DOMINGO IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO IX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

«Sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». Mt 28, 20.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, lo adoraron, pero algunos dudaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el hermoso misterio de amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

Como nos dice San Antonio de Padua: «En la Santísima Trinidad se encuentra el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza y el muy bienaventurado gozo. El origen supremo, como afirma San Agustín, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien procede el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la Verdad del Padre que no le es desemejante en ningún punto… El gozo muy bienaventurado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo».

«Vayan, pues, y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo», dice Jesús y la Iglesia sigue creciendo y haciendo realidad el reino de Dios en el mundo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

San Efrén el sirio, en el Himno a la Trinidad, nos dice: «Toma como símbolos el sol para el Padre; para el Hijo, la luz, y para el Espíritu Santo, el calor. Aunque sea un solo ser, es una Trinidad lo que se percibe en él. Captar al inexplicable ¿quién lo puede hacer? … ¡gran misterio y maravilla manifestada!».

La Santísima Trinidad, tres personas un solo Dios, la más excelsa comunidad de amor que se nos revela, precisamente, a través de una de las maravillosas personas que la integran: el Espíritu Santo. Donde está Jesús, está Dios Padre y está el Espíritu Santo; las tres personas son inseparables. Por eso, Jesús dice en Juan 14,23: «Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos morada en él».

El amor trinitario es eterno, y la Santísima Trinidad quiere que nos amemos como esta excelsa comunidad nos ama. A cada instante, se manifiesta la acción plena de la Santísima Trinidad en la humanidad. Dispongamos nuestros corazones para invocar su presencia en nosotros. Como lo afirma el padre Roberto Padrós: «El amor todo lo puede, perdona, disimula y sabe esperar el tiempo favorable de la gracia maravillosa. Hoy son muchos los lugares en que se reúnen en el nombre de Jesús por su Espíritu: muchas almas que buscaron y encontraron, llamaron y se les abrió de par en par la puerta de la luz».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo ejercitamos nuestro amor a la Santísima Trinidad en estos momentos de frialdad y alejamiento religioso de muchas personas?

Que las respuestas a esta pregunta sean de utilidad para comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, el misterio de amor que encierra la Santísima Trinidad y ejercitarlo a través de nuestros hermanos más necesitados y defendiendo con convicción nuestra fe.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que has enviado al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de santificación para revelar a los hombres tu misterio admirable, concédenos que, al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad omnipotente.

Padre eterno, que todos los hombres, Señor, te confiesen como único Dios en tres personas, y que vivan en la fe, en la esperanza y en el amor.

Padre eterno, Padre de todos los vivientes, tú que vives y reinas con el Hijo y el Espíritu Santo, recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, Esposa virginal del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a la Santísima Trinidad con una homilía de San Basilio Magno:

«El alma que ama a Dios jamás se sacia, pero hablar de Dios es audaz: nuestro espíritu está muy lejos de un asunto tan grande. Cuanto más nos acercamos al conocimiento de Dios, más sentimos profundamente nuestra impotencia. Así le ocurrió a Abrahán y también a Moisés: aunque podían ver a Dios en cuanto le es posible al hombre, tanto uno como el otro eran el más pequeño de todos; Abrahán se llamaba tierra y ceniza, y Moisés era de palabra torpe y lenta. Comprobaba, en efecto, la debilidad de su lengua para traducir la grandeza de aquel que su espíritu acogía. Hablamos de Dios no tal como es, sino tal y como podemos captarlo.

En cuanto a ti, si quieres decir y entender algo de Dios, deja tu naturaleza corporal, deja tus sentidos corporales. Eleva tu espíritu por encima de todo lo que ha sido creado, contempla la naturaleza divina: es allí donde, inmutable, indivisa, luz inaccesible, gloria brillante, bondad deseable, belleza inigualable, el alma es herida, pero no lo puede expresar con palabras adecuadas.

Allí está el Padre, el Hijo y el Santo Espíritu. El Padre es el principio de todo, la causa del ser del que es, la raíz de los vivientes. Es aquel del que fluye la Fuente de la vida, la Sabiduría, la Potencia, la Imagen perfecta semejante al Dios invisible: el Hijo engendrado por el Padre, el Verbo vivo, que es Dios, y que regresa al Padre. Por este nombre de Hijo, sabemos que comparte la misma naturaleza: no es creado por una orden, sino que brilla sin cesar a partir de su sustancia, unido al Padre de toda eternidad, igual a él en bondad, igual en potencia, compartiendo su gloria.

Y cuando nuestra inteligencia haya sido purificada de pasiones terrenas y cuando deje de lado toda criatura sensible igual que un pez que emerge de las profundidades a la superficie, devuelta a la pureza de su creación, verá entonces al Espíritu Santo allí donde está el Hijo y donde está el Padre. Este Espíritu también, siendo de la misma esencia según su naturaleza, posee todos los bienes: bondad, rectitud, santidad, vida. Lo mismo que arder está ligado al fuego y resplandecer a la luz, así no se le puede quitar al Espíritu Santo el hecho de santificar o dar vida, no más que la bondad y la rectitud».

Queridos hermanos: glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas, amando al prójimo, en especial, al que tiene más necesidades espirituales y materiales. Invoquemos la luz del Espíritu Santo para que la palabra y la Santa Eucaristía sean el alimento que fortalezca nuestro seguimiento a Jesús, el Verbo encarnado. Que la Santísima Trinidad haga morada en nosotros.

¡Bendita seas Santísima Trinidad!

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.