MARTES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Muchos de los primeros serán últimos y los últimos serán primeros». Mc 10,31.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,28-31

En aquel tiempo, Pedro comenzó a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad les digo que quien deje casa, o hermano o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en el mundo futuro, vida eterna. Muchos de los primeros serán últimos y los últimos serán primeros».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy conmemoramos el nacimiento de San Pío de Pietrelcina, que nació el 25 de mayo de 1887. Como dijo el papa Benedicto XV, aproximadamente en el año 1922: «El Padre Pío es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para convertir a las almas».

El padre capuchino Elías Cabodevilla Garde dice: «Si el Padre Pío atrae hacia Cristo, a muchos más después de su muerte que en vida, es porque tiene que cumplir “la misión grandísima” que Dios le encomendó para bien de los hombres hasta el final de los tiempos».

La lectura de hoy, denominada “Premio al seguimiento de Cristo”, forma parte del texto “El joven rico” ubicado entre los versículos 17 y 31.

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús ensancha la familia y crea la comunidad cristiana al aumentar cien veces el número de hermanos y hermanas. Además, fortalece la fraternidad al señalar que debemos compartir los bienes, pues todos tendremos cien veces el número de bienes; pero, aunque seamos perseguidos, en el mundo futuro obtendremos la vida eterna. El premio es hasta cien veces más, de esta manera, Jesús acentúa la desproporción generosa de la recompensa.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la respuesta de Jesús a Pedro y a la humanidad de todos los tiempos, se reafirma la bondad de Dios Padre para quienes deciden vivir como vivió Nuestro Señor Jesucristo. En este estilo de vida, ser incomprendido y perseguido es el precio que se tiene que pagar por defender la fe cristiana, protegiendo a los que sufren. Quien hace esto, realmente, toma en serio las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y demuestra tener aquella fe que lleva a luchar hasta las últimas consecuencias.

El discípulo, después de renunciar a los afectos familiares y a los bienes materiales, encontrará en la comunidad de fe, las relaciones personales y el apoyo material que será más gratificante que las pertenencias a las que renunció. El discipulado es un camino hacia la vida eterna, hacia la ganancia presente y futura; por eso, los discípulos, a quienes se les considera los últimos, pasarán a ser los primeros en el Reino de Dios.

Hermanos, meditemos la lectura de hoy y respondamos: ¿Somos solidarios y compartimos nuestros dones con las personas excluidas? ¿Somos capaces de poner a Nuestro Señor Jesucristo en el primer lugar de nuestras vidas?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que si nuestra conducta sigue las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo estaremos acumulando tesoros en el cielo, que es otra expresión hermosa del significado de la vida eterna.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, concédenos, Señor, que el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu Iglesia se alegre en su confiada entrega.

Amado Jesús, tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos, sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, Madre del buen consejo, Reyna de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Juan Pablo II:

«En Marcos hay una especificación posterior sobre el abandonar todas las cosas “por mí y por el Evangelio”, y sobre la recompensa: “El céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madre e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero” (Mc 10, 29-30).

Dejando a un lado de momento el lenguaje figurado que usa Jesús, nos preguntamos: ¿Quién es ese que pide que lo sigan y que promete a quien lo haga darle muchos premios y hasta “la vida eterna”? ¿Puede un simple Hijo del hombre prometer tanto, y ser creído y seguido, y tener tanto atractivo no sólo para aquellos discípulos felices, sino para millares y millones de hombres en todos los siglos?

En realidad los discípulos recordaron bien la autoridad con que Jesús les había llamado a seguirlo sin dudar en pedirles una dedicación radical, expresada en términos que podían parecer paradójicos, como cuando decía que había venido a traer “no la paz, sino la espada”, es decir, a separar y dividir a las mismas familias para que lo siguieran, y luego afirmaba: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37-38). Aún es más fuerte y casi dura la formulación de Lucas: “Si alguno viene a mí y no se aparte de su padre, su madre, su mujer, sus hermanos, sus hermanas y aún su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 26).

Ante estas expresiones de Jesús no podemos dejar de reflexionar sobre lo excelsa y ardua que es la vocación cristiana. No cabe duda de que las formas concretas de seguir a Cristo están graduadas por Él mismo según las condiciones, las posibilidades, las misiones, los carismas de las personas y de los grupos. Las palabras de Jesús son “espíritu y vida” (Jn6, 63), y no podemos pretender concretarlas de forma idéntica para todos. Pero según Santo Tomás de Aquino, la exigencia evangélica de renuncias heroicas como las de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y renuncia de sí por seguir a Jesús —y podemos decir igual de la oblación de sí mismo en el martirio, antes que traicionar la fe y el seguimiento de Cristo— compromete a todos, o sea, según la disponibilidad del espíritu para cumplir lo que se le pide en cualquier momento que se le llame, y por lo tanto comportan para todos un desapego interior, una oblación, una autodonación a Cristo, sin las cuales no hay un verdadero espíritu evangélico.

Del mismo Evangelio podemos deducir que hay vocaciones particulares, que dependen de una elección de Cristo: como la de los Apóstoles y de muchos discípulos, que Marcos señala con bastante claridad cuando escribe: “Subió a un monte, y llamando a los que quiso, vinieron a Él, y designó a doce para que lo acompañaran…” (Mc 3, 13-14). El mismo Jesús, según Juan, dice a los Apóstoles en el discurso final: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino yo os he elegido a vosotros…” (Jn 15, 16).

…Y nosotros nos preguntamos una vez más: ¿Quién es éste que llama con autoridad a seguirlo, predice odio, insultos y persecuciones de todo género (cf. Lc 6, 22), y promete “recompensa en los cielos”? Sólo un Hijo del hombre que tenía la conciencia de ser Hijo de Dios podía hablar así. En este sentido lo entendieron los Apóstoles y los discípulos, que nos transmitieron su revelación y su mensaje. En este sentido queremos entenderlo nosotros también, diciéndole de nuevo con el Apóstol Tomás: “Señor mío y Dios mío”».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de pedir al Espíritu Santo la inspiración para encontrar, creativamente, la forma de compartir nuestros dones espirituales y materiales con nuestros hermanos más necesitados. Compartamos nuestra vida con la Santísima Trinidad y los pobres del Evangelio, sea cual sea nuestro estado de vida.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.