MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, REINA DE LA PAZ

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» Lc 1,46-47.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,39-47

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María, Reina de la Paz, y lo hacemos meditando el pasaje evangélico de la visita de Nuestra Madre a su prima Santa Isabel, que es un acontecimiento familiar y sencillo, pero de una trascendencia divina y eterna.

Es trascendente porque es una de las primeras manifestaciones de Jesús en la humanidad, desbordando bendiciones y gracias a través del vientre de Nuestra Santísima Madre. Es eterno porque celebra la vida eterna, ya que es el encuentro de dos madres, incluyendo a los niños que llevan en sus vientres: la madre del Nuestro Salvador, el Sol que nace de lo alto, y la madre del profeta del Altísimo, Juan Bautista.

Juan Bautista, aun en el vientre de Santa Isabel, salta de gozo ante la presencia de Jesús en el vientre de Nuestra Santísima Madre. Isabel reconoce y experimenta el gozo de la presencia de Dios en la humanidad. Y luego María proclama la grandeza del Señor con el cántico del Magnificat (Lc 1,46-56) que, por inspiración del Espíritu Santo, es uno de los cantos más hermosos de la Sagrada Escritura, donde María proclama la grandeza, la sabiduría y la misericordia de Dios.

De manera especial, hoy 28 de julio, día en que se celebra el Bicentenario de la Independencia del Perú, desde PAX TV, deseamos a todos los peruanos Felices Fiestas Patrias. Que Dios y Nuestra Santísima Madre bendigan a nuestro hermoso país con la Paz, con este bien tan preciado.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Meditemos con una alocución de San Pablo VI:

«La oración con la que pedimos el don de la paz es una contribución insustituible a la instauración de la paz. Por medio de Cristo, en quien se nos concede toda gracia, podemos disponernos a acoger el don de la paz. ¿Y cómo no habríamos de desear buscar apoyo a lo largo de nuestro camino en la intercesión de María, su madre, de quien nos dice el Evangelio que encontró gracia ante Dios?

Es la humilde Virgen de Nazaret, que se ha convertido en la madre del Príncipe de la paz, del que nació bajo el signo de la paz y que proclamó: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Ahora bien, el Evangelio nos enseña que María es sensible a las necesidades de los hombres. No vacila en intervenir en Caná para alegría de los habitantes de un pueblo invitados a una boda. ¿Cómo podría no intervenir en favor de la paz, en favor de este bien tan precioso, si somos capaces de invocarla con un corazón sincero? Cristo respondió generosamente a la que dijo: “No les queda vino”. ¿Cómo podría dejar de responder con la misma generosidad a esta otra petición: “No tienen la paz”?».

Hermanos: de corazón, digamos a nuestra Santísima Madre la hermosa respuesta que el Espíritu Santo inspiró a Santa Isabel: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!». Esta respuesta, a la luz del Espíritu Santo, nos llama e inspira a vivir y a expresar el gozo del encuentro con Dios, a través de nuestras acciones cotidianas.

Meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Proclamamos nosotros las grandezas del Señor? ¿Experimentamos el gozo de la presencia del Señor en nuestras vidas?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a descubrir la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, te suplicamos, Señor, mires propicio la devoción de tu pueblo, para que, por la intercesión de la Virgen María, alcancemos, como dones de tu gracia, la paz en la vida presente y tu compañía eterna en los cielos.

Madre Santísima, Bienaventurada Virgen María, Reina de la Paz, intercede ante la Santísima Trinidad para que descubriendo la alegría de los que ponen continuamente su confianza en el Señor, podamos trabajar unidos por la Paz del Señor.

Madre Santísima, Reina de la Paz, en el día del Bicentenario de la Independencia del Perú, te pedimos intercedas ante la Santísima Trinidad para que nos otorgue la paz y la reconciliación, que nos des sabiduría, trabajo y sobre todo mucha fe.

Padre eterno, concédenos que, dóciles a la acción del Espíritu Santo, podamos cantar siempre tus maravillas, tal como Nuestra Santísima Madre lo hizo.

Santísima Trinidad, fortalece con tu Espíritu Santo al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes y diáconos, a los consagrados y consagradas, para que, en unión íntima con Nuestro Señor Jesucristo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, lleven tu Paz a toda la humanidad.

Padre eterno, tú, que eres amoroso, paciente y misericordioso, perdona y purifica las almas de los difuntos y llévalos a tu morada celestial, en especial a todos aquellos que partieron sin conocerte y en momentos extremos de falta de lucidez espiritual.

Madre Santísima, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María, Reina de la Paz. Detengámonos en su confianza, disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad y repitamos en nuestro corazón su maravilloso cántico del Magnificat:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava, pues mira, desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho cosas grandes por mí. Él es santo o y su misericordia llega a sus fieles, generación tras generación, su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Amén».

Hermanos: de la misma manera que Nuestra Santísima Madre, Reina de la Paz, acoge y recibe al Santo Espíritu Santo, imitemos su docilidad y dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestras vidas, y contribuyamos siempre a alcanzar la Paz del Señor en nuestras familias y entorno.

Que el amor de la Santísima Trinidad y el ejemplo de la Reina de la Paz se manifiesten a través de nosotros mediante acciones de gracias, realizando obras de misericordia, meditando la Palabra y rezando el Santo Rosario.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.