LUNES DE LA SEMANA XIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN IRINEO, OBISPO Y MÁRTIR

«Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos». Mt 8,22

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,18-22

En aquel tiempo, Jesús viendo que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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San Irineo de Lyon nació alrededor del año 130 en Esmirna o sus alrededores, donde fue discípulo del obispo Policarpo. En el año 177 fue enviado por la comunidad de Lyon a Roma, llevando una carta de recomendación al papa Eleuterio en favor de los montanistas. A su regreso fue elegido obispo de Lyon.

Murió entre los años 202 y 203. Fue un varón apostólico y el primer teólogo de la tradición. Escribió “Contra los herejes”, una obra maestra en defensa de la verdad de la Iglesia contra los ataques del gnosticismo.

El texto de hoy, que también se encuentra en Lucas 9,51-62, aborda las condiciones para el seguimiento cristiano. Jesús responde de manera exigente y radical con la expresión «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos». De esta manera, señala claramente que el seguimiento no debe aplazarse y el discípulo no debe perder el tiempo en cosas y situaciones que no tienen proyecciones futuras y, fundamentalmente, que no tienen relación con la vida. El escriba no era consciente de ello.

El seguimiento a Jesús no admite condiciones, implica rechazar obligaciones humanas, si es que retrasan la obediencia al Señor. Es el precio del seguimiento. El seguimiento implica cumplir los mandamientos y hacer realidad las bienaventuranzas por donde vayamos.

Incluso, podríamos pasar toda la vida buscando inútilmente dónde reclinar la cabeza, hasta descubrir que siempre estamos y siempre hemos estado en casa. Por ello, solo el que vive libre de toda atadura terrenal, es capaz de seguir a Jesús. En este sentido, toda vida es una vocación y una llamada de Dios a la santidad. Sigamos a Jesús para participar también en el tiempo glorioso de su resurrección y vida.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Si queremos seguir a Nuestro Señor Jesucristo, será vital el carácter deliberado y radical de la decisión de seguirlo, sea cual sea la circunstancia de vida que experimentemos. No es fácil, pero tampoco es imposible.

Somos conscientes de que en el camino aparecerán las tentaciones que nos incitarán a evadir la cruz e ir perdiendo el objetivo central de nuestras vidas. Así mismo, si no alimentamos nuestro espíritu con el alimento del cielo, nuestro optimismo puede decaer con el tiempo y nuestro seguimiento se convierta en rutina llena de desaliento.

Todos estamos llamados por Nuestro Señor Jesucristo a participar activamente en el plan divino de la salvación. Nuevamente lo decimos: la misión no es fácil. Somos frágiles, pero pongamos nuestro esfuerzo para seguir a Jesús a través de nuestros hermanos más necesitados: empecemos brindándoles ayuda y consuelo material y espiritual.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Cuáles son las características de mi seguimiento a Jesús en mi familia, en mi centro laboral y/o de estudios, en mi comunidad y también como ciudadano global?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ocuparnos de las cosas que realmente tienen proyecciones de vida eterna.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que llamaste al obispo san Ireneo a defender tu verdad y a traer la paz a tu Iglesia, aumenta en nosotros la fe y la caridad a fin de que nos esforcemos siempre por fomentar la unidad y la concordia entre los hombres.

Amado Jesús: concédenos, a través del Espíritu Santo, la fe, la claridad y la valentía para seguirte, sin mirar atrás y siendo fieles testigos de tu amor.

Espíritu Santo, fortalece nuestra vocación de seguimiento total a Jesús, para que en las travesías que nos propones, seamos siempre portadores del amor de la Santísima Trinidad.

Padre eterno: fortalece con tu Santo Espíritu al Papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, en la misión de llevar la Palabra a todos los confines de la tierra y de ser ejemplos del amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

Dulce Madre María, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Irineo de Lyon:

«Pues como del trigo seco no puede hacerse ni una sola masa ni un solo pan sin algo de humedad, tampoco nosotros, siendo muchos, podíamos hacernos uno en Cristo Jesús sin el agua que proviene del cielo. Y si el agua no cae en la tierra árida no fructifica, tampoco nosotros, siendo un leño seco, nunca daríamos fruto para la vida si no se nos enviase de los cielos la lluvia gratuita…

Conservamos esta fe, que hemos recibido de la Iglesia, como un precioso perfume custodiado en su frescura en buen frasco por el Espíritu de Dios, y que mantiene siempre joven el mismo vaso en que se guarda…

En consecuencia, si el cáliz mezclado y el pan fabricado reciben la Palabra de Dios para convertirse en eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna?… Cuando una rama desgajada de la vid se planta en la tierra, se pudre, crece y se multiplica por obra del Espíritu de Dios, que todo lo contiene. Luego, por la sabiduría divina, se hace útil a los hombres y, recibiendo la Palabra de Dios, se convierte en eucaristía, que es el cuerpo y la sangre de Cristo. De modo semejante, también nuestros cuerpos, alimentados con ella y sepultados en la tierra, se pudren en ésta para resucitar en el tiempo oportuno: es el Verbo de Dios quien les concede la resurrección, para la gloria de Dios Padre».

Queridos hermanos: que nuestro seguimiento a Jesús consista en la realización de obras de misericordia. Que la Santa Eucaristía sea el alimento que nos fortalezca; que el sacramento de la penitencia nos acerque a la misericordia de Dios; que la adoración al Santísimo Sacramento sea el momento cumbre de diálogo con Nuestro Señor Jesucristo; que la meditación de la Palabra sea fuente de inspiración de nuestras acciones; y que el rezo del Santo Rosario nos acerque a la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre. Y que en medio de las tempestades en las que está envuelto el mundo, nos demos cuenta del amor infinito que Dios nos tiene.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.