MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN JOSÉ DE CALASANZ, PRESBÍTERO

«Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes» Jn 15,3-4.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,27-32

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente diciendo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que se parecen a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican sepulcros a los profetas y adornan monumentos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguan en contra de ustedes mismos, que son hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Completen pues lo que sus padres comenzaron!».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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San José de Calasanz nació en 1557. Fue un sacerdote y educador español, gran defensor y propulsor de la educación en una época en la que estudiar era un privilegio. Fundó la primera escuela pública gratuita de Europa, propuesta educativa que replicó dando lugar a las denominadas ‘Escuelas Pías’. Fue además fundador de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, cuyos miembros son conocidos como escolapios. San José de Calasanz murió el 25 de agosto de 1648 en Roma, a los 90 años. Fue canonizado el 12 de octubre de 1766.

El pasaje evangélico de hoy también forma parte del texto denominado “Invectiva contra los letrados y los fariseos”, en Mateo 23,1-36, en el que Jesús censura siete veces su espiritualidad: son los siete “ayes” o “malaventuranzas” de Jesús.

Hoy meditamos la sexta y séptima imprecaciones de Jesús a los letrados y fariseos, ubicadas entre los versículos 27 y 32, las cuales refuerzan la crítica de Jesús a la incoherencia entre la palabra y el comportamiento.

En la sexta censura (versículos 27 y 28) Jesús formula un duro diagnóstico sobre la vida moral de los fariseos, comparándola con “sepulcros blanqueados”. Con esta imagen Jesús condena a los que tienen una apariencia ficticia de persona correcta, pero cuyo interior es la negación total de aquello que quieren aparentar.

En la séptima y última censura (versículos 29 y 32) Jesús acusa a los fariseos de los crímenes cometidos por sus antepasados contra los profetas y justos. Con su última expresión: «¡Completen pues lo que sus padres comenzaron!», Jesús se refería a su pasión y crucifixión, sabiendo que los fariseos ya habían decidido matarlo.

De esta manera, Jesús pide coherencia entre el corazón y la acción, y desea que la fe y la conversión den copiosos frutos en nuestra conducta personal, familiar y como ciudadanos, por donde vayamos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo continúa llamando a la coherencia entre nuestro interior y el comportamiento que exhibimos cotidianamente. Jesús señala que lo primero está en nuestro interior, en nuestro corazón y que nuestra conducta, es decir, lo exterior, es producto de nuestros sentimientos.

Lamentablemente, la actitud de los letrados y fariseos se observa también en la actualidad. Muchos hermanos confiesan ser cristianos, pero defienden ideologías que provienen de la oscuridad, que intentan destruir a la familia, atentan contra la vida del niño por nacer, defienden la eutanasia y están a favor del libertinaje sexual y de los pecados capitales.

Ante esta grave realidad, nos toca a nosotros promover los preceptos cristianos a través de la Palabra, que es una fuente de purificación y que también conduce a la experiencia personal con Nuestro Señor Jesucristo, al igual que la Santa Eucaristía, la adoración al Santísimo Sacramento, la oración y las obras de misericordia.

En este sentido, tengamos siempre presente lo que nos dice Nuestro Señor Jesucristo en Juan 15,3-4: «Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes».

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Somos fieles a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a incrementar nuestra coherencia entre nuestras creencias cristianas y nuestra conducta cotidiana.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que has enriquecido a san José de Calasanz, presbítero, con gran caridad y paciencia para poder entregarse sin descanso a la formación integral de los niños, concédenos imitar siempre, en el servicio a la verdad, a quien veneramos como maestro de sabiduría.

Amado Jesús, con una plena disposición a seguirte, fortalece con tu Santo Espíritu nuestros esfuerzos para que nuestra conducta diaria sea coherente con tus enseñanzas.

Amado Jesús, que en ti habita toda la plenitud de la divinidad, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio de Nisa:

«La salud del cuerpo es un bien para la vida humana. Ahora bien, se es dichoso no sólo por conocer la definición de salud, sino por vivir en buena salud… El Señor Jesús no dice que se es dichoso por saber alguna cosa referente a Dios, sino que se es feliz por la posesión de él dentro de sí. En efecto, “dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). No dice que Dios se deja ver por cualquiera que haya purificado la mirada de su alma…; en otra parte lo dice más claramente: “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,21). Esto es lo que nos enseña: el que ha purificado su corazón de toda criatura y de toda atadura desordenada, ve la imagen de la naturaleza divina en su propia belleza…

Hay en ti, en cierta medida, una capacidad para ver a Dios. El que te ha formado ha depositado en tu ser una inmensa fuerza. Dios, al crearte, ha encerrado en ti la sombra de su propia bondad de manera semejante a cuando se imprime el dibujo de un sello en la cera. Pero al pecado ha escondido esta huella de Dios; ha quedado escondida bajo unas manchas. Si a través de una vida perfecta purificas las manchas fijadas en tu corazón, la belleza divina brillará de nuevo en ti. De la misma manera que un pedazo de hierro del que se ha quitado su herrumbre brilla bajo la luz del sol, igualmente ocurre en el hombre interior: en lo que el Señor llama “corazón”, encontrará de nuevo la semejanza con su modelo cuando haya quitado las manchas de herrumbre que estropeaban su belleza».

Queridos hermanos: sigamos esforzándonos para que nuestro comportamiento sea siempre coherente con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Pidamos al Espíritu Santo la fe y los dones para obrar siempre en concordancia con el mandamiento del amor.

San Agustín dice: «Invocaré al Señor alabándole, y seré salvo de mis enemigos. Si te alabas a ti mismo, no te verás a salvo de tus enemigos. Invoca al Señor alabándole, y te verás libre de tus enemigos».

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.