nos estremece de alegría.

Cuando Jesús ascendió al cielo y Dios Padre envió al Paráclito, se inició el tiempo del perpetuo Pentecostés para la Iglesia, porque desde aquel hermoso momento, la presencia viva de Jesús y de Dios Padre se manifestó, se manifiesta y se manifestará siempre a través del Espíritu Santo.

La tercera persona de la Santísima Trinidad inicia la tarea misionera de la Iglesia para guiar a la humanidad hacia Jesús y hacia Dios Padre mediante sus dones salvíficos, a través de la Palabra, de los sacramentos y de todas sus acciones de amor.

Como afirma San Pablo VI, «El Espíritu Santo es el animador y santificador de la Iglesia, su aliento divino, el viento de sus velas. La Iglesia tiene necesidad de un perenne Pentecostés; necesita fuego en el corazón, palabra en los labios, profecía en la mirada». De esta manera, nuestro horizonte se abre a la eternidad porque estamos llamados a la cumbre del amor.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El mismo Espíritu Santo que descendió en el Cenáculo sobre los apóstoles es el mismo que recibimos en el Bautismo, en la Confirmación, en la Eucaristía, en todos los sacramentos, hoy y en nuestra vida diaria cuando lo invocamos. El Espíritu Santo nos hace herederos de la misión apostólica porque somos miembros de la misma familia, somos hijos de Dios.

El Espíritu Santo no solo atravesó los muros del Cenáculo, sino que penetró el corazón de los discípulos, les dio pleno entendimiento, les hizo vencer el miedo y, con alegría, pudieron dar el salto cualitativo trascendente que dio vida a la Iglesia, abriéndola a la universalidad.

San Antonio de Padua nos dice: «El Espíritu aparece en forma de lenguas de fuego… es el signo de la plenitud; el fuego que no se puede contener. Estas diversas lenguas son las diferentes lecciones que nos ha dejado Cristo, como la humildad, la pobreza, la paciencia, la obediencia. Hablamos estas diversas lenguas cuando damos ejemplo de estas virtudes al prójimo. La palabra es viva cuando hablan las obras. ¡Hagamos hablar a las obras!».

Hermanos, pese a nuestras debilidades, somos herederos de la misión apostólica; que nuestras obras proclamen la solidaridad, la esperanza y el amor para los que sufren. En este grandioso día y con la plena conciencia de que la acción del Espíritu Santo es más poderosa que cualquier sentimiento humano, respondamos: ¿Qué temores mantienen cerrado nuestro corazón al Espíritu Santo? ¿Dejamos que el Espíritu Santo nos guíe en nuestras vidas?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a salir de nuestro cenáculo y dejar que Dios sople en nosotros su Espíritu de paz, de amor, de sabiduría, de libertad y podamos compartir nuestra fe, nuestros valores, nuestra alegría, nuestro ser.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que por el misterio de esta fiesta santificas a toda tu Iglesia en medio del pueblo y de las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica.

Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, en el amor de Dios Padre, libéranos de todas las ataduras del pecado, rompe una a una todas las cadenas intergeneracionales que nos atan al pecado y a los esquemas humanos.

Amado Jesús, que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren en tu reino.

Madre Santísima, así como tu hiciste realidad tu maravillosa expresión de entrega a Dios: “Hágase en mi según tu palabra”; intercede ante tu amado Hijo para que nosotros hagamos también lo que Él nos inspira a través del Espíritu Santo. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a la Santísima Trinidad con un texto de la exhortación apostólica Gaudete in Domino de San Pablo VI:

«La alegría pascual no es solamente la de una transfiguración posible: es la de una nueva presencia de Cristo resucitado dispensando a los suyos el Espíritu para que habite en ellos. Así, el Espíritu Paráclito es dado a la Iglesia como principio inagotable de su alegría de esposa de Cristo glorificado. Él lo envía de nuevo para recordar, mediante el ministerio de gracia y de verdad ejercido por los sucesores de los apóstoles, la enseñanza misma del Señor. Él suscitó en la Iglesia la vida divina y el apostolado. Y el cristiano sabe que este Espíritu no se extinguirá jamás en el curso de la historia. La fuente de esperanza manifestada en Pentecostés no se agotará.

El Espíritu que procede del Padre y del Hijo, de quienes es el amor mutuo viviente, es pues comunicado al Pueblo de la Nueva Alianza y a cada alma que se muestre disponible a su acción íntima. Él, dulce huésped del alma hace de nosotros su morada. Con él habitan el Padre y el Hijo en el corazón del hombre. El Espíritu Santo suscita en el corazón humano una plegaria filial impregnada de acción de gracias que brota de lo íntimo del alma, en la oración, y se expresa en la alabanza, la acción de gracias, la reparación y la súplica. Entonces podemos gustar la alegría propiamente espiritual, que es fruto del Espíritu Santo».

Queridos hermanos: dispongamos nuestro corazón para acoger al Espíritu Santo e invoquémosle siempre en nuestras oraciones de alabanza, de agradecimiento y de petición. En los momentos más difíciles, pidamos al Espíritu Santo su consejo, su auxilio y guía para no apartarnos de los caminos de Nuestro Señor Jesucristo.

Dispongamos también todo nuestro ser para comenzar cada día con la lectura de la Palabra y, con la ayuda del Espíritu Santo, podamos ser portadores del amor de Dios, para su eterna gloria. No olvidemos jamás la acción salvífica del Espíritu Santo en la Santa Eucaristía.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas. ¡Bendita seas Santísima Trinidad!

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.