MARTES DE LA SEMANA X DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA X DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero y así alumbre a todos los de casa» Mt 5,14-15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero y así alumbre a todos los de casa. Del mismo modo, alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en el cielo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy meditamos el texto denominado “Sal y luz: imagen de los discípulos”, ubicado luego de las bienaventuranzas que meditamos ayer, en el marco del Sermón de la Montaña.

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús se dirige a los mismos destinatarios de las bienaventuranzas mediante las breves parábolas de la sal y de la luz, en las que señala claramente que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido con plena libertad, disposición y humildad, debe ser comunicada y compartida.

La palabra convertida en acción ilumina y glorifica a Dios, le da sentido a la vida. Por ello, quien vive la sabiduría de las bienaventuranzas se convierte en sal y luz. Esta debe ser la identidad de todo discípulo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

“Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. Uno de los mejores frutos de la lectura orante de la Palabra de Dios es que ella se convierta en luz interior y exterior para las personas que la meditan y la hacen realidad.

Hermanos: todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido debemos emplearlos para la gloria de Dios, contribuyendo a la edificación de nuestros semejantes, y no esconderlos como aquel servidor que guardó el talento bajo tierra y no lo invirtió como debía, en la parábola de los talentos, en Lucas 19,11-27 y en Mateo 25,14-30.

En consecuencia, es conveniente que nos preguntemos: ¿Somos conscientes de los talentos que Dios nos ha otorgado para hacer realidad su proyecto de salvación en nosotros y nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestros dones adecuadamente o los escondemos?

Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen emplear nuestros dones en favor de las personas con mayores necesidades espirituales y materiales.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Padre celestial, te pedimos que los testimonios diarios de los sacerdotes y consagrados sean sal y luz para toda la humanidad.

Amado Jesús, te pedimos que la luz de tus enseñanzas se refleje en nuestra conducta diaria, dejando de lado los miedos que paralizan.

Padre eterno, concede a todos los difuntos, de todo tiempo y lugar, gozar siempre de la compañía de Nuestra Santísima Madre María, de San José y de todos los santos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Pablo II:

«“Vosotros sois la sal de la tierra” (Mt 5, 13). Son palabras que el Señor dirige hoy a vosotros. En la fe cristiana, sois verdaderamente la sal de la tierra. Vosotros, que habéis acogido en vuestro corazón el mensaje salvador de Cristo, sois, pues, sal de la tierra porque habéis de contribuir a evitar que la vida del hombre se deteriore o que se corrompa persiguiendo los falsos valores, que tantas veces se proponen en la sociedad contemporánea.

La Iglesia, como Madre y Maestra, hace suyos los problemas que afectan al hombre, y en especial a los más pobres y abandonados, y trata de iluminarlos desde el Evangelio. Por eso, en la construcción de una sociedad más justa y fraterna, la doctrina social de la Iglesia propone siempre la primacía de la persona sobre las cosas (Centesimus annus, 53-54), de la conciencia moral sobre los criterios utilitaristas, que pretenden ignorar la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.

Cristo, luz del mundo (cf. Jn 8,12), nos exhorta hoy a que nosotros seamos también luz ante los hombres para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos. Cristo, “luz verdadera, que ilumina todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1, 9), es el Verbo proclamado por san Juan en el prólogo de su Evangelio (Jn 1,1-4): el Hijo eterno, consustancial con el Padre. La Vida estaba en Él, y Él la ha traído al mundo. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él… tenga la vida eterna” (Jn 3,16).

Ésta es la prueba suprema del amor de Dios a los hombres desde toda la eternidad: la Encarnación del Verbo. Y también vosotros, queridos hermanos y hermanas, habéis sido objeto de ese amor de predilección por parte de Dios; también por amor vuestro se encarnó su Hijo Unigénito. También a vosotros Dios Padre os lo entrega como Salvador, para que tengáis la vida eterna. “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17,3).

Cristo es la luz del mundo, pues en Él se ha revelado la Vida. Se ha revelado mediante la palabra del Evangelio, pero sobre todo se ha revelado mediante su muerte redentora en la Cruz. Ha ofrecido en sacrificio al Padre su vida en expiación por los pecados del mundo. Y con este sacrificio cruento Él ha vencido el pecado y la muerte. En el Gólgota aceptó la muerte, pero al tercer día resucitó y vive para siempre. Vive para darnos su Vida. De este modo, Cristo es aquella Luz, aquella Vida que ha demostrado ser más fuerte que la muerte. En Él está la Vida divina, que es Luz para los hombres. Cristo, luz del mundo, os está enviando hoy a vosotros hermanos y hermanas, descendientes de los antepasados, os está enviando a vosotros en el camino de la vida. Éste es el camino de verdad, es el camino de siempre y de la nueva evangelización…

También vosotros, queridos hermanos y hermanas, gracias al Evangelio, habéis recibido la luz y estáis llamados a dar valientemente testimonio de ella. Cada uno de vosotros ha de sentirse llamado a ser sal de la tierra y luz del mundo. Habéis de ser sal que preserva de la corrupción y que da sabor a los frutos de la tierra. Habéis de iluminar a los que os rodean mediante vuestra caridad; caridad que es amar a los demás como Cristo nos ha amado. Ésta es la evangelización de ayer, de hoy y para siempre…

Que la Virgen de Guadalupe os proteja y sea la estrella que os guíe en vuestro camino, para que seáis siempre sal de la tierra y luz del mundo. Hermanos y hermanas, qué hermoso es reunirse para celebrar la misma fe, la misma vida en Cristo. Vosotros, yo, somos no sólo fruto, sino también los sembradores de las palabras de Jesús, para hacer discípulos a todas las gentes; es decir, apóstoles de la nueva evangelización: porque en virtud de nuestros Bautismo, estamos llamados. Qué hermoso es reunirse para celebrar la misma fe, la misma vida en Cristo, la misma Eucaristía».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de reconocer los dones que Dios nos ha confiado y emplearlos de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Acompañemos esta petición con la oración frecuente y la meditación diaria de la Palabra, con el fin de conocer más a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, aun espiritualmente, que la Santa Eucaristía sea nuestro alimento del alma.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.