DOMINGO DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO C

«Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo áspero se iguale. Y todos verán la Salvación de Dios». Lc 3,4-6, Is 40,3-5.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 3,1-6

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernador de Judea,y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanias virrey de Abilene, bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, fue dirigida la Palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Comenzó entonces a recorrer la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: «Una voz grita en desierto: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo áspero se iguale. Y todos verán la Salvación de Dios”».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Vístete de gala para siempre con la gloria que Dios te da, envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte como corona la gloria del Eterno» (Baruc 5,1-2).

El pasaje evangélico de hoy resalta el momento histórico y cumbre en el cual la Palabra de Dios se dirige a Juan. El Bautista responde con obediencia y disponibilidad: inmediatamente comienza a recorrer la región del Jordán predicando un bautismo de conversión. Así, a través de Juan, el último de los profetas, Dios ofrece una oportunidad más para la conversión; la era del Mesías está próxima y la misión del Salvador no podrá ser asimilada si no hay una disposición interior, un camino “allanado” para recibir al enviado definitivo de Dios.

El texto utiliza la metáfora de preparar el camino, ya que era costumbre ante la visita de un rey o príncipe, dejar en buen estado los caminos, arreglar y decorar las calles. Esa era la tarea del precursor. Por eso, Juan encarna perfectamente el espíritu del Adviento, pues él es signo de la intervención divina en favor de su pueblo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El eco de la predicación del Bautista llega hasta nosotros en este segundo Domingo de Adviento. El Precursor nos renueva también hoy el llamado a la conversión, a disponer los corazones para salir al encuentro del Señor que viene, «A quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres», tal como reza el Prefacio II de Adviento.

Ampliando el horizonte de la meditación, la humanidad también tiene necesidad de conversión. Juan lo proclamó a los de su tiempo y la Iglesia lo recalca hoy a través de la predicación de la Palabra. Contribuyamos con nuestras acciones a la construcción de un mundo más justo, siguiendo el ejemplo de Juan Bautista, dejando que el que brille sea Nuestro Señor Jesucristo a través de nuestro cotidiano accionar; que Él sea el único protagonista.

Pero ¿cómo podemos preparar el camino del Señor? A través de la oración, predicando la verdadera fe, la esperanza y el amor, haciendo el bien a todos con humildad y considerando la realidad concreta de cada persona, y despojándonos de todo lo que nos aleja de Dios. Que Nuestra Santísima Madre, la Inmaculada Concepción, aumente nuestros esfuerzos para acercar almas a su Divino Hijo.

Meditando la Palabra, intentemos responder: ¿Dónde y cómo escuchamos la voz que nos invita en el Adviento a preparar los caminos del Señor? ¿De qué debemos despojarnos y de qué debemos revestirnos para recibir al Salvador? Que esta meditación reafirme en nosotros la vocación cristiana que abraza nuestra vida entera.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso, rico en misericordia, no permitas que, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales, para que, aprendiendo la sabiduría celestial, podamos participar plenamente de su vida.

Espíritu Santo, luz que penetras las almas, derrama la paz en los corazones de los hombres y mujeres de todos los pueblos de la tierra para que podamos vencer el odio y la desesperación, y así, todos podamos ser dignos de la eterna bienaventuranza.

Amado Jesús ayúdanos a romper las cadenas intergeneracionales que nos atan al pecado y, liberados, podamos trabajar con alegría en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Madre de la Divina Gracia, esperanza nuestra, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, con una homilía de San Juan Pablo II:

«Celebramos hoy el segundo domingo de Adviento, tiempo propicio para dejar que la palabra de Dios ilumine más profundamente nuestro corazón y nuestra mente, a fin de que el Espíritu Santo nos disponga a acoger dignamente al Señor que viene.

En la liturgia de hoy destaca la figura de Juan Bautista, profeta enviado a preparar el camino al Mesías. Su voz grita “en el desierto”, a donde se retiró y donde “vino la palabra de Dios sobre él” (Jn 3, 2), convirtiéndolo en heraldo del Reino divino.

¿Cómo no acoger también nosotros su enérgica invitación a la conversión, al recogimiento y a la austeridad, en una época, como la nuestra, cada vez más expuesta a la dispersión, a la fragmentación interior y al culto de la apariencia? A primera vista, el “desierto” evoca sensaciones de soledad, de extravío y de miedo; pero el “desierto” constituye también el lugar providencial del encuentro con Dios.

Resuena de generación en generación la exhortación de san Juan Bautista: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado; lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos” (Lc 3,4-5). ¡Cuán urgente y actual es esta exhortación, tanto a nivel personal como social! Dios quiere venir a habitar con los hombres de todos los lugares y de todas las épocas, y los llama a cooperar con él en la obra de la salvación.

Pero ¿cómo? La liturgia de hoy nos da la respuesta: “enderezando” las injusticias; “rellenando” los vacíos de bondad, de misericordia, de respeto y compresión; “rebajando” el orgullo, las barreras, las violencias; “allanando” todo lo que impide a las personas una vida libre y digna. Sólo así podremos prepararnos para celebrar de modo auténtico la Navidad.

Cercanos a la solemnidad de la Inmaculada Concepción, dirijamos nuestra mirada a María, humilde esclava del Señor, que cooperó en la acción del Espíritu Santo. Que el mismo Espíritu Santo, que inflamó de fe, esperanza y caridad su corazón inmaculado, renueve nuestra conciencia para que, allanando los caminos de la justicia y del bien, nos dispongamos a acoger al Emmanuel, el Dios con nosotros».

Hermanos: hagamos un buen examen de conciencia y pidamos a la Santísima Trinidad que haga crecer la fe, la esperanza y el amor para que sean las fuerzas impulsoras del Adviento en nuestras vidas y para la humanidad entera.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.