LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA OCTAVA DE NAVIDAD – CICLO C
SANTOS INOCENTES, MÁRTIRES
Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven» Mt 2,17-18, Jer 31,15.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 2,13-18
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise. Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto». Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Tal vez éste sea el gran desafío profético: “tomar al niño y a su madre”; restituir a la vida su centralidad … restituir al niño el don de una paternidad fiel, de una maternidad acogedora y de una fraternidad gozosa», Enrico Masseroni.
Hoy, en el tiempo de Navidad, meditamos dos hechos fundamentales: la huida a Egipto de la Sagrada Familia y la matanza de niños inocentes por parte de Herodes que quería matar a Jesús porque veía peligrar su reinado, ya que había oído que el niño que había nacido iba a ser el rey de los judíos.
En la lectura, José adquiere nuevamente un protagonismo silencioso porque fue él quien recibió las instrucciones del ángel para proteger a la Sagrada Familia. Fueron enviados a Egipto para que este país, temporalmente, recibiera la esperanza de la salvación. Recordemos que antiguamente Egipto estuvo enfrentado a Dios y ahora se convierte en morada de Jesús.
Los niños asesinados por Herodes fueron los primeros mártires tras la venida de Nuestro Señor Jesucristo. Ellos obtuvieron la gloria, el final bienaventurado, gracias a su martirio. Para sus madres el recuerdo de sus hijos reanudaba su inmenso dolor.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. ¡Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo! Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un espíritu sin tacha, con una fe sincera, con una total entrega» (San Cipriano de Cartago).
El texto evangélico de hoy demuestra que Nuestro Señor Jesucristo fue perseguido desde su nacimiento. También nos recuerda a todas aquellas personas que buscan a toda costa su propio interés, sin importar el impacto negativo de sus acciones en tantas personas inocentes que sufren injusticia, explotación, violencia y odio.
En la actualidad, Nuestro Señor Jesucristo sigue siendo perseguido en aquellas personas que valerosamente defienden su fe, en lugares donde se condena al cristianismo. Asimismo, la persecución de hoy adopta formas que invaden sutilmente las conciencias de las personas. Por ejemplo, a través de la promoción del aborto que priva a los niños de su derecho a vivir. Otra forma de persecución es mediante la ideología de género que, entre otras cosas, fomenta la destrucción de la familia al impulsar conductas y formas de unión humanas contrarias a los principios divinos.
Como cristianos, estamos llamados a evitar la indiferencia que silenciosamente alimenta estas nuevas persecuciones y el asesinato de inocentes. Levantemos nuestra voz con los argumentos que nos otorga la Palabra y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Protegemos como José a todos los integrantes de la familia cristiana? ¿Defendemos la vida, de extremo a extremo? ¿Acogemos solidariamente el grito de tantas personas que claman por justicia?
Que las respuestas a estas preguntas, con la ayuda del Espíritu Santo, nos ayuden a emprender el desafío profético del evangelio de hoy: «tomar al niño y a su madre» como compañeros de viaje en nuestra existencia, y así, seamos conscientes del mandamiento del amor realizando acciones concretas en defensa de la familia, de la vida y en favor de aquellas personas que son perseguidas.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, el blanco ejército de los mártires inocentes pregona hoy tu gloria, no de palabra, sino con su muerte; concédenos dar testimonio con nuestra vida de la fe que confesamos con los labios y concédenos la gracia de trabajar por la justicia y la paz.
Amado Jesús, Dios con nosotros, protege a los niños de los Herodes actuales para que en su inocencia siempre se refleje la luz de tu amor.
Amado Jesús, mira con bondad y perdón a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.
Madre Santísima, te agradecemos por acoger en tu seno al Hijo de Dios y te pedimos que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Enrico Masseroni:
«El relato de la huida a Egipto es de una sobriedad escueta, pero es toda la historia de una familia exiliada y sumergida en el silencio de una existencia sin notoriedad. Tal vez sea éste el clima más verdadero para cruzar de puntillas el umbral de la familia modelo de todas las familias humanas.
Jesús entra en el mundo como marginado, prueba el sabor amargo del exilio. En la lenta caravana de los exiliados aparecen con evidencia tres fuertes contrastes. El primero: la riqueza, admirablemente única, de la imagen esbozada por Mateo. En su evangelio de la infancia menciona cinco veces la expresión “el niño y su madre”. La mirada cae sobre el niño, sobre el que se inclina el rostro intensamente amoroso de su madre. La imagen habla por sí sola. La riqueza de María es la maternidad tiernamente aferrada por el Hijo. La riqueza de José es su fe esencial, acompasada por dos verbos: uno en modo imperativo (“toma”) y otro en pasado (“tomó”), en perfecta sintonía. La fe es obediencia puntual, es discernimiento trabajoso para comprender, en el interior de las calles retorcidas de los hombres, la dirección justa de Dios. El calor de este amor envolvente de María y de José es el único refugio seguro del niño.
El segundo contraste son las tramas del odio y de la opresión. El drama de la huida a Egipto parece anticipar todas las agresiones a la existencia terrena de Jesús y de los discípulos. Las agresiones contra la familia están ante los ojos de todos. Las señales son inquietantes: son demasiados los poderes que acechan a la vida, al niño, a la mujer, al amor, a la fidelidad, a la comunión, a la paz, al diálogo. Tal vez sea éste el gran desafío profético: “tomar al niño y a su madre”; restituir a la vida su centralidad. La civilización del amor significa restituir al seno materno su dignidad de absoluta seguridad para el niño, al amparo de la espada de Herodes. Significa restituir al niño el don de una paternidad fiel, de una maternidad acogedora y de una fraternidad gozosa.
Y, por último, hay un tercer contraste en esta historia a merced de los caprichos de Herodes. El cabo de la madeja está siempre en las manos de Dios. Según Mateo, la aventura de Jesús realiza un misterioso plan divino, un plan que ningún poder humano puede impedir. A pesar de todo, Dios lleva adelante su designio, por encima de la intriga siniestra de las tramas humanas».
Hermanos: hagamos el compromiso de evitar la indiferencia ante las persecuciones y el asesinato de inocentes. Comprometámonos a levantar nuestra voz para defender la vida, la familia y todas las causas cristianas con los argumentos que nos inspira la Palabra.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.