VIERNES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA VIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Tengan fe en Dios. En verdad les digo que si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, y cree que sucederá como dice, lo obtendrá». Mc 11,24-25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 11,11-25

En aquel tiempo, entró Jesús en Jerusalén y se dirigió al templo, y después de observar todo a su alrededor, como ya tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «Que nadie coma de tu fruto nunca jamás». Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén; y entrando en el templo, empezó a expulsar a los que vendían y compraban en el templo, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no permitía a nadie transportar objetos por el Templo. Y les enseñaba, diciendo: «¿No está escrito: “Mi Casa se llamará casa de oración para todos los pueblos”? Ustedes, en cambio, la han convertido en cueva de ladrones». Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba maravillado de su enseñanza, buscaban una manera de acabar con él. Y cuando atardeció, salieron de la ciudad.

A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro, se acordó y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». Jesús contestó: «Tengan fe en Dios. En verdad les digo que si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, y cree que sucederá como dice, lo obtendrá. Por eso les digo: cualquier cosa que pidan en la oración, crean que ya la han recibido y la obtendrán. Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, para que también nuestro Padre, que está en los cielos, perdone sus culpas».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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El pasaje evangélico de hoy está integrado por los siguientes textos: el primero, “Jesús maldice a la higuera”, que también se encuentra en Mt 21,18; el segundo, “Jesús purifica el Templo”, ubicado también en Mt 21,12-17, Lc 18,45-48 y cfr Jn 2,13-16; y el tercero, “La higuera seca”, que se encuentra también en Mt 21,20-22.

Hoy observamos dos gestos proféticos de Jesús: la maldición de la higuera y la expulsión de los vendedores y cambistas del templo. Según la tradición bíblica, la higuera simboliza al pueblo de Dios; al llegar a Jerusalén, Jesús encuentra una ciudad que no produce frutos espirituales y una ciudad así está condenada a la esterilidad. Esta característica se extiende al Templo, que ha perdido su identidad como centro de oración.

En este escenario, Jesús brinda tres fundamentos para que las comunidades sean fructíferas y no caigan en la esterilidad: una fe total, sin reservas; una oración confiada; y el perdón sin límites que favorece la fraternidad.

Con la expresión «Tengan fe en Dios», Jesús nos enseña a adentrarnos en los más profundo de nosotros mismos, al centro de nuestro corazón y, desde allí, nos impulsa a tener una plena confianza en él y en Dios Padre. Como manifiesta el padre Roberto Padrós: «El alma que vive de la fe, fascinada por la Presencia del Amor de Dios, ya no desea percibir, en lo venidero, nada en ningún lugar, más que a Aquel, a quien habita dentro, allá en las profundidades del alma».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo quiere para nosotros una vida copiosa, llena de fe, capaz de hacer fructífera una vida cristiana pálida y apagada. Para ello, necesitamos estar unidos a él, lo cual nos lo recuerda en Jn 15,5: «El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no pueden hacer nada».

Evitemos la estacionalidad de la higuera; el momento presente es un llamado a defender la vida, la familia, a los desplazados y oprimidos, de manera permanente, con valentía y convicción.

Frente a este maravilloso pasaje evangélico, tratemos de responder: ¿Reconocemos que debemos buscar siempre la gracia divina de Nuestro Señor Jesucristo? ¿De qué tamaño es nuestra fe? ¿Somos capaces de perdonar a quienes nos ofenden?

Pidamos al Espíritu Santo la fe que nos permita comprender las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y llevarlas a la práctica en nuestras vidas con fidelidad y amor.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho.

Amado Jesús, autor de la Vida, tú que eres la Vida misma, otorga el beneficio de la vida eterna a todos los difuntos de todo tiempo y lugar. Muestra Señor tu amor y misericordia con ellos y para con la humanidad.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Agustín Guillerand:

«¿Jesús es duro o tierno? Yo sólo sé que es verdadero; es lo que debe ser. Su actitud está dominada por un sentimiento que constituye el fondo de su ser y de su vida y, al mismo tiempo, es la razón de su venida aquí abajo. Quiere la gloria de su Padre. Esta gloria se ve ultrajada en este templo de Jerusalén que es, en Tierra Santa, la casa de Dios por excelencia. Dios entra en el templo de Dios, la verdadera Luz ilumina estos muros. Seres de un día, que no le dedican ni un pensamiento ni una mirada, están todos abocados a la nada: hablan, ven, se engañan mutuamente, como en el mercado. El espantoso contraste le hiere el corazón, vacía todo su ser, arma sus manos. De ahí resulta una fuerza física y moral al mismo tiempo, un movimiento pleno de todo el ser, que es irresistible. Frente a él, todas estas personas que viven únicamente en la superficie de sí mismas se sienten aterrorizadas, destrozadas, literalmente destrozadas, trituradas, expulsadas —tanto ellas como sus mercancías— del templo o volcadas por tierra. El Hijo de Dios quita del templo todo lo que no está en su sitio, quita de las almas las tinieblas que hacen de pantalla a la Luz. Restituye a su Padre lo que los hombres le sustraen: su casa y su honor en esta casa.

No se condena a los hombres, sino que se les ilumina. Se ven sorprendidos por recibir la Luz; se sacrifican intereses inferiores y pasajeros en pos del interés superior de Dios y en pos del verdadero interés de los hombres, que se confunde con el de Dios.

Jesús no vacila, no retrocede: ni ante este sacrificio, ni ante las resistencias que prevé ni ante las consecuencias que tendrá para él o para aquellos a los que ilumina. Se percibe de inmediato que para él cuenta una sola cosa: la gloria divina, la manifestación de un Ser que está por encima de todo y que como tal debe ser tratado. Jesús no ve más que esto y se compromete con todo su ser en esta obra que es la suya».

Queridos hermanos, estamos llamados a una unión orante y plena con Dios. Que el Espíritu Santo nos impulse a vivir creando relaciones fraternas, perdonando a quienes nos ofenden y proclamando el Evangelio para acercar a nuestros hermanos que se han alejado de Dios.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.