DOMINGO X DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO X DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, CORPUS CHRISTI

«Tomen, esto es mi cuerpo». Mc 14,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14,12-16. 22-26

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les mostrará en el piso de arriba una sala grande y bien alfombrada. Prepárennos allí la cena».

Los discípulos partieron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesus tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio y diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios». Después de cantar los salmos, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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Hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, el Corpus Christi, y lo hacemos meditando los textos “Preparación de la Cena Pascual”, versículos 12-16, y “Jesús instituye la Eucaristía con un gesto supremo de amor”, versículos 22-26.

Celebramos la devoción y el culto a la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento. El misterio de esta celebración es el misterio de Jesús hecho pan y vino en el sacramento de la Eucaristía; es el alimento de la esperanza, en el que Nuestro Señor Jesucristo ofrece su vida entera como un gesto culminante de entrega amorosa por la humanidad.

Nosotros, que participamos de la Santa Eucaristía, también somos herederos de esta manera de amar; por ello, podemos dar nuestro tiempo y los dones que Dios nos ha otorgado para contribuir a hacer realidad el Reino de los cielos. En este sentido, la Eucaristía nos sitúa en el horizonte de la unidad más sublime con la Santísima Trinidad, y con una fe en el luminoso porvenir que nos traerá el Reino de Dios definitivo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la Eucaristía el fundamento de la fe cristiana es la entrega total de Nuestro Señor Jesucristo por la salvación de la humanidad. Es la creencia más importante de nuestra fe porque Nuestro Señor Jesucristo está presente en las formas del pan y vino, en el altar eucarístico; sin embargo, muchos hermanos no consideran que este sacramento es sagrado.

Por ello, demos a la celebración de hoy el sentido que tiene: Nuestro Señor Jesucristo está presente en la hostia como fuente de vida. Unámonos a él con todo nuestro corazón. Así mismo, contribuyamos a abrir espacios de fraternidad en un mundo que está perdiendo el sentido de su existencia para dar paso al individualismo que exacerba el egoísmo y la violencia. Caminemos ayudando a otros hermanos a dirigirnos fraternalmente hacia la plenitud del amor eucarístico de Dios.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Nuestra vida cristiana se sustenta con el pan eucarístico? ¿Pasamos algún tiempo unidos a Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento, ya sea física o espiritualmente?

Que las respuestas a estas preguntas sean de utilidad para comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, el misterio que encierra la Santa Eucaristía y a hacer realidad el amor a Dios y al prójimo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, Señor Nuestro Jesucristo, que en el sacramento admirable de la Eucaristía nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, para que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.

Espíritu Santo, maravilloso huésped de nuestros corazones, genera en las comunidades cristianas una fidelidad ejemplar hacia la Santa Eucaristía, que acreciente el amor a Dios y al prójimo.

Hermanos: si la enfermedad nos aflige, recemos con Santa Faustina Kowalska: “Jesús que Tu Sangre pura y sana circule en mi organismo enfermo y que Tu Cuerpo puro y sano transforme mi cuerpo enfermo, y que una vida sana y fuerte palpite en mí, si es Tu santa voluntad que yo me ponga a esta obra, y esto será para mí la señal evidente de Tu santa voluntad”.

Padre eterno, Padre de todos los vivientes, tú que vives y reinas con el Hijo y el Espíritu Santo, recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, Esposa virginal del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a la Santísima Trinidad con una homilía de San Juan Crisóstomo:

«Los que aman este mundo demuestran su generosidad dando dinero, ropa, regalos diversos; nadie da su sangre. Cristo la da; demuestra así la ternura que nos tiene y el ardor de su amor. Bajo la antigua Ley, Dios aceptaba recibir la sangre de los sacrificios, pero era para impedir que su pueblo la ofreciera a los ídolos, y ya era prueba de un amor muy grande.

Pero Cristo cambió este rito; la víctima no es la misma: es él mismo el que se ofrece en sacrificio. El pan que partimos ¿no es la comunión con el cuerpo del Cristo? ¿Qué es este pan? El cuerpo de Cristo. ¿En qué se convierten los que comulgan? En el cuerpo de Cristo: no una multitud de cuerpos, sino un cuerpo único. Lo mismo que el pan, compuesto de tantos granos de trigo, es un solo pan donde los granos desaparecen; y lo mismo que los granos subsisten allí, pero es imposible distinguirlos en la masa tan bien unida, así nosotros todos, unidos con Cristo, no somos más que uno. Ahora bien, si todos nosotros participamos del mismo pan, y si todos estamos unidos entre nosotros con Cristo, ¿por qué no mostrarnos el mismo amor? ¿Por qué no nos hacemos uno en esto también?

Así era al principio: la multitud de los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma. Cristo vino a buscarte, tú que estabas lejos de él, para unirse a ti; y tú ¿no quieres ser uno con tu hermano? ¡Te separas violentamente de él después de haber conseguido del Señor una gran prueba de amor y la vida! En efecto, no solo dio su cuerpo, sino que, como nuestra carne, arrastrada por tierra, había perdido la vida y había muerto por el pecado, introdujo en ella, por así decirlo, otra sustancia, como un fermento: su propia carne, su carne, de la misma naturaleza que la nuestra, pero exenta de pecado y llena de vida. Y nos la dio a todos con el fin de que, alimentados en este banquete con esta nueva carne, pudiéramos entrar en la vida inmortal».

Hermanos: glorifiquemos a Nuestro Señor Jesucristo en su Santísimo cuerpo y preciosísima sangre, pidiéndole que aumente nuestra fe y nuestra devoción al sacramento de la Eucaristía. Así mismo, empleemos los dones que Dios nos ha otorgado para realizar obras de misericordia en favor de las personas con más necesidades espirituales y materiales. No dejemos nunca de pedir la maternal intercesión de Nuestra Santísima Madre.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.