JUEVES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO C

SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN

«Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él». Mt 11,11.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. Desde que apareció Juan el Bautista, hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y la gente violenta pretende apoderarse de él. Pues todos los profetas y la ley anunciaron esto, hasta que vino Juan; y es que, lo acepten o no, él es Elías el que tenía que venir. El que tenga oídos que oiga».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en Cuauhtitlán, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en el Tepeyac, se le apareció María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, mientras Juan Diego se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante, la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

Fue beatificado en 1990 y canonizado el 31 de julio de 2002 por San Juan Pablo II, quien llamó a Juan Diego «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac».

En este pasaje Jesús señala que, comparado con personajes del Antiguo Testamento, no hay nadie más grande que Juan. Pero comparado con el Nuevo Testamento, Juan es inferior a todos. El más pequeño en el Reino es más grande que Juan. Esto porque creer en Jesús otorga una grandeza superior. Juan Bautista es el eslabón que une en Antiguo y el Nuevo Testamento.

Jesús habla también que «el Reino de los cielos sufre violencia», en alusión a la persecución de que han sido y son objeto quienes se comprometen con Jesús y con el Reino de Dios.

Estos textos de Adviento que elogian a Juan Bautista nos indican que una buena manera de prepararnos para la Navidad es meditar el ejemplo del profeta del Altísimo, quien cumplió la misión de preparar el camino para la llegada de Nuestro Señor Jesucristo, «el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1,78-79).

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos dice que el Reino de los cielos es otra denominación de la identidad que nos une a Él, a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo; es el tesoro que todos deseamos alcanzar en su máxima plenitud cuando llegue el momento extremo de nuestra vida. Ante este tesoro, todo lo que existe en el mundo entero, palidece.

Por ello, el anuncio y la presencia del reinado de Dios es un acontecimiento decisivo para nosotros que no deja espacio a la neutralidad, sino que nos emplaza a tomar una opción definitiva. Los que lo rechazan se oponen con violencia a sus mensajeros. Los que lo aceptamos tenemos que jugarnos la vida por su causa, tal como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Contribuimos a desterrar la violencia en nuestro entorno? ¿Cómo estamos preparando el camino para la llegada de Nuestro Señor Jesucristo en este Adviento? ¿Cuáles son las enseñanzas que recibimos de Juan Bautista?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser instrumentos de la paz del Señor, contribuyendo activamente a un mundo sin violencia y esperando con gozo a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que manifestaste el amor de la Santísima Virgen María hacia tu pueblo por medio de san Juan Diego, concédenos por su intercesión que, dóciles a las recomendaciones de nuestra Madre de Guadalupe, podamos cumplir siempre tu voluntad.

Amado Jesús, enséñanos el camino de la humildad que tú has recorrido para llegar a nosotros; otórganos la fe para reconocer los signos de tu presencia en toda circunstancia, en las alegrías y en las pruebas.

Santísima Trinidad, acógenos entre los más pequeños de tu Reino y otórganos la gracia de responder al mal con el bien, evitando todo tipo de violencia.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu perdón.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre Inmaculada, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio Magno:

«¿Que habéis venido a ver en el desierto? ¿Un profeta? Si, ciertamente, os digo, y aún más que un profeta. El cometido del profeta consiste solo en predecir el futuro, y no en mostrar su cumplimiento. Juan es, por consiguiente, más que un profeta, muestra con el dedo al que había preanunciado y precedido.

Se dice que no es una caña agitada por el viento, que no lleva ropa lujosa; se atestigua que el nombre de profeta es poco para caracterizarle. Escuchemos que título se puede decretar que sea digno de él: “Este es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti”. La palabra griega “ángel” corresponde a la palabra “mensajero”. El término “ángel” le va bien a quien ha sido enviado para anunciar la venida del Juez supremo, puesto que contiene en sí mismo la dignidad de la función indicada. Se trata de un gran nombre, pero la vida de Juan lo mereció en verdad. También vosotros podéis merecer este nombre sublime. En efecto, Si cada uno de vosotros, en la medida de sus posibilidades, aleja al prójimo del mal, le reconduce al bien, recuerda al que se ha descarriado el Reino y la pena que le esperan en la eternidad, es un ángel, evidentemente, por ser un mensajero de las santas palabras de Jesus. Aquel que ha advertido ya en su corazón la llamada del Amor divino, que saque de él una palabra de aliento para el prójimo.

Es posible que no tengáis pan para dar a un mendigo, pero el que tiene lengua puede dar algo mejor que el pan. En efecto, alimentar con el alimento de la Palabra a un alma destinada a vivir eternamente es mejor que saciar de pan terrestre un cuerpo que debe morir un día. Absteneos, por consiguiente, de privar a vuestro prójimo de la limosna de la Palabra. Que vuestras conversaciones inútiles cambien y se dirijan a la edificación del prójimo. Considerad la rapidez con la que discurre nuestra vida; mirad a la verdad del Juez que debe venir».

Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo y pidamos la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, para que Dios nos otorgue su paz y humildad, para seguir y poner en práctica sus enseñanzas, ayudando siempre a otras personas a acercarse a la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.