LUNES DE LA SEMANA XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN JUAN CRISÓSTOMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Señor, no te molestes; no soy yo digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano» Lc 7,6-7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,1-10

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quién estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió algunos ancianos judíos para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga». Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió algunos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “ve” y va; al otro: “ven” y viene; y a mi criado: “haz esto”, y lo hace». Al oír esto, Jesús se admiró de él y volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrada tanta fe». Y al volver a casa, los enviados encontraron al criado sano.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

Juan Crisóstomo nació en Antioquía, alrededor del año 349. Después de ser ordenado sacerdote se entregó con toda su alma a la predicación. En el año 397 fue designado obispo de Constantinopla. Su palabra, siempre clara e incisiva, le valió que reciba el sobre nombre de «Crisóstomo» («boca de oro»). Fue enviado al exilio al oponerse a la corrupción de los poderosos. Partió a la Casa del Padre el 14 de septiembre del año 407 en Camana Poetica, en la actual Turquía.

«El amor, para los cristianos, es caridad divina que une a los hermanos. En las cartas del exilio, es impresionante la vuelta de Juan Crisóstomo al tema del amor a Dios y al prójimo, de la caridad sentida como pasión viva y casi loca, fuente de verdadera alegría, cima de la pureza», Calogero Riggi, sacerdote.

El texto de hoy relata un episodio protagonizado por Jesús en Cafarnaún, cuando recibe el mensaje de un centurión romano, pidiéndole que cure a su siervo. Los centuriones pertenecían al imperio romano y tenían responsabilidades militares y políticas. Eran considerados paganos y los judíos creían que, si interactuaban con ellos, quedaban impuros.

El centurión, conociendo el poder de Jesús para sanar, envía a unos ancianos a pedirle a Jesús que cure a su siervo a la distancia, es decir, de palabra. Aun cuando tenía poder militar y político, se sentía indigno de que Jesús entre en su casa; sin embargo, tenía mucha fe en Jesús y sentía mucha estima a su siervo enfermo, e hizo todos los esfuerzos posibles para lograr su sanación.

Aun cuando ninguno de los dos interlocutores se conoce, Jesús y el centurión, el diálogo es cercano porque el centurión, con fe, reconoce la divinidad de Jesús y su dominio sobrenatural sobre la creación. Y Jesús se queda admirado de la nobleza y humildad de este centurión, y lo elogia diciendo que en ninguna persona de Israel había encontrado una fe tan grande; y, con su palabra eficaz, Jesús acorta la distancia.

Las palabras del centurión se han convertido en una de las más hermosas oraciones litúrgicas con que los fieles se preparan para comulgar: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

¡Si tuviéramos esa fe inquebrantable del centurión en Jesús! Es realmente admirable y nos llena de asombro. A la vez, es un maravilloso ejemplo que debemos cultivar con nuestra plena disponibilidad de servicio, y pidiendo al Espíritu Santo la gracia para alcanzar dicha fe.

Es también una lección, ya que a veces rechazamos a personas que no forman parte de nuestra comunidad e incluso de nuestro credo, pero que, sin embargo, son ejemplo de actitud y fe inquebrantable. Por ello, que la lectura de hoy sea un llamado para que confiemos nuestros planes a Nuestro Señor Jesucristo y nos abandonemos en Él, para conseguir la sanación de nuestro espíritu y la paz de nuestro corazón. Recordemos que la esencia de la fe es la humildad, aquella que nace en el reconocimiento de nuestra pequeñez ante la inmensidad de la bondad y el amor divino.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, especialmente, en el tipo de contacto que realiza el centurión con Nuestro Señor Jesucristo, es conveniente que nos preguntemos: ¿Cómo está nuestra confianza y fe en Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a confiar plenamente en Jesús, pidiendo la gracia de aumentar nuestra fe y liberarnos de la inseguridad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe.

Amado Jesús, acepta nuestro deseo de acercarnos más a tu sagrado corazón, te suplicamos nos envíes tu Espíritu Santo para que nos ayude a aumentar nuestra fe en tu bondad, y dar testimonio tuyo a través de nuestras vidas.

Amado Jesús, otórgale a la Iglesia la fe del centurión, que transformó su confianza y humildad en un prodigio de amor y de fe.

Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una oración de San Juan Crisóstomo:

«Santo Dios, Tú habitas entre tus santos. Tú eres alabado por los serafines con el himno que te proclama tres veces santo y glorificado por los querubines y adorado por todos los poderes celestiales. Tú has creado todo de la nada. Tú creaste al hombre y a la mujer a tu imagen y semejanza y los adornaste con todos los dones de tu gracia. Tú das sabiduría y entendimiento al suplicante, y no te olvidas del pecador, sino que has establecido el arrepentimiento como camino de la salvación. Has permitido que nosotros, tus indignos siervos, estemos ahora delante de la gloria de tu santo altar y te ofrezcamos adoración y alabanza.

Maestro, acepta este himno que te proclama tres veces santo también de los labios de nosotros, pecadores, y asístenos con tu bondad. Perdona nuestras transgresiones voluntarias e involuntarias, santifica nuestras almas y nuestros cuerpos y concédenos poder adorarte y servirte en santidad todos los días de nuestra vida, por la intercesión de la santa Madre de Dios y de todos los santos en quienes te has complacido a través de todos los tiempos».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de incrementar nuestra fe. Acompañemos estas peticiones con la oración frecuente y la meditación diaria de la Palabra, con el fin de conocer más a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, que la Santa Eucaristía sea nuestro alimento del alma.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.