MIÉRCOLES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA MARIANA DE JESÚS PAREDES

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor». Mt 11,25-26.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Santa Mariana de Jesús Paredes, virgen. Nació en Quito, Ecuador, en 1618. Desde pequeña consagró su vida al Señor, propósito que llevó a cabo en la casa familiar. En su juventud se unió a la tercera orden franciscana. Atendía a los peregrinos y ayudaba a los menesterosos. Ofreció su vida al Señor para que los terremotos no acabaran con su patria. Murió poco después de su oblación en 1645.

Celebramos a Santa Mariana de Jesús Paredes con la plegaria que Jesús dirige a Dios Padre, ubicada en el evangelio de San Mateo y que se encuentra también en San Lucas, 21,21-22. Un texto que resalta la belleza espiritual de Santa Mariana de Jesús, cuando Jesús alaba y glorifica a Dios Padre porque revela su misterio a los humildes de corazón.

Así mismo, Jesús culmina la plegaria haciendo un amoroso y misericordioso llamado universal: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Nuestro Señor Jesucristo está presente, hoy, a través del Espíritu Santo, porque, como manifiesta Guillermo de San Teodorico: «En medio de las tinieblas y de las ignorancias de esta vida, el Espíritu Santo es, para los pobres de espíritu, luz que ilumina, caridad que atrae, dulzura que seduce, amor que ama, camino que conduce a Dios, devoción que se entrega, piedad intensa».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En esta plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, de la gente sencilla, que logra comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y misericordia de Dios.

Así mismo, el reconocimiento y la plena consciencia del dolor y agobio que muchas veces sufrimos es el primer paso para fortalecer la virtud de la humildad; este paso es necesario para tomar la firme decisión de acercarnos a Nuestro Señor Jesucristo en busca del alivio divino. Él nos protege y alivia de todo sufrimiento en cualquier circunstancia de nuestras vidas. Por más cansancio y penurias que tengamos, él no nos rechazará, sino que nos acogerá amorosamente. Es más, nos invita a imitarlo.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es nuestra actitud frente a las personas más humildes, que sufren necesidades materiales y espirituales? ¿Cómo nos acercamos a Nuestro Señor Jesucristo cuando estamos cansados y agobiados?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica y a acercarnos más a Él.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que entre los halagos del mundo hiciste florecer a santa Mariana de Jesús como lirio entre espinas, por su virginal pureza y continua penitencia concédenos, te rogamos, que, por sus méritos e intercesión, merezcamos tenerte siempre con nosotros, creciendo continuamente en tu amor.

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, comunidades, amistades, centros de trabajo y estudios, y por donde vayamos.

Amado Jesús, tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos, sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Madre Santísima, Madre del Salvador, Madre del amor hermoso, refugio de los pecadores, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Agustín:

«Te veo, buen Jesús, con los ojos que tú has abierto en mi interior, te veo gritando y llamando a todo el género humano: “Venid a mí, aprended de mí”.

¿Cuál es la lección? Tú, por quien todo ha sido creado, ¿cuál es la lección que venimos a aprender en tu escuela? “Que soy sencillo y humilde de corazón”. Aquí están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia; aprended esta lección capital: ser sencillos y humildes de corazón.

Que escuchen, que vengan a ti, que aprendan de ti a ser sencillos y humildes de corazón los que buscan tu misericordia y tu verdad, viviendo para ti y no para ellos mismos.

Que lo escuche aquel que sufre, que está cargado con un fardo que lo hace desfallecer, hasta tal punto que no se atreve a levantar los ojos al cielo, el pecador que golpea su pecho y se queda a distancia.

Que lo oiga el centurión, que no se sentía digno de que tú entraras en su casa. Que lo oiga Zaqueo, el jefe de los publicanos, cuando devuelve cuatro veces el fruto de su pecado.

Que lo oiga la mujer que había sido pecadora en la ciudad y que derramaba tantas lágrimas a tus pies por haber estado tan alejada de tus pasos. Que lo escuchen las mujeres de la vida y los publicanos, que en el reino de los cielos preceden a los escribas y fariseos. Que lo oigan los enfermos de toda clase, con quienes compartías la mesa y te acusaron de ello.

Todos estos, cuando se vuelven hacia ti, se convierten fácilmente en gente sencilla y humilde ante ti, acordándose de su vida llena de pecado y de tu misericordia llena de perdón, porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”».

Hermanos: pidamos hoy la intercesión de Santa Mariana de Jesús Paredes para que, con la dulce compañía de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente del amor, que es Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.