DOMINGO DE LA SEMANA XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

«Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Jn 18,37.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 18,33b-37

En aquel tiempo, Pilato dijo a Jesus: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesus le contestó: «Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesus le contestó: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que yo cayera en manos de los judíos. Pero no, Reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Con que, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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En el último domingo del año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, instaurada por el Papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925.

Hoy meditamos un segmento del texto en el que las autoridades judías buscan la pena capital para Jesús con una acusación destinada a preocupar a Pilatos: «Jesús rey de los judíos». Por ello, ante las preguntas del gobernador, Jesús afirma: «Mi Reino no es de este mundo».

En el momento en el que Jesús transita por un estado de debilidad humana, porque está prisionero y es procesado por el poder mundano como un criminal, en ese momento, Jesús da fe de su realeza universal, la de un rey que corona a los humildes de corazón. Así mismo, Jesús equipara esta realeza con la Verdad eterna, que Él mismo representa. En suma, un reino y una verdad que son oferta de salvación para la humanidad. Por ello, pidámosle hoy al Señor la fuerza y el coraje para escuchar su voy y convertirla en acciones de amor y fraternidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nosotros, como miembros del pueblo de Dios, hemos recibido de la Santísima Trinidad la misión de participar en la construcción del Reino de los cielos, «el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz», tal como reza el Prefacio de hoy. Un reino donde los pobres y los que sufren son especialmente amados.

Por ello, en medio de la falta de fe, de la corrupción, de la injusticia y el accionar equivocado del mundo, se hace presente el señorío y realeza de Nuestro Señor Jesucristo a través del auténtico seguimiento cristiano de los creyentes y de las comunidades.

«Todo el que es de la verdad escucha mi voz», dice el Señor. Es la voz fundamental en los momentos actuales, en una humanidad atrapada en ideologías y poderes transitorios que ignora e intenta acallar la voz y los dolores de los débiles e indefensos. En este sentido, quienes seguimos a Nuestro Señor Jesucristo debemos escuchar estas voces y salir valientemente en defensa de los débiles, porque quien es de la Verdad, escucha su voz.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que la creación entera, liberada de la esclavitud, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.

Amado Jesús, te pedimos que la Iglesia sea portadora de vida y del reinado de justicia, misericordia y paz que trajiste a la humanidad.

Amado Jesús, Rey Nuestro, envíanos los dones de tu Santo Espíritu para que nos sometamos a tu majestad, amándonos unos a otros como tú nos has amado y podamos ser dignos de entrar en tu reino. Te pedimos que seas el soberano de nuestro corazón, de nuestro mundo interior.

Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, con una homilía de San Juan Pablo II:

«El presente domingo concluye el ciclo del año litúrgico y está significativamente dedicado a Cristo, Rey del universo, como para prefigurar la conclusión de la historia terrena con el Adviento final y glorioso del Señor resucitado. Él, con su victoria sobre todas las fuerzas del mal, llevará a término la edificación de ese «reino de Dios» que ya ha tenido su comienzo aquí abajo con la realidad de la Iglesia peregrina y militante.

Esta hermosa solemnidad, que nos lleva a ampliar nuestra mirada de fe a las perspectivas futuras de la regeneración final del mundo y de la liberación definitiva de los elegidos, fue instituida, como se sabe, por el Papa Pío XI en 1925 con la Encíclica «Quas primas».

Al contemplar a Cristo, Rey del universo, el cristiano es invitado a no dejarse atemorizar por la turbadora experiencia del mal. A veces, en efecto, parece que las fuerzas del error triunfan sobre las de la verdad, la injusticia sobre la justicia, la división y la guerra sobre la paz y la concordia entre los hombres.

Esta fiesta nos hace esperar, con reverencial temor de Dios, el Adviento de Cristo «Juez de vivos y muertos», como rezamos en el Credo; nos hace esperar, con respetuosa atención hacia los misteriosos decretos de la Providencia, esa «hora del Señor», en la que cada uno recibirá el fruto de sus obras, tanto para bien como para mal. Lo que la justicia humana no ha sabido o querido resolver ahora y aquí abajo, será resuelto entonces y de una forma irrefutable y perfecta.

Entretanto, nos toca a nosotros, discípulos del divino Maestro, comprometernos bajo su guía en la edificación gradual y progresiva de ese reino de justicia y de paz, de gracia y de amor, que nos ha merecido con su bendita pasión y muerte, derrotando las fuerzas del pecado, de la muerte y del Maligno. La vida cristiana es, en efecto, una lucha, un «buen combate», por usar las palabras de San Pablo (1 Tim 1,8), en que cada uno debe luchar por la consecución de los valores verdaderos y más altos, que son los de la virtud, la caridad y la unión con Dios. Seguir a Cristo que nos guía a su reino, quiere decir, en definitiva, seguirlo en la búsqueda del «rostro del Padre», con el deseo ferviente de verlo un día «tal como es» (1 Jn 3,2).

Que la Santísima Virgen María endulce la fatiga del camino, nos haga más llevaderas las exigencias del combate espiritual, nos infunda valentía en la lucha y en soportar las pruebas, y así, sostenidos por Ella, llegaremos felizmente allí dónde reinan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo».

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.