VIERNES DE LA SEMANA XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN ROBERTO BELARMINO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA; IMPRESIÓN DE LAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

«Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el evangelio del reino de Dios» Lc 8,1.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades. María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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San Roberto Belarmino nació en Montepulciano (Italia) el 4 de octubre de 1542. Entró a la orden Jesuita y fue ordenado sacerdote el 25 de marzo de 1570. Se desempeño como profesor, prefecto de estudios y director espiritual en Lovaina; teniendo entre sus dirigidos a San Luis Gonzaga. También fue consultor del Santo Oficio y arzobispo de Capua. En Roma escribió la mayoría de sus obras, donde murió el 17 de septiembre de 1621, fue canonizado el 29 de junio de 1930 y declarado doctor de la Iglesia el 17 de septiembre de 1931.

El 17 septiembre todas las comunidades franciscanas celebran la impresión de las llagas de San Francisco de Asís. Pocos santos han influido tanto en la historia civil y eclesiástica de todos los tiempos como el “Pobrecillo de Asís”. Y pocos han vivido las máximas evangélicas como este hombre que se identificó tanto con Jesucristo crucificado, que mereció recibir en su cuerpo las señales de la Pasión.

En el pasaje evangélico de hoy, en la misma línea de la lectura de ayer, Jesús trae por los suelos todos los prejuicios en torno a la mujer, mostrándose audaz y sorprendente. Para Jesús, el hombre y la mujer tienen la misma dignidad como hijos y criaturas de Dios, a ambos los bendijo y les confió la creación.

Hombres y mujeres imitaban los ejemplos de Jesús. La naciente Iglesia estaba integrada por hombres y mujeres que renunciaron a su vida anterior para seguir a Jesús. San Lucas es el evangelista que narra el mayor número de episodios que destacan la relación entre Jesús y las mujeres.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La lectura resalta de manera especial el rol que cumplían las mujeres como seguidoras de Jesús. Ellas no se mantienen en el anonimato del gentío que sigue a Jesús, sino que, con una fidelidad especial, lo acompañan, desafiando las difíciles condiciones del camino itinerante de Nuestro Señor Jesucristo.

Como decía San Juan Pablo II: «Desde el comienzo de la misión de Cristo, la mujer muestra, con relación a él y a todo su misterio, una particular sensibilidad que corresponde a una de las características de su feminidad. Además, conviene señalar que esta verdad se confirma de manera particular en el misterio pascual, no solamente en el momento de la crucifixión, sino todavía más al amanecer del día de la resurrección. Las mujeres son las primeras en estar junto al sepulcro. Son las primeras que lo encuentran vacío. Son las primeras en oír: “No está aquí: ha resucitado, como había dicho” (Mt 28,6). Son las primeras en abrazar sus pies (Mt 28,9). También son las primeras llamadas a anunciar esta verdad a los apóstoles (Mt 28,1-10; Lc 24,8-11)».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Adoptamos la misma actitud de Jesús respecto a sus seguidores, hombres y mujeres? ¿Defendemos a las mujeres que sufren violencia o abusos machistas? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan dejar de lado los prejuicios y valorar el rol de todos, hombres y mujeres, en llevar la Palabra viva a todos los que necesitan conocer a Dios; así como ser coherentes con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, oh, Dios, que dotaste a San Roberto Belarmino, obispo, de admirable sabiduría y santidad para defender la fe de tu Iglesia, concede a tu pueblo, por su intercesión, alegrarse siempre en la integridad de esta misma fe.

Amado Jesús, por tu infinita bondad y misericordia, enséñanos a mirar con los ojos de tu amor a cada uno de nuestros semejantes, hombres y mujeres, para que podamos hacer realidad el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros.

Amado Jesús, envía tu Santo Espíritu para que cese el accionar de conductas violentas que van en contra de la mujer, de los niños en el vientre materno y de todas las personas vulnerables.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de la “Leyenda Mayor” franciscana:

«Elevándose, pues, a Dios a impulsos del ardor seráfico de sus deseos y transformado por su tierna compasión en aquel que a causa de su extrema caridad quiso ser crucificado: cierta mañana de un día próximo a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, mientras oraba en uno de los flancos del monte, vio bajar de lo más alto del cielo a un serafín que tenía seis alas tan ígneas como resplandecientes. En vuelo rapidísimo avanzó hacia el lugar donde se encontraba el varón de Dios, deteniéndose en el aire.

Apareció entonces entre las alas la efigie de un hombre crucificado, cuyas manos y pies estaban extendidos a modo de cruz y clavados a ella. Dos alas se alzaban sobre la cabeza, dos se extendían para volar y otras dos restantes cubrían todo su cuerpo.

Ante tal aparición, el santo quedó lleno de estupor y experimentó en su corazón un gozo mezclado de dolor. Se alegraba, en efecto, con aquella graciosa mirada con que se veía contemplado por Cristo bajo la imagen de un serafín; pero, al mismo tiempo, el verlo clavado en la cruz era como una espada de dolor compasivo que atravesaba su alma.

Estaba sumamente admirado ante una visión tan misteriosa, sabiendo que el dolor de la pasión de ningún modo podía avenirse con la dicha inmortal de un serafín. Por fin, el Señor le dio a entender que aquella visión le había sido presentada así por la divina Providencia para que el amigo de Cristo supiera de antemano que había de ser transformado totalmente en la imagen de Cristo crucificado, no por el martirio de la carne, sino por el incendio de su espíritu. Así sucedió, porque al desaparecer la visión dejó en su corazón un ardor maravilloso, y no fue menos maravillosa la efigie de las señales que imprimió en su carne».

Hermanos: hagamos el compromiso de seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y, sin prejuicios, respetemos la dignidad de todas las personas, hombres y mujeres. En la búsqueda de la coherencia entre nuestras creencias cristianas y nuestro accionar, es preciso que defendamos a las mujeres que están en riesgo y sufren violencia. Que la Santa Eucaristía, el pan de los ángeles, sea nuestro alimento para permanecer en continua acción de gracias con la Santísima Trinidad.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.