LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
SAN GREGORIO MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA
«Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos» Lc 5,37-38.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
1. Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los discípulos de los fariseos también; en cambio, los tuyos, comen y beben». Jesús les contestó: «¿Quieren que los amigos del novio ayunen mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lleven al novio, entonces ayunarán». Y añadió esta parábola: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. Si lo hace así, malogra el vestido nuevo; además el pedazo nuevo no quedará bien con el vestido viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino añejo, quiere vino nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a San Gregorio Magno, doctor de la Iglesia. Nació en Roma en el año 540. Estudió derecho y retórica. A los 34 años fue nombrado magistrado principal de Roma. Después de la muerte de su padre y atraído por la vida monástica, se hizo monje a los 38 años y a los 50 años fue papa.
San Gregorio Magno era un hombre de Dios, siempre estaba atento a las necesidades del prójimo. En tiempos difíciles, fue portador de paz y esperanza. Su vida y obra es una muestra de que Nuestro Señor Jesucristo es la verdadera fuente de la paz.
El pasaje evangélico de hoy se ubica después del llamado de Jesús a Leví y trata sobre el ayuno. También se encuentra en Mateo 9,14-17 y en Marcos 2,18-22.
La ley mosaica prescribía el ayuno solo el día anual de la Expiación. Además de los judíos practicantes, los fariseos piadosos ayunaban dos veces por semana, lunes y jueves, ya que con esta acción se pedía la venida del Mesías y que Dios escuche la oración. Por eso, los fariseos y escribas preguntaban por qué los discípulos de Jesús no lo hacían.
Pero Jesús, el Mesías, ya estaba en medio del pueblo, y sólo los que lo aceptaban como tal celebraban su presencia como un banquete. Esta es la clave para entender las comparaciones que propone Jesús respecto a su persona y a su obra: una realidad tan novedosa como su misión, que empieza por acoger a los excluidos, marginados y pecadores, y que no encaja con las expectativas rígidas y anquilosadas de la religiosidad de los principales escribas y fariseos.
En aquel tiempo, se comparaba la venida del Mesías y del Reino con una fiesta y banquete nupcial.
Por eso la respuesta de Jesús es muy clara, mientras el novio, que es Él, esté con sus discípulos, estos no practicarán el ayuno; cuando el novio ya no esté con ellos, allí empezarán a ayunar. De esta manera, Jesús anticipa la última cena, empleando el simbolismo nupcial para describir la relación entre Él y su pueblo, la Iglesia.
2. Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La novedad que representó la Palabra de Jesús en su tiempo, así como su ejemplo, generó incomodidad en muchos. En la actualidad, también resulta difícil que muchas personas asimilen las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, sobre todo, si se aferran a los esquemas mentales del mundo.
La búsqueda del éxito económico, de los honores humanos, del culto a la persona, de la acumulación de bienes materiales, así como el seguimiento de ideologías materialistas y antinaturales, son algunas de las conductas que promueve el mundo y que son contrarias a las enseñanzas de Jesús. Así mismo, el poder humano es contrario a las novedades. Frente a esta realidad, el núcleo esencial del mensaje de hoy está en la renovación interior de cada persona, como condición esencial para recibir el vino nuevo que Jesús trae.
Hermanos: meditando la lectura de hoy, contestemos: ¿Reconocemos a Nuestro Señor Jesucristo como el Mesías, como el Salvador del mundo? ¿Cuáles son las seguridades y esquemas a los que nos aferramos para no aceptar el vino nuevo de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a examinar nuestra fe y seguimiento a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Con la confianza puesta en Él, seamos críticos con nosotros mismos.
¡Jesús nos ama!
3. Oración
Padre eterno, Señor Dios nuestro, que cuidas a tu pueblo con misericordia y lo gobiernas con amor, por la intercesión del Papa san Gregorio concede el espíritu de sabiduría a quienes encomendaste la conducción de tu rebaño, y haz que la santidad de los fieles sea el gozo eterno de sus pastores.
Amado Jesús: tú eres el vino nuevo que debemos tomar para tener una vida renovada, permite, Señor, que seamos odres nuevos para recibir y guardar las gracias que nos concedes y que llevemos tu palabra a nuestros hermanos.
Espíritu Santo, que tu santa luz entre hasta el fondo del alma de todas las personas para que todos reconozcamos que Jesús es el Señor de señores, que Él es el Rey de reyes, el Amor de los amores.
Amado Jesús, misericordia pura, concede a almas del purgatorio la Gloria de tu Reino y protege a las personas moribundas en el tránsito hacia la vida eterna.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
4. Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Gregorio Magno:
«El diablo atacó al primer hombre, nuestro padre Adán, por una triple tentación: gula, vanidad y codicia. El diablo fue vencido por Cristo, quien fue tentado de manera parecida a aquella por la que fue vencido el primer hombre. Igual que la primera vez, lo tentó a través de la gula: “Di que estas piedras se conviertan en pan”; a través de la vanidad: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo”; y, a través del deseo violento de una buena situación, cuando le enseña todos los reinos del mundo y le dice: “Todo esto te daré si te postras y me adoras”.
Es preciso resaltar, que cuando fue tentado, el Señor replica con textos de la Santa Escritura. Hubiera podido echar a su tentador al abismo solo con la Palabra que Él mismo era. Y, sin embargo, no recurrió a su gran poder; tan solo le puso delante los preceptos de la Santa Escritura. Es así como Jesús nos enseña a soportar la prueba, de manera que cuando los malos nos hacen sufrir, nos vemos impulsados a recurrir a la buena doctrina, antes que a la venganza.
Comparen la paciencia de Dios con nuestra impaciencia. Nosotros cuando hemos soportado injurias o sufrido ofensas, en nuestro furor, tendemos a vengarnos, o bien amenazamos con hacerlo. Nuestro Señor Jesucristo carga con la adversidad del enemigo, sin contestarle de otra forma que con palabras pacíficas».
Queridos hermanos: estemos atentos para dejar que el Espíritu Santo vaya purificando nuestro seguimiento; esforcémonos en identificar aquellas seguridades a las que nos aferramos y que impiden una comunión plena con Jesús. Pidamos la gracia del Espíritu Santo para romper todos los esquemas mundanos y, así, recibir íntegramente la gracia de Nuestro Dios y no poner resistencia a convertir nuestro corazón a la novedad radical del Evangelio.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.