JUEVES DE LA SEMANA XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN PÍO DE PIETRELCINA

«Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven» Lc 10,23.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,7-9

En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Todo el mundo puede, y debe, propagar la gloria de Dios, y trabajar por la salvación de los hombres, llevando una vida cristiana, rezando constantemente al Señor: «Venga tu reino, que no caigamos en la tentación, y líbranos del mal». Esto es lo que debemos hacer, ofreciéndonos completa y continuamente al Señor para este fin». San Pío de Pietrelcina.

Hoy celebramos a San Pío de Pietrelcina, sacerdote franciscano, que en 1918 recibió la gracia de la transverberación del corazón y los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo que llevó en su cuerpo de manera visible durante cincuenta años.

Francesco Forgione nació en Pietrelcina, en la región italiana de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Ingresó a la orden los Hermanos Menores Capuchinos el 6 de enero de 1903; fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento el 10 de agosto de 1910. El 28 de julio de 1916 pasó a San Giovanni Rotondo, en Apulia, sirviendo al pueblo de Dios con oración y humildad mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación de los penitentes y el cuidad esmerado a los enfermos y a los pobres.

Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él. Murió el 23 de setiembre de 1968; fue beatificado y canonizado por San Juan Pablo II en 1999 y 2002, respectivamente.

En la lectura de hoy, las predicaciones y milagros de Jesús, así como los resultados prodigiosos de la misión de los Doce, llegan a oídos del tetrarca Herodes Antipas, quien se inquieta por ello. Esta inquietud de Herodes no es por un tema de fe, ni de conciencia, sino que se debía a los comentarios que escuchaba de Jesús y sus discípulos.

Herodes Antipas gobernó Galilea entre los años 4 y 39, después del nacimiento de Cristo; era hijo de Herodes el grande, que gobernó Palestina entre los años 37 antes de Cristo, hasta el año 4 después del nacimiento de Cristo. Fue quien mandó matar a los niños de Belén. Posteriormente aparece Herodes Agripa, que gobernó Palestina entre los años 41 y 44 después de Cristo y que mató al apóstol Santiago.

Herodes Antipas no puede situar e identificar a Jesús, ya que, en un arranque de crueldad, había mandado matar a Juan Bautista, y sus indagaciones eran sinónimo de amenaza porque era un hombre sediento de poder.

Circulaban muchos rumores sobre Jesús; muchos coincidían en señalarlo como un nuevo profeta, ellos no tenían una percepción clara sobre su identidad, estaban muy lejos de conocer la verdad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

En la actualidad, son muchas las personas que desean saber de Nuestro Señor Jesucristo, que desean conocerlo y vivir una experiencia de cercanía plena con él. Estos deseos de nuestros hermanos, muchas veces intensos y otras veces frágiles, precisan de nuestro testimonio de que Nuestro Señor Jesucristo es la respuesta a todas nuestras búsquedas y a toda situación que vivimos, incluyendo las más difíciles.

Nuestro Señor Jesucristo humano y divino, siempre estará cercano a nuestros anhelos. Por ello, «Alegrémonos, pues llegará el día en que cantaremos a nuestro dulcísimo amante, descanso dulcísimo de todos los corazones enamorados de sus bellezas, himnos más alegres. Alegrémonos, te digo, pues llegará el día, y yo lo espero, en el que nuestro corazón ya no sufrirá por el remordimiento cruel de no amar suficientemente al dulce Señor», San Pío de Pietrelcina.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, respondamos: ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo actuamos cuando estamos cerca de personas que, en sus búsquedas, desean conocer a Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan contribuir a que, solidariamente y con misericordia, contribuyamos a que otras personas conozcan a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Dios Padre, todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío de Pietrelcina la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos por su intercesión, que, compartiendo los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de su resurrección.

Padre eterno, protege a los que se han consagrado en el mundo al servicio de la humanidad para que, con libertad de espíritu y sin desánimo, puedan alcanzar sus ideales cristianos.

Amado Jesús, deseamos conocerte más, amarte más, queremos seguirte con fidelidad y transmitir tu mensaje de amor y misericordia a todos nuestros hermanos en el mundo.

Padre eterno, te suplicamos admitas en tu reino a todos los difuntos de todo tiempo y lugar para que puedan contemplar tu rostro. Protege Señor a las almas de los agonizantes para que lleguen a tu reino.

¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de un escrito de San Pío de Pietrelcina:

«Jesús se complace en comunicarse con las almas sencillas; esforcémonos en adquirir esta hermosa virtud, tengámosla en gran aprecio. Jesús dijo: “Si no os hacéis como niños, no entrareis en el reino de los cielos”. Pero, antes de enseñarnos esto con palabras, lo había practicado él mismo con los hechos. Se hizo niño y nos dio ejemplo de aquella sencillez que después enseñó también con palabras. Desterremos de nuestro corazón la prudencia humana, teniéndola muy lejos del corazón. Esforcémonos por tener siempre una mente pura en sus pensamientos, recta en sus ideas, siempre santa en sus intenciones.

Mantengamos siempre una voluntad que no busque otra cosa que a Dios y su gloria. Si nos esforzamos por avanzar en esta hermosa virtud, el que nos la enseñó nos enriquecerá siempre con nuevas luces y mayores dones celestiales.

Tengamos siempre ante los ojos de la mente nuestra condición de sacerdotes y, hasta que no lleguemos a decir con San Pablo a todos, sin miedo a mentirles: “Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo”, no dejemos de progresar continuamente en esta hermosa virtud de la sencillez.

Pero no daremos un solo paso en esta virtud, sino intentamos vivir en una paz santa e inalterable. Dulce es el yugo de Jesús, su peso ligero; por eso, no dejemos al enemigo que se insinúe a nuestro corazón para arrebatarnos esta paz».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu para conocer más los misterios de amor de Nuestro Señor Jesucristo, y ayudar a que nuestros hermanos que lo buscan por lugares equivocados encuentren su amor y misericordia. Pidamos siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.