JUEVES DE LA SEMANA XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN JERÓNIMO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«El reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra» Mt 13,45-46.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Mateo 13,47-52

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que se echa al mar y atrapa toda clase de peces; cuando está llena, la sacan a la orilla y sentándose recogen los buenos en canastos. Lo mismo sucederá al fin de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Han entendido bien todo esto?». Ellos le contestaron: «Sí». Entonces Jesús les dijo: «Todo escriba que se haya hecho discípulo del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«San Jerónimo, «enamorado» de la Palabra de Dios, se preguntaba: «¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?» (Ep. 30, 7). Así, la Biblia, instrumento «con el que cada día Dios habla a los fieles» (Ep. 133, 13), se convierte en estímulo y manantial de la vida cristiana para todas las situaciones y para todas las personas?» (Papa emérito Benedicto XVI).

Hoy celebramos a San Jerónimo, doctor de la Iglesia, un santo apasionado por las Escrituras, que tenía el firme convencimiento de que la vida del ser humano debe estar siempre de acuerdo con la Palabra divina, ya que, viviéndola, se puede comprender. San Jerónimo nos enseña que la lectura orante y el diálogo con la Palabra, forman parte de la presencia de Dios entre nosotros. En este diálogo, es fundamental la invocación al Espíritu Santo y la oración.

Su nombre completo era Sofronio Eusebio Jerónimo; nació en Estridón (Yugoslavia) en el año 347 en medio de una familia cristiana, y murió el 30 de setiembre del 420 en Belén. Tras ser bautizado en el año 386, se dedicó a una vida ascética; vivió como eremita en Oriente. Estudió griego y hebreo, y transcribió códices y obras patrísticas. En el año 382, en Roma, fue elegido por el papa Dámaso, secretario y consejero; posteriormente logró la traducción latina de los textos bíblicos, “La Vulgata”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que tus manos no dejen nunca el texto sagrado. Asimila lo que debes enseñar y mantente unido a la Palabra de la fe, que es conforme a la enseñanza, a fin de que puedas exhortar basándote en una doctrina sana y puedas refutar victoriosamente a los adversarios» (San Jerónimo).

El Reino de los cielos está escondido en nuestro corazón, en nuestro prójimo, en la naturaleza, en nuestro alrededor, en todas las experiencias de nuestras vidas. Busquémoslo y descubrámoslo, es lo más precioso que podemos encontrar en nuestras vidas. Y es gratuito, no dejemos pasar estas oportunidades.

Así como el comerciante, que se esfuerza por encontrar perlas preciosas; esforcémonos también nosotros para encontrar la hermosa perla del Reino de Dios. Todos los días tenemos esta oportunidad y en la Palabra de Dios está cómo encontrar el Reino. Ayudemos también a que otras personas busquen este tesoro, lo encuentren y se dediquen a extenderlo. Que nadie pierda la oportunidad de encontrar ese maravilloso tesoro, o de buscar y encontrar esa hermosa perla.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿Cómo buscamos el Reino de los cielos? ¿Somos pacientes y misericordiosos con nuestro prójimo? ¿Ayudamos a nuestros hermanos que están alejados de Dios a acercarse a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Somos conscientes de que la Palabra de Dios es nueva a cada instante?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a encontrar, con alegría, el tesoro escondido o la perla preciosa del Reino de los cielos y ayudemos a promoverlo y a extenderlo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno: tú que concediste a San Jerónimo una estima tierna y viva por las Sagradas Escrituras, haz que la humanidad se alimente de tu Palabra con mayor abundancia, y encuentre en ella la fuente de la verdadera vida.

Amado Jesús, estamos dispuestos a cumplir tu Palabra, concédenos las gracias del Espíritu Santo para que contribuyamos a extender el Reino de los cielos.

Espíritu Santo: fortalece, ilumina e inspira a la Iglesia para que extienda el Reino de los cielos a todos los confines de la tierra, llevando la Palabra y haciéndola realidad.

Padre misericordioso, te suplicamos que extiendas también tu Reino a las almas de los difuntos, en especial a todos aquellos que partieron sin conocerte y alejados de ti. Ten misericordia Padre eterno.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través de un texto de San Jerónimo:

«Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: “Estudiad las Escrituras”, y también: “Buscad, y encontraréis”, para que no tenga que decirme, como a los judíos: “Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios”. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, “Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios”, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.

Por esto, quiero imitar al padre de familia que del arca va sacando lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: “He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo”; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: “¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva!”. Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo?”. Y él responde: “Aquí estoy, mándame”.

Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres.

¿Para qué voy a hablar de física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter misterioso y profundo: “Cualquier visión se os volverá —dice— como el texto de un libro sellado”: se lo dan a uno que sabe leer diciéndole: “Por favor, lee esto”. Y él responde: “No puedo, porque está sellado”. Y se lo dan a uno que no sabe leer, diciéndole: “Por favor, lee esto”. Y él responde: “No sé leer”.

Y, si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo que dice el Apóstol: “De los profetas, que prediquen dos o tres, los demás den su opinión. Pero en caso de que otro, mientras está sentado, recibiera una revelación, que se calle el de antes”. ¿Qué razón tienen los profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que era Dios quien hablaba en su interior como dice uno de ellos: “El ángel que hablaba en mí”, y también: Que clama en nuestros corazones: “¡Abbá! (Padre)”, y, asimismo: “Voy a escuchar lo que dice el Señor”».

Queridos hermanos: en este día de San Jerónimo, hagamos el compromiso de que la Palabra de Dios sea una fuente de luz para nuestro camino. Que la lectura orante de la Palabra sea parte de nuestro alimento celestial de todos los días. Acudamos también a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y recemos el Santo Rosario.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.