VIERNES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO – CICLO C

SAN FRANCISCO JAVIER, PRESBÍTERO

«Hijo de David, ten compasión de nosotros» Mt 9,28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,27-31

En aquel tiempo, al salir Jesús, dos ciegos le siguieron y gritaban: «Hijo de David, ten compasión de nosotros». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creen que yo puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que les suceda conforme a lo que han creído». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado, que nadie lo sepa!». Pero ellos, apenas salieron, hablaron de él por toda aquella región.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Estos dos ciegos, aunque privados de la visión material, poseían los ojos penetrantes de la fe y del corazón; con esos ojos pudieron ver la luz verdadera y eterna, al Hijo de Dios, de quien se había escrito con verdad: “La Palabra era la luz verdadera que con su venida al mundo ilumina a todo hombre” (Jn 1,9)» (Cromacio de Aquileya).

Hoy celebramos a San Francisco Javier, el patrón de las misiones que, con su testimonio, se convirtió en un referente de evangelización universal. Nació en 1506, en Navarra, en una familia acomodada. A los 18 años fue enviado a estudiar a la Universidad de París, donde se graduó y conoció a San Ignacio de Loyola, convirtiéndose en su seguidor.

En 1534 fundó con sus compañeros la Compañía de Jesús. En 1537 fue ordenado sacerdote en Venecia. Luego predicó en la India, Malaca, Islas Molucas y Japón, donde bautizó a miles. Murió en 1552. Fue beatificado por Paulo V en 1619 y canonizado por Gregorio XV en 1662.

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Jesús sana a dos ciegos y exorciza a un mudo”. Hoy meditamos solamente la sanación de los dos ciegos, que es uno de los diez milagros que Mateo narra en los capítulos 8 y 9.

Dos ciegos que seguían a Jesús empezaron a gritar: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!». Hicieron esto porque el catecismo de la época mencionaba que el mesías sería de la descendencia de David. De esta manera, los ciegos, que simbolizan la comunidad que se acerca a Jesús, expresan su esperanza de que Jesús sea el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento.

En esta sanación se destaca nuevamente la importancia de la fe como condición necesaria para que se realicen los signos que manifiestan la presencia sanadora de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. Aparece la dimensión divina del Rey Soberano. Al final del texto, Jesús les pide que no divulguen lo sucedido, ya que el reino de Dios no es sensacionalista; sin embargo, ellos lo hablaron por toda la región.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El texto de hoy narra nuevamente el encuentro de Nuestro Señor Jesucristo con las dolencias y fragilidades humanas.

«¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!», es también el grito, lleno de fe, de los pobres actuales: los migrantes, los refugiados, perseguidos y postergados, los enfermos y tantas otras personas que claman a Dios. Mientras tanto, Nuestro Señor Jesucristo, escucha el clamor y sana.

«Que les suceda conforme a lo que han creído», nos dice Nuestro Señor Jesucristo. Hermanos, la fe es la fuerza que viene del cielo y que transforma a las personas; permite que nos acerquemos a Jesús con humildad y confianza plena en Él. Es la fuerza que acompaña a la sanación, al agradecimiento y al seguimiento, muy a pesar de las tribulaciones. Es la fuerza que testimonia a Dios, glorificándolo y alabándolo.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Cuáles son nuestras cegueras? ¿De qué tamaño es nuestra fe? ¿Cómo respondemos ante el grito de los pobres de hoy? ¿Los defendemos a la luz de la Palabra? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que todos los beneficios divinos se obtienen por la fe. Así mismo, nos ayuden a reflexionar sobre cómo defender a nuestros hermanos más necesitados a la luz de la Palabra.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que adquiriste para ti numerosos pueblos por la predicación de San Francisco Javier, haz que los fieles se apasiones con su mismo celo por la fe, y que la Iglesia se alegre por ver crecer en todas partes el número de sus hijos.

Amado Jesús, a ti clamamos: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!», envía tu Santo Espíritu para que disipe toda confusión y perturbación que nos impide acercarnos a ti. Abre nuestros ojos, para que seamos capaces de ver las realidades de amor y misericordia que nos muestras cada día. Ayúdanos a no esconder nuestras necesidades en la autosuficiencia.

Amado Jesús, tú que siempre tuviste compasión por quienes clamaban a ti, concédenos también ser misericordiosos para que acojamos con amor a todos nuestros hermanos.

Espíritu Santo, te pedimos inspires y fortalezcas a todos los consagrados, consagradas y fieles de la Iglesia, para que anunciemos con entusiasmo y sabiduría el Evangelio que conduce a la vida eterna.

Amado Jesús, te suplicamos, ilumines a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, y ábreles las puertas de tu reino.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Simeón el Teólogo:

«Ven, tú que anhelas mi pobre alma y mi alma te desea. Ven, porque, como ves, estoy solo. Te doy gracias, porque eres para mí un día sin atardecer, un sol sin ocaso…

La luz ha vuelto a resplandecer para mí. La contemplo en claridad. Abre una vez más el cielo, disipa una vez más la noche. Una vez más descubre todo. Una vez más es contemplada ella sola. Y el que está sobre todo cielo, al que ninguno de los hombres ha visto jamás, éste se concentra una vez más en mi espíritu, en mí, en el cogollo de mi corazón -¡oh, misterio sublime!- la luz desciende y me levanta sobre todo…

En verdad, estoy aquí donde está la luz, sola y sencilla, y renazco a la inocencia contemplándola sencillamente».

Hermanos: pidamos hoy la intercesión de San Francisco Javier para que el Espíritu Santo habite en nuestros corazones inquietos y Dios nos otorgue la virtud de la humildad para reavivar nuestra fe en este Adviento. Este tiempo de Adviento es propicio para invocar a Nuestro Señor Jesucristo y dejarnos transformar por él, para que cure nuestras cegueras y de todo aquello que nos impide seguirle.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.