MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN LEÓN MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Levántate y anda, tu fe te ha salvado» Lc 17,19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas, 17,11-19

En aquel tiempo, mientras Jesús iba camino a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se detuvieron a cierta distancia y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Vayan y preséntense a los sacerdotes». Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate y anda, tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo … Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor» (Salmo 115).

San León Magno nació en Toscana, Italia. Llegó a ser secretario del papa San Celestino y de Sixto III. Fue elegido papa el año 460, convirtiéndose en el papa más importante de su siglo, ya que sus acciones fueron decisivas para el destino de la Iglesia y del Imperio. Durante su pontificado se realizó el Concilio de Calcedonia y salvó a Roma de la invasión de los hunos, guiados por Atila. Murió el año 461 y fue reconocido por el sobrenombre de “Grande”.

En el texto de hoy, diez leprosos se acercan a Jesús buscando ser curados y Jesús los envía a los sacerdotes para que los purifiquen de acuerdo con la Ley. Todos obedecieron y en el camino, quedaron curados.

Los diez recibieron el mismo beneficio; sin embargo, solo uno, un samaritano, aquel de quien menos se esperaba, reacciona alabando y agradeciendo la acción misericordiosa y gratuita de Jesús, que fue la sanación de su cuerpo y luego de su alma. Mientras tanto, los otros nueve, que pertenecían al pueblo elegido, no regresaron a agradecer. Recordemos que los judíos del sur tenían muchos prejuicios religiosos, políticos y sociales contra ellos; sin embargo, Jesús, rompiendo esquemas nuevamente, pone de ejemplo a un samaritano ante todos, señalando que no hay nada más valioso que el ser humano.

Este milagro de Jesús superó ampliamente el significado de la curación de la lepra, para situarse en el nivel de la salvación del alma que Dios otorga como resultado de la fe.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El texto de hoy une la obediencia, la fe y el agradecimiento en la persona del samaritano leproso que regresó alabando a Dios. Este episodio resume la vida del creyente que, obediente y ante la curación recibida, no duda en aceptar el don de Dios, agradeciendo y alabando.

Nuestro Señor Jesucristo llena de esperanza a los diez leprosos cuando los envía a los sacerdotes; esta obediencia se convierte en fe y camino de salvación para el samaritano agradecido. Nuestro Señor Jesucristo, también hoy, llena a la humanidad de esperanza, mostrándose compasivo y misericordioso con todos, incesantemente. Somos nosotros quienes, muchas veces, somos desobedientes y no somos conscientes de que todo lo que tenemos, incluso la vida, son dones gratuitos de Dios.

Esto ocurre porque a veces adoptamos algunos estilos de vida que ponen al esfuerzo humano por encima de la acción de Dios. Basta ver cómo el mundo promueve el aborto, la eutanasia, la ideología de género, el egoísmo, entre otras conductas.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Somos agradecidos por todos los dones que Dios nos otorga en nuestras vidas? ¿Somos agradecidos con las personas que nos ayudan? ¿Somos compasivos y misericordiosos con las personas más necesitadas?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a redescubrir la dimensión de la gratuidad de la vida en nuestros hermanos más necesitados, y a ser agradecidos con la Santísima Trinidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que no permites que el poder del infierno derrote a tu Iglesia, fundada sobre la firmeza de la roca apostólica, concédele, por los ruegos del papa san León Magno, permanecer siempre firme en la verdad para que goce de una paz duradera.

Amado Jesús, tú que eres compasivo y misericordioso, concédenos un corazón obediente y agradecido contigo, con Dios Padre y con Dios Espíritu Santo, para que seamos testigos y testimonios sinceros de tu compasión y misericordia.

Espíritu Santo: otórganos la sabiduría, el discernimiento y la fe para mantenernos alejados de las tentaciones de desobediencia y desagradecimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos la pasión de Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San León Magno:

«Por tanto, todo lo que el Hijo de Dios hizo y enseñó con miras a la reconciliación del mundo, no sólo lo conocemos por el relato de sus hechos pretéritos, sino que también lo experimentamos por la eficacia de sus obras presentes.

Él mismo, nacido de la Virgen Madre por obra del Espíritu Santo, es quien fecunda con el mismo Espíritu a su Iglesia incontaminada, para que, mediante la regeneración bautismal, sea engendrada para Dios una multitud innumerable de hijos, de los cuales se afirma que “traen su origen no de la sangre, ni del deseo carnal, ni de la voluntad del hombre, sino del mismo Dios”. Es en él mismo en quien es bendecida la posteridad de Abrahán por la adopción del mundo entero, y en quien el patriarca se convierte en padre de las naciones, cuando los hijos de la promesa nacen no de la carne, sino de la fe. Él mismo es quien, sin exceptuar pueblo alguno, constituye, de cuantas naciones hay bajo el cielo, un solo rebaño de ovejas santas, cumpliendo así día tras día lo que antes había prometido: “Tengo otras ovejas que no son de este redil; es necesario que las recoja, y oirán mi voz, para que se forme un solo rebaño y un solo pastor”.

Aunque dijo a Pedro, en su calidad de jefe: “Apacienta mis ovejas”, en realidad es él solo, el Señor, quien dirige a todos los pastores en su ministerio; y a los que se acercan a la piedra espiritual él los alimenta con un pasto tan abundante y jugoso que un número incontable de ovejas, fortalecidas por la abundancia de su amor, están dispuestas a morir por el nombre de su pastor, el buen pastor, que se dignó dar la propia vida por sus ovejas.

Y no sólo la gloriosa fortaleza de los mártires, sino también la fe de todos los que renacen en el bautismo, por el hecho mismo de su regeneración, participa en sus sufrimientos. Así es como celebramos de manera adecuada la Pascua del Señor, con ázimos de pureza y de verdad: cuando, rechazando la antigua levadura de maldad, la nueva creatura se embriaga y se alimenta del Señor en persona. La participación del cuerpo y de la sangre del Señor, en efecto, nos convierte en lo mismo que tomamos y hace que llevemos siempre en nosotros, en el espíritu y en la carne, a aquel junto con el cual hemos muerto, bajado al sepulcro y resucitado».

Queridos hermanos: todo es gracia, empezando por el don de la vida. Reconozcamos que todo lo que tenemos son dones que Dios nos ha otorgado gratuitamente y nosotros debemos reconocer su autoría y agradecer a Dios por tanto amor, bondad y misericordia. Que nuestra obediencia se manifieste a través de nuestras oraciones de alabanza y mediante obras de misericordia.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.