MARTES DE LA SEMANA XIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTA MARÍA GORETTI, VIRGEN Y MÁRTIR

«La cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Dueño de la cosecha que mande trabajadores para la cosecha». Mt 9,37-38.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,32-38

En aquel tiempo, presentaron a Jesús un mudo endemoniado y expulsando el demonio, el mudo comenzó a hablar. Y la gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este expulsa los demonios con el poder del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «La cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Dueño de la cosecha que mande trabajadores para la cosecha».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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María nació el 16 de octubre de 1890, en Corinaldo, provincia de Ancona, Italia. Era la tercera de siete hijos de una familia pobre de bienes terrenales pero rica en fe y virtudes. Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento y consagrada a la Virgen. A los seis años recibió el sacramento de la Confirmación.

Fue agredida y herida de muerte por Alessandro Serenelli el 5 de julio de 1902; murió al día siguiente a la edad de once años. El proceso informativo se inició el 31 de mayo de 1935. Pío XII reconoció la autenticidad del martirio de María el 25 de marzo de 1945, la declaró beata el 27 de abril de 1947 y santa el 24 de junio de 1950.

El pasaje evangélico de hoy representa el tránsito entre la parte narrativa del Sermón de la montaña y el discurso de Jesús sobre la misión apostólica, que es el segundo discurso de Jesús en el evangelio de Mateo ubicado en el capítulo 10 y que empezaremos a meditar mañana.

En el texto de hoy se distinguen tres segmentos: el primero narra brevemente el exorcismo de un mudo; el segundo se refiere al recorrido itinerante de Jesús por ciudades y pueblos donde, compadecido y acogiendo tiernamente a los necesitados, anunciaba el reino de Dios, aliviaba, sanaba a las personas y expulsaba demonios. El tercer segmento apertura el envío misionero de los apóstoles: Jesús pide a sus discípulos orar para que Dios Padre envíe más obreros a trabajar para el reino de Dios. Esta parte también se ubica en Lucas 10,2.

La llegada del Mesías era vista como un tiempo de cosecha porque la verdad, que es Jesús, libera y, con su misericordia, busca aliviar el sufrimiento humano. En la lectura, Jesús emplea las imágenes bíblicas de ovejas y mies para describir la dispersión espiritual del pueblo israelita, que no dista mucho de la situación actual de la humanidad.

Con la última petición de oración, Jesús señala que el horizonte de la misión apostólica es universal y de una universalidad concreta, al modo y estilo del Maestro, y que se extenderá hasta el fin del mundo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo a ser nuestro pastor. La gente acudía a Jesús y él siempre iba a su encuentro, porque Él es y será siempre el mismísimo amor. Su misericordia es más grande que nuestra miseria y la del mundo entero.

Nuestro Señor Jesucristo jamás rechaza a un corazón arrepentido. El resplandor de su misericordia alivia, sana, libera, resucita y renueva las esperanzas de los pobres de espíritu. Su compasión por nosotros supera todo límite. Pero, para poder llegar a todo el mundo, requiere de la cooperación de todos nosotros, en oración y acción. Recordemos que, como hijos de Dios Padre, nuestra vocación es seguir a Nuestro Señor Jesucristo en toda circunstancia de nuestras vidas.

Hermanos: respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Creemos firmemente en el amor y la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Nos acercamos confiadamente a la misericordia de Dios? ¿Rezamos para el dueño de la mies envíe más obreros para la cosecha?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a seguir el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, fuente de la inocencia y amante de la castidad, que concediste a tu sierva María Goretti la gracia del martirio en edad juvenil, y le entregaste la corona de virgen por su combate; concédenos, por su intercesión, constancia en el cumplimiento de tus mandatos.

Padre amado y eterno, envía trabajadores a tu mies, que es mucha y pocos son los obreros, te lo suplicamos en el dulcísimo nombre de tu amado Hijo Jesucristo.

Santísima Trinidad, santifica a los sacerdotes y consagrados, para que nunca se aparten de tu presencia y sean santos e irreprochables por el amor.

Amado Jesús, felicidad de los santos, haz que los difuntos que desean contemplar tu rostro se sacien de tu visión.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, protege a todos los que, dejando su vida personal, abandonan todo por seguir a tu amado Hijo Jesús en consagración total y absoluta.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Santa Teresa del Niño Jesús:

«Un día en el que pensaba qué podía hacer yo para salvar almas, una frase del Evangelio me dio una viva luz. En otro tiempo Jesús dijo a sus discípulos enseñándoles los campos de trigo ya maduro: “Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega” (Jn 4,35), y un poco más adelante: “En verdad, la mies es abundante pero el número de trabajadores es pequeño; pedid pues al señor de la mies que le mande trabajadores”. ¡Qué misterio! ¿Acaso Jesús no es todopoderoso? ¿Las criaturas no son de quien las ha hecho? Entonces ¿por qué Jesús dice: “pedid, pues, al señor de la mies que le mande trabajadores”? ¿Por qué?

¡Ah! Es que Jesús nos tiene un amor tan incomprensible que quiere que tomemos parte con Él en la salvación de las almas. No quiere hacer nada sin nosotros. El creador del universo espera la oración de una pobre y pequeñita alma para salvar a las demás almas rescatadas, como ella, al precio de toda su sangre. Nuestra vocación no es ir a segar en los campos de trigo maduro. Jesús no nos dice: “Bajad los ojos, mirad los campos e id a segarlos”. Nuestra misión es todavía más sublime. Estas son las palabras de nuestro Jesús: “¡Levantad los ojos y mirad! Mirad cómo en mi cielo hay lugares vacíos, os toca a vosotras el llenarlos; vosotras sois mis Moisés orando sobre el monte (Ex 17,8s). ¡Pedidme obreros y yo os los enviaré, no espero otra cosa que una plegaria, un suspiro de vuestro corazón!”».

Queridos hermanos: meditemos la Palabra de Dios cada día para recibir la sabiduría, la fortaleza, la prudencia y para hacer su voluntad en nuestras vidas. Recemos también para que las vocaciones sacerdotales y de consagrados sean abundantes, y pongamos todos los dones recibidos en nuestro servicio diario a Dios, sea cual sea el estado de nuestras vidas.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.