DOMINGO DE LA SEMANA XI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo». Mc 4,26-28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la cosecha». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Es como un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, y se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden cobijarse y anidar en ella». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy meditamos dos parábolas: la parábola de la vitalidad de la semilla y la parábola de la semilla de mostaza, esta última se ubica también en Mt 13,31 y en Lc 13,18; así mismo, meditamos el fragmento denominado “Uso de las parábolas” que se encuentra también en Mt 13,34.

Con dos ejemplos agrícolas, Jesús resalta el proceso dinámico y asombroso del reino. Con la primera parábola de la “semilla automática” destaca la fuerza vital del Espíritu en la humanidad que crece progresivamente, en silencio, desapercibido, pues es Dios mismo quien lo hace crecer. Esto no niega la participación humana, pero antepone la voluntad y el amor de Dios.

En la segunda parábola, Jesús plantea el carácter paradójico del Reino de los cielos, asemejándolo a una semilla de mostaza que cuando crece tiene impactos formidables; es decir, lo pequeño, transforma. Así mismo, el Reino de los cielos no tiene fronteras, está disponible para todos.

Estas parábolas ayudan a comprender la presencia actual de la Palabra y del proyecto de salvación de Nuestro Señor Jesucristo en la vida de cada persona y en la historia de la humanidad. Como dice Mónica Cavallé: “El origen de todo vive en nosotros, respira en nuestra respiración y pulsa en el rítmico fluir de nuestra sangre; aquello que ríe cuando reímos y danza cuando danzamos; lo que arde en nuestro deseo. Lo que mira por nuestros ojos, piensa en nuestro pensamiento y nos inspira palabras cuando hablamos. El vigor que late en la semilla…, la inteligencia ilimitada e insondable que todo lo rige y en todo se manifiesta”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El proceso de germinación y desarrollo del Reino de los cielos posee el vigor interno de una semilla. No es el hombre el que hace germinar ni desarrollarse a la semilla, ni al reino, aunque las condiciones externas puedan favorecerlo, sino, es el vigor vital de que están dotados: la fuerza de Dios.

San Pablo lo dice con claridad en la primera de Corintios 3,5-6, cuando escribe: «¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor… Yo planté, Apolo regó; pero quien dio crecimiento fue Dios».

Tengamos también en cuenta que Nuestro Señor Jesucristo se opone a los criterios humanos, ya que nosotros muchas veces pretendemos grandezas, mientras que Él prefiere lo pequeño, como la humildad, y a los pequeños, porque en ellos está la fuerza de Dios.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, es conveniente que nos preguntemos: ¿Acogemos con ánimo la invitación que nos hace Nuestro Señor Jesucristo para trabajar en los asuntos del Reino de los cielos, confiando nuestros esfuerzos al poder de Dios?

Que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a contribuir a que todos conozcan la vitalidad del Reino de Dios, en especial, los niños y jóvenes, presente y futuro de la humanidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, oh, Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha con bondad nuestras súplicas y, pues sin ti nada puede la fragilidad de nuestra naturaleza, concédenos siempre la ayuda de tu gracia, para que, al poner en práctica tus mandamientos, te agrademos con nuestros deseos y acciones.

Padre eterno, te pedimos por todos los jóvenes y adultos que están pasando momentos de desesperación, para que, a través de tu ayuda providente, encuentren a las personas que los alivien de sus tribulaciones en el Santísimo Nombre de Jesús.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San Pedro Crisólogo:

«Hermanos, habéis aprendido cómo el reino de los cielos, con toda su grandeza, se compara a un grano de mostaza. ¿Es esto lo que los creyentes esperan? ¿Lo que los fieles entienden? ¿Es lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre puede entender? ¿Es lo que promete el apóstol Pablo y que ha estado reservado en el misterio inexplicable de salvación, para aquellos que lo aman?

No nos dejemos desconcertar por las palabras del Señor. Si, en efecto, la debilidad de Dios es más fuerte que el hombre, y si la locura de Dios es más sabia que el hombre, esta pequeña cosa, que es propiedad de Dios, es más espléndida que toda la inmensidad del mundo. Nosotros solamente podemos sembrar en nuestro corazón esta semilla de mostaza, de modo que llegue a ser un gran árbol del conocimiento, sobrepasando su altura para elevar nuestro pensamiento hasta el cielo y desplegando todas las ramas de la inteligencia.

Cristo es el reino. Como una semilla de mostaza, ha sido sembrado en un jardín, el cuerpo de la Virgen. Creció y llegó a ser el árbol de la cruz que cubre la tierra entera. Después de que hubiera sido triturado por la pasión, su fruto produjo bastante sabor para dar su buen gusto y su aroma a todos los seres vivos que lo tocan. Porque, mientras la semilla de mostaza permanezca intacta, sus virtudes quedan escondidas, pero despliegan todo su potencial cuando la semilla es molida. De igual modo, Cristo quiso que su cuerpo fuera molido para que su fuerza no quedase escondida. Cristo es rey, porque es el principio de toda autoridad. Cristo es el reino, porque en él reside toda la gloria de su reino».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de confiar nuestras fuerzas al poder de Dios y de ser tierra fértil para meditar la Palabra y ponerla en práctica. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos conceda los dones que así lo permitan. Que nuestra oración por la niñez y juventud del mundo sea constante.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.