MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SANTOS ANDRÉS DUN-LAC Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

«Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí. Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios» Lc 21,13-15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,12-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, entregándolos a las sinagogas y a las cárceles, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi Nombre. Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí. Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios. E incluso serán traicionados por sus padres, y parientes, y hermanos, y amigos. A algunos de ustedes los matarán, y todos los odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de su cabeza se perderá; gracias a su perseverancia, salvarán sus vidas».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy, en una común celebración, se venera a los ciento diecisiete mártires de los siglos XVIII y XIX, de las regiones asiáticas de Tonkin, Annam y Cochinchina; ocho de ellos eran obispos, otros muchos presbíteros, además de un gran número de fieles de ambos sexos y de toda condición y edad, todos los cuales prefirieron el destierro, las cárceles, los tormentos y los extremos suplicios, antes que pisotear la cruz y desviarse de la fe cristiana.

Andrés Dung – Lac fue un sacerdote católico vietnamita que fue decapitado en Dại Nam, en Vietnam, bajo el reinado de Minh Mang en el año 1839. Él y sus compañeros mártires fueron proclamados santos por el papa San Juan Pablo II, el 19 de junio de 1988.

El pasaje evangélico de hoy se encuentra a continuación del texto que meditamos ayer, sobre “la destrucción del templo” o “primeras señales del fin de los tiempos”. Jesús presenta la persecución de sus discípulos como una gran señal precursora de la plena manifestación de Reino de Dios. La persecución no debe ser un estímulo para huir de la sociedad, sino el camino para llegar al cielo. Como señala San Pablo a Timoteo, todo aquel que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido; esto es porque seguir a Jesús es un proceder que desentona con los criterios y la lógica mundana.

Por eso Jesús hace un llamado a testimoniar su amor, y señala la forma cómo enfrentar las pruebas extremas de seguimiento a sus enseñanzas, ya que, en esos momentos, será el Espíritu Santo, el Paráclito, quien argumente a través de sus discípulos. De esta manera, empieza a ser efectiva la bienaventuranza de la persecución por causa de Nuestro Señor Jesucristo porque ante cualquier adversidad, sabemos que la Santísima Trinidad está con nosotros: «Ni un cabello de su cabeza se perderá; gracias a su perseverancia, salvarán sus vidas». El Espíritu Santo nos dará un espíritu tenaz, innovador, transformador y fraterno.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos llama a vivir responsablemente; para ello, debemos invocar siempre la asistencia del Espíritu Santo que nos garantiza la capacidad de resistir las pruebas extremas, incluyendo la persecución. Como afirma San Gregorio, es como si el Señor dijera: “No se atemoricen. Ustedes van a la pelea, pero soy yo quien peleo. Ustedes son los que pronuncian las palabras, pero soy yo el que hablo”.

Nuestro Señor Jesucristo hace también un llamado a la perseverancia acompañada de la vigilancia, de la oración y de las obras de misericordia, porque es inevitable el antagonismo ente la luz y las tinieblas, entre Nuestro Señor Jesucristo y el padre de la maldad, entre la verdad y la mentira, entre el amor y el egoísmo, entre la libertad y la esclavitud del pecado.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Invocamos al Espíritu Santo en nuestras actividades diarias y cuando atravesamos tribulaciones? ¿Testimoniamos con valentía a Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a tener un optimismo infatigable, fortaleciendo nuestro espíritu con la gracia de Dios, especialmente en las tribulaciones, y animando siempre nuestra esperanza al practicar el bien a los demás.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, fuente y origen de toda paternidad, tú hiciste que los santos mártires Andrés y sus compañeros fueran fieles a la cruz de tu Hijo hasta el derramamiento de su sangre, concédenos por su intercesión, difundir tu amor entre los hermanos y que nos llamemos y seamos de verdad hijos tuyos.

Amado Jesús, envíanos tu Santo Espíritu para alentar la fidelidad de las comunidades cristianas, haciendo vigorosa nuestra fe y dando testimonio valiente de tu amor.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través un escrito de San Ambrosio de Milán:

«Tiende las manos, Padre, una vez más, para acoger al pobre. Ensancha tu seno para acoger en él a un número mayor. Nosotros iremos junto a los que reposan en el Reino de Dios, junto con Abrahán, con Isaac y con Jacob… Iremos allí donde se encuentra el paraíso de las delicias, donde Adán, que cayó en manos de los bandidos, ya no tiene razón alguna para llorar por sus heridas, donde el mismo ladrón se alegra por haber entrado a formar parte del Reino de los Cielos; donde no hay nubes, ni truenos, ni relámpagos; donde no hay tempestades de viento, ni tinieblas, ni sombras; donde ni el verano ni el invierno cambiarán el curso de las estaciones; donde no hace frío, ni granizo o lluvia, ni habrá necesidad de este sol o de esta luna, ni existirán las esferas de las estrellas, sino que únicamente brillará el fulgor de la gloria de Dios, puesto que el Señor será la luz de todos, y la luz verdadera que ilumina a todo hombre resplandecerá sobre todos. Iremos allí donde el Señor Jesús ha preparado muchas moradas a sus siervos».

Santísima Trinidad, nos comprometemos a realizar actos de humildad para fortalecer nuestra fe con el fin de mantenernos firmes y valientes en nuestro seguimiento a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Nunca dejemos de orar, nunca dejemos de pedir a la Santísima Trinidad un corazón fuerte y valiente para acompañar a nuestros hermanos más necesitados.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.