LUNES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí está tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí está tu madre». Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. Jn 19, 26-27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 19,25-34

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí está tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí está tu madre». Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: «Todo está cumplido», e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Entonces los judíos, como era el día de preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilatos que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a nuestra Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia. Ella, dueña de una creciente e inquebrantable fe, no cesa de vivir su materna solicitud hacia nosotros, ni de interceder incesantemente; por eso, ella es la mediadora de todas las gracias que recibimos.

En la lectura de hoy, en una de las escenas centrales del texto de la crucifixión y muerte de Jesús, se aprecia el momento en el que Nuestra Santísima Madre aceptó el testamento universal de amor de su Hijo, acogiendo a todos los hombres y mujeres como hijos en la persona de Juan. Y Juan, con todo el amor de su corazón, inspirado por el Espíritu Santo y por la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, acepta a María como madre suya.

De esta manera, María, madre de la Vida, que es Cristo, queda constituida como la madre de toda la humanidad; y, al pie de la cruz, nace la Iglesia universal que fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo. Desde aquella hora, María se convierte en madre de todos los hijos de la nueva alianza; será en la Iglesia lo que fue en las bodas de Caná.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Como lo afirma San Luis María de Monfort: “Todos los verdaderos hijos de Dios y los predestinados tienen a Dios por Padre y a María por Madre”. Jesucristo es el fruto de María. Millones de voces en el cielo y la tierra lo repiten cada día: «Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús».

Hermanos: la verdadera devoción a Nuestra Santísima Madre es aquella que, inspirada por el Espíritu Santo, nos permite llegar a Jesús a través de María. Descubramos, pues, en ella la presencia de la Santísima Trinidad.

Nuestra Santísima Madre, como esposa del Espíritu Santo, se sometió dócilmente a la voluntad de Dios Padre y a través de ella se encarnó Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Amar a Nuestra Santísima Madre significa comprender que ella es un maravilloso camino que nos conduce a Jesús. Si la aceptamos como madre, ella, con su amor maternal, nos ayudará a que nos parezcamos más a su Hijo.

Hermanos, meditemos la lectura de hoy y respondamos: ¿Acogemos a la Virgen María como madre de Jesús, madre nuestra y de toda la Iglesia? ¿Recurrimos, como hijos, a María?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a acercarnos más a Nuestra Santísima Madre, conocer su amor y poder intercesor y, así, acercarnos más a Jesús a través de ella.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a su propia Madre, María santísima, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, siendo cada día más fecunda, se alegre por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos.

Gracias Dios Padre por habernos dado una Madre amorosa; gracias, Espíritu Santo por la Divina Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo en Nuestra Santísima Madre; gracias, Jesús por regalarnos este don incomparable. ¡Bendita seas Santísima Trinidad!

Amado Jesús, tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos, sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, Madre del buen consejo, Reyna de los ángeles. Madre: así como tu hiciste realidad tu maravillosa expresión de entrega a Dios: «Hágase en mi según tu palabra»; intercede ante tu amado Hijo para que nosotros hagamos también lo que Él nos inspira a través del Espíritu Santo.

Madre Santísima, que todos volvamos a adquirir la libertad del cuerpo y del espíritu. Madre Santísima, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestra Santísima Madre con la lectura de un texto de Bénigne Bossuet:

«Su hijo la llama “mujer” desde la cruz: con ello quiere indicar la mujer por excelencia, la única mujer elegida para ser la madre de los elegidos.

“Oh mujer – le dice-, nueva Eva, he aquí a tu hijo: él y todos los fieles que él representa son hijos tuyos. Juan es mi discípulo, mi predilecto: recibe en su persona a todos los cristianos, porque Juan ocupa el lugar de todos ellos y todos ellos son, como Juan, mis discípulos y mis predilectos”.

Esto es lo que quiere hacer ver el Salvador a su santa madre. Y lo que me parece más digno de señalar es el hecho de que les dirige estas palabras desde la cruz. Desde la cruz nos da la vida y nos regenera a la gracia el Hijo de Dios, en virtud de su sangre derramada por nosotros. Y también desde la cruz nos muestra a María, virgen purísima, que es madre de Juan y de sus fieles.

Y así veo al nuevo Adán, que, al regenerarnos con su muerte, asocia a la nueva Eva, María, su madre, a la misteriosa generación de los hijos del Nuevo Testamento».

Queridos hermanos: meditemos las virtudes y acciones de Nuestra Santísima Madre, ofreciéndole actos de amor e invocándola de corazón, con el deseo ferviente de llegar a Jesús a través de ella.

Así mismo, el día de hoy, recemos el Santo Rosario y pidamos la intercesión de Nuestra Santísima Madre por el Papa Francisco, por su santidad e intenciones; por todos los pastores de la iglesia, por su santidad, salud y acciones; por todos los consagrados y consagradas, por su santidad y apostolado; por toda la Iglesia, por los gobernantes de todos los países del mundo, para que acojan y trabajen por la paz del Señor y por la salud y bienestar de las naciones; por el mundo para que todas las personas alejadas de los preceptos cristianos se acerquen al amor de María y de Jesús.

De manera especial, pidamos a Nuestra Santísima Madre por todos los medios de comunicación, para que sean reflejo del amor de Dios y promuevan siempre una cultura de paz. No olvidemos pedir por todos los difuntos de todo tiempo y lugar, para que ella, en su amor, interceda ante Jesús, su Hijo, por la salvación de todas las almas.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.