LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XIX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
SAN MAXIMILIANO KOLBE, PRESBÍTERO Y MÁRTIR
«Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan porque de los que son como ellos es el reino de los cielos». Mt 19,14.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan porque de los que son como ellos es el reino de los cielos». Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a San Maximiliano Kolbe, ejemplo sublime de amor a Jesucristo a través de la entrega de su vida para salvar a un sargento polaco durante la Segunda guerra mundial. Él hizo realidad la enseñanza cumbre del amor de Nuestro Señor Jesucristo: «No hay amor más grande que el dar la vida por los amigos» (Juan 15,13). San Maximiliano Kolbe nos enseña también que dar la vida es una opción fundamental que se repite día a día, en nuestros gestos ordinarios y cotidianos de entrega a los demás.
El pasaje evangélico de hoy se encuentra luego del texto que trató la indisolubilidad del matrimonio. Así mismo, un poco antes se ubica el texto de Mateo 18,2-5, en el que Jesús dice: «El que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi Nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».
Dicha lectura guarda consonancia con el texto de hoy, en el que le llevan a Jesús unos niños para que los bendiga y, mientras los discípulos regañan a los niños, Jesús vuelve a resaltar las cualidades fundamentales de un niño como imagen de la condición que se requiere para comprender la Palabra, porque el Reino de los cielos es un proyecto de fraternidad.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús nos pone una vez más a los niños como ejemplo de pureza, de sencillez y candidez. Nuestra vida es un camino de purificación para volver a ser como niños, tal como salimos de las manos de nuestro Dios Padre: pequeños, abiertos, sencillos, agradecidos y sin complicaciones, dispuestos a acoger con alegría y con asombro el don de la Palabra para trasmitirla a los demás.
Jesús nos invita a hacernos como niños y a que lo recibamos a Él con humildad y pureza, ya que la realización espiritual y humana se obtiene con un retorno consciente a los orígenes, sólo así tendremos la pureza necesaria para llegar al Reino de los Cielos. Así mismo, este es uno de los pasajes evangélicos en los que Nuestro Señor Jesucristo refirma el compromiso de la Iglesia con las personas indefensas, vulnerables y marginadas, un compromiso con la vida y su bienestar.
Hermanos: a la luz de la lectura, conviene preguntarnos: ¿Nos acercamos con ánimo sencillo y abierto a escuchar la Palabra de Dios y a realizar nuestras actividades diarias? ¿Defendemos la vida desde la concepción hasta la muerte natural? Que las respuestas a estas preguntas, con humildad y coraje, nos ayuden a ser como niños, ya que de ellos es el reino de los cielos.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno, que al presbítero y mártir San Maximiliano María, inflamado de amor a la Virgen Inmaculada, lo llenaste de celo por las almas y de amor al prójimo, concédenos en tu bondad, por su intercesión, trabajar generosamente por tu gloria en el servicio de los hombres y ser semejantes a tu hijo hasta la muerte.
Amado Jesús: concédenos a través del Espíritu Santo los dones para que nuestra fe alcance la madurez y seamos como niños ante los ojos de Dios Padre. Que nuestros malos recuerdos no contaminen nuestro ser para perdonar, para estar limpios de rencores para estar preparados para llegar al Reino de los cielos.
Amado Jesús, otorga a la Iglesia los dones para que siempre busque y acoja a nuestros hermanos indefensos, vulnerables y marginados.
Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.
Oremos con la consagración cotidiana de San Maximiliano: «Virgen Inmaculada, Madre mía, María, te renuevo, hoy y para siempre, la consagración de toda mi persona, a fin de que dispongas de mí para el bien de las almas. Sólo te pido, oh Reina mía y Madre de la Iglesia, cooperar fielmente en tu misión para la venida de Jesús al mundo. Te ofrezco, por tanto, oh, Corazón Inmaculado de María, las oraciones, las acciones y los sacrificios de este día».
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios a través de San Maximiliano Kolbe, con un texto de L. Faccenda:
«En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.
“Sólo el amor crea”, había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. “Sólo el amor crea”, cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; paro llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su te, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.
“Sólo el amor crea”, ha ido repitiendo el papa “venido de lejos”, cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia. La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener “algo” de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores».
Hermanos, pidamos la intercesión de San Maximiliano Kolbe y hagamos el propósito de cultivar en nosotros el corazón, la inocencia, la sencillez y el agradecimiento de un niño. Así mismo, anunciemos con nuestras vidas y acciones a Nuestro Señor Jesucristo y ayudemos a que más personas lo conozcan y se acerquen a Él.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.