LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
«Si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían ustedes a ese árbol: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y les obedecería» Lc 17,6.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. ¡Tengan cuidado! Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “me arrepiento”, lo perdonarás». Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor contestó: «Si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían ustedes a ese árbol: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y les obedecería».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Sin responder directamente a su petición, Jesús recurre a una imagen paradójica para expresar la increíble vitalidad de la fe. Como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, incluso una pizca de fe, es capaz de realizar cosas impensables, extraordinarias» (Papa Emérito Benedicto XVI).
El pasaje evangélico de hoy se encuentra también en Mc 9,42 y en Mt 18,6-7.15-22. Contiene las siguientes tres instrucciones que Jesús dio a sus discípulos: la primera, evitar los escándalos, haciendo una dura advertencia al que los provoque; la segunda, estar en guardia para perdonar siempre al hermano; y, la tercera, ante la propia conciencia de los apóstoles de su fe débil y limitada, Jesús hace un llamado al ejercicio activo de la fe, revelando las maravillas que puede realizar si es madura y auténtica.
De esta manera, Jesús agrupa el escándalo, el perdón y la importancia de la fe viva y operante, en una clara enseñanza para todo cristiano dispuesto a servir al prójimo con una firme fidelidad a quién nos llamó a su servicio.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo se dirige a todas las comunidades, empezando por la comunidad fundamental, que es la familia. Él desea que también seamos responsables de la espiritualidad de nuestro prójimo; en tal sentido, nos advierte que debemos evitar escandalizar a cualquier persona, nos exhorta al perdón fraterno y nos invita a cultivar la fe. Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo nos pide que las obras que realicemos sean una demostración de nuestra fe, porque la fe realiza prodigios si se pide a Dios con humildad y confianza.
Cuántas veces nosotros también, al igual que los apóstoles, nos hemos sentimos incapaces de realizar un seguimiento fiel a Nuestro Señor Jesucristo y le hemos pedido que aumente nuestra fe. Y pedir la fe equivale a pedir la fuerza del Espíritu Santo, la misma fuerza que recibieron los apóstoles después de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Así mismo, en esta lectura Jesús se refiere a los que escandalizan a los niños, los pequeños e indefensos; una situación que ocurre también en la actualidad con el aborto y los atentados contra la pureza de la niñez a través de los mecanismos de la ideología de género, inspirada en la oscuridad.
Hermanos: con estas reflexiones, es conveniente que proyectemos la lectura a nuestra vida y respondamos de corazón: ¿Perdonamos con facilidad a nuestros hermanos? ¿Cómo practicamos nuestra fe? ¿Pedimos a Dios que aumente nuestra fe? ¿Defendemos a la niñez y a los indefensos de los ataques del mundo?
Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a aumentar y consolidar nuestra fe a través de la oración al Espíritu Santo y de su ejercicio constante mediante el servicio en favor de las personas más necesitadas en nuestras familias, comunidades y múltiples entornos.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre del cielo: gracias eternas porque, aunque pecadores, somos tus hijos, a quienes nos has entregado tu inagotable misericordia a través de tu único Hijo Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, anímanos y concédenos la fortaleza para que con nuestro ejemplo llevemos a muchas personas al conocimiento y práctica de tus enseñanzas y, así, contribuyamos a un mundo más justo.
Espíritu Santo: amor del Padre y del Hijo, otórganos la sabiduría, el discernimiento y la fe para mantenernos alejados de las tentaciones de la vanagloria, del orgullo y de hacer las cosas para recibir gratitud.
Amado Jesús, extiende tu rostro de perdón a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, especialmente, a los que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía del papa emérito Benedicto XVI:
«Jesús educó a sus discípulos a crecer en la fe, a creer y a confiar cada vez más en él, para construir su propia vida sobre roca. Por esto le piden: “Auméntanos la fe” (Lc 17,6). Es una bella petición que dirigen al Señor, es la petición fundamental: los discípulos no piden bienes materiales, no piden privilegios; piden la gracia de la fe, que oriente e ilumine toda la vida; piden la gracia de reconocer a Dios y poder estar en relación íntima con él, recibiendo de él todos sus dones, incluso los de la valentía, el amor y la esperanza.
Sin responder directamente a su petición, Jesús recurre a una imagen paradójica para expresar la increíble vitalidad de la fe. Como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, incluso una pizca de fe es capaz de realizar cosas impensables, extraordinarias, como arrancar de raíz un árbol grande y trasplantarlo en el mar (Lc 17,6). La fe —fiarse de Cristo, acogerlo, dejar que nos transforme, seguirlo sin reservas— hace posibles las cosas humanamente imposibles, en cualquier realidad. Nos da testimonio de esto el profeta Habacuc… Implora al Señor a partir de una situación tremenda de violencia, de iniquidad y de opresión; y precisamente en esta situación difícil y de inseguridad, el profeta introduce una visión que ofrece una parte del proyecto que Dios está trazando y realizando en la historia: “El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe” (Ha 2,4). El impío, el que no actúa según la voluntad de Dios, confía en su propio poder, pero se apoya en una realidad frágil e inconsistente; por ello se doblará, está destinado a caer; el justo, en cambio, confía en una realidad oculta pero sólida; confía en Dios y por ello tendrá la vida.
La fe os da la fuerza de Dios para tener siempre confianza y valentía, para seguir adelante con nueva decisión, para emprender las iniciativas necesarias a fin de dar un rostro cada vez más bello a vuestra tierra. Y cuando encontréis la oposición del mundo, escuchad las palabras del Apóstol: “No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor” (2Tm 1,8). Hay que avergonzarse del mal, de lo que ofende a Dios, de lo que ofende al hombre; hay que avergonzarse del mal que se produce a la comunidad civil y religiosa con acciones que se pretende que queden ocultas. La tentación del desánimo, de la resignación, afecta a quien es débil en la fe, a quien confunde el mal con el bien, a quien piensa que, ante el mal, con frecuencia profundo, no hay nada que hacer. En cambio, quien está sólidamente fundado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza extraordinaria del Evangelio. Así se comportaron los santos y santas que florecieron a lo largo de los siglos… así como laicos y sacerdotes de hoy, conocidos por vosotros… Que sean ellos quienes os mantengan siempre unidos y alimenten en cada uno el deseo de proclamar, con las palabras y las obras, la presencia y el amor de Cristo».
Queridos hermanos: reconozcamos que todo lo que tenemos en nuestras vidas son dones que Dios nos ha otorgado. Pidamos siempre a Dios Padre y a Nuestro Señor Jesucristo que nos envíen y consoliden la fuerza del Espíritu Santo, que es la misma fe.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.