LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
«Ningún siervo puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero» Lc 16,13.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16,9-15
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «Gánense amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falte, los reciban a ustedes en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; el que no es honrado en lo poco tampoco en lo mucho es honrado. Si no fueron de confianza con el injusto dinero, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no fueron fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún siervo puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero». Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaron de él. Jesús les dijo: «Ustedes presumen de justos delante de la gente, pero Dios conoce sus corazones. Lo que parece valioso a los hombres, es despreciable para Dios».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Es necesaria una decisión fundamental para elegir entre Dios y “mammona” (en arameo significa tesoro, dinero); es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos» (Papa Emérito Benedicto XVI).
El pasaje evangélico de hoy se encuentra después de la parábola del administrador astuto que meditamos ayer, y en la que Jesús no alabó las artimañas del administrador, sino más bien su astucia y sagacidad para prever el difícil futuro que iba a enfrentar.
En el texto de hoy Jesús señala que las riquezas y el dinero deben ser empleados para el servicio a los demás. Así mismo, precisa que la confianza de Dios en el hombre empieza en las cosas pequeñas y que la riqueza no debe oscurecer la visión, ni distorsionar el comportamiento del ser humano.
Los fariseos se burlan de él, por eso Jesús se dirige con dureza a su falsa justicia y arrogancia. Una falsa justicia que se sustentaba en el egoísmo y en un legalismo rígido que era incoherente con el verdadero espíritu de la Ley. Y una arrogancia basada en una lógica humana totalmente distanciada de los criterios divinos.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Muchos economistas seguramente se burlarían de la “teoría económica” de Jesús; sin embargo, Jesús nos recuerda a todos que las teorías económicas y de otros campos del saber humano, cambian continuamente, mientras que la Ley del Señor es inmutable.
En este sentido, Nuestro Señor Jesucristo expresa con claridad una novedad radical: que los bienes terrenales son pasajeros, por lo que no debemos apegarnos a ellos. Quien se deja seducir por la tentación del egoísmo y de la excesiva acumulación del dinero y de bienes materiales, sin ponerlos al servicio del prójimo, termina excluyendo a Dios, porque no se puede servir a dos señores.
Ante estas tentaciones, la humildad es una de las virtudes que debemos practicar y pedir al cielo. El primer paso es el pleno convencimiento y reconocimiento de que todos los dones espirituales y materiales que poseemos, incluyendo nuestra vida, los hemos recibido de Dios. El segundo paso consiste en la práctica de actos de humildad en favor de nuestros hermanos más necesitados, con el propósito permanente de reconocer y superar nuestras debilidades espirituales.
Hermanos: meditando la lectura, respondamos de corazón: ¿Los bienes materiales que Dios nos ha confiado, los usamos para la construcción del Reino de Dios? ¿Actuamos con humildad para cuidar las cosas pequeñas y grandes en nuestra vida? ¿Cuál es nuestra actitud frente a la pobreza, frente a las injusticias contra los más vulnerables y ante la corrupción que golpea nuestra sociedad?
Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a fortalecer nuestra humildad y administrar mejor los dones que Dios nos ha otorgado y, también, a participar más activamente en la lucha contra la pobreza y la corrupción.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno, envía personas hábiles que, siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y llenos del Espíritu Santo, enseñen a la humanidad a administrar de manera equilibrada y justa los recursos naturales y todos los bienes que tú nos has otorgado.
Amado Jesús, queremos vivir nuestras vidas como un don del cielo que deseamos compartir con los demás; otórganos los dones del Espíritu Santo para que, libres de temor y protegidos por tu amor, podamos hacer un buen uso de los bienes materiales.
Amado Jesús, extiende tu rostro de perdón a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, especialmente, a los que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una catequesis de San Juan Pablo II:
«Jesús afirma que todos necesitan tomar una opción fundamental acerca de los bienes de la tierra: liberarse de su tiranía. Nadie -dice- puede servir a dos señores. O se sirve a Dios o se sirve al dinero (cf. Lc 16,13; Mt 6,24). La idolatría de ‘mammona’, o sea del dinero, es incompatible con el servicio a Dios. Jesús nos hace notar que los ricos se apegan más fácilmente al dinero (llamado con el término arameo mammona, que significa tesoro), y les resulta difícil dirigirse a Dios: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios! Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios” (Lc 18,24-25).
Jesús advierte acerca del doble peligro de los bienes de la tierra, a saber, que con la riqueza el corazón se cierre a Dios, y se cierre también al prójimo, como se ve en la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Sin embargo, Jesús no condena de modo absoluto la posesión de los bienes terrenos: le apremia más bien recordar a quienes los poseen el doble mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo. Pero, a quien puede y quiere comprenderlo, pide mucho más».
Queridos hermanos: hagamos el compromiso de analizar si los bienes materiales que el Señor nos ha otorgado y confiado, los usamos para la construcción del Reino de los cielos. Así mismo, de manera deliberada, nos comprometemos a realizar obras de humildad y misericordia con los bienes materiales y espirituales que Dios nos ha dado.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.