JUEVES EN TIEMPO DE NAVIDAD – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES EN TIEMPO DE NAVIDAD – CICLO C

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor» Lc 4,18-19, Is 61,1-2.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,14-22a

En aquel tiempo, volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y desenrollándolo encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor».

Y, enrollando el rollo, lo devolvió al que lo ayudaba y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Nosotros celebramos la Epifanía del Señor el domingo pasado, pero en muchos lugares del mundo se celebra hoy.

En el pasaje evangélico, la expresión: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír», representa una nueva Epifanía, una manifestación plena del poder de Nuestro Salvador. Esta revelación ocurre en la sinagoga, en el corazón de Nazaret, donde Jesús lee el pasaje de Isaías 61,1-2, que fue el texto que la providencia divina escogió para ese momento solemne que da inicio al plan salvífico de Dios, en el que Jesús proclama el programa de la misión que está a punto de empezar.

En su predicación inaugural, Jesús interpreta la Escritura, señala y muestra que es verdadero Dios y verdadero hombre, ungido por el Espíritu, haciendo referencia a la Santísima Trinidad. Trae buenas noticias para los pobres, la libertad a los cautivos en el año de gracia o de jubileo del Señor. Esta última expresión hace referencia al perdón de los pecados, a su misericordia.

Fijemos pues los ojos de nuestro corazón en Jesús, como lo hicieron quienes lo escuchaban en la sinagoga de Nazaret, y acojamos con alegría la salvación que nos trae a cada instante.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«El Señor no estima los músculos del hombre: el Señor aprecia a sus fieles que confían en su misericordia» (Salmo 146).

El texto de hoy es una invitación simultánea de Nuestro Señor Jesucristo a aceptar la conversión y la liberación, y a contribuir a sus planes de salvación para la humanidad, consagrándonos al Espíritu Santo con fe, y llevando su Palabra por donde vayamos. Tengamos presente que el Espíritu Santo es el gran protagonista en la persona, vida y ministerio de Nuestro Señor Jesucristo; por ello, invoquemos y aceptemos al dulce huésped del alma.

Lo más importante es convertir la fe en la fuerza que nos ayude a luchar contra los pecados que imperan en el mundo: la promoción de ideologías contrarias a la fe cristiana, la destrucción de la familia, el aborto, el abuso, la intolerancia, la injusticia, la violencia y otras manifestaciones de la oscuridad.

Las personas que no conocen o se alejan de Dios se encuentran en situación de pobreza espiritual y están entre los pobres que esperan el mensaje de salvación de Nuestro Señor Jesucristo, mensajero de Dios Padre. Por ello, ante las hermosas palabras que pronunció Nuestro Señor Jesucristo en la sinagoga, citando al profeta Isaías, nos queda aceptar plenamente su proyecto de salvación. Aceptemos el “año de gracia” del Señor, que es este tiempo de conversión, de perdón y de liberación de la esclavitud del pecado.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Acogemos a Jesús en nuestras vidas, confiamos en su misericordia? ¿Cómo colaboramos con Nuestro Señor Jesucristo en su misión redentora de la humanidad? ¿Excluimos a algunas personas por cualquier motivo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a acoger a Nuestro Señor Jesucristo y a manifestar su amor a través de nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Oh, Dios, que por medio de tu Hijo has hecho aparecer ante todas las naciones la luz de tu eternidad, concede a tu pueblo reconocer la plenitud espléndida de su Redentor para llegar con su ayuda a la claridad eterna.

Espíritu Santo, ¡fuego ardiente de amor!, que revelas el amor providente y generoso de Nuestro Señor Jesucristo, ayúdanos a cumplir nuestra misión personal y colectiva, dando testimonio coherente de sus enseñanzas, dejando de lado todo tipo de prejuicio.

Amado Jesús, envíanos tu Espíritu de luz y verdad, a través de tu Palabra, para que podamos aprender a caminar a la luz de tu sol, que es vida y alegría.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, concede a las benditas almas del purgatorio la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas moribundas, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un sermón de Juan de Ford:

«El amor de Dios no es sólo una presencia dulce y delicada en el alma, sino también una fuerza que actúa cuando se ofrece a nosotros. En consecuencia, es útil investigar cuál es el valor de su obra cuando entra en acción; cuál es su fuerza, cuál es su esplendor y su consistencia.

Era natural que una realidad de tanta importancia, que había permanecido en silencio durante tanto tiempo, saliera algún día a la luz y que el misterio mantenido cuidadosamente escondido se manifestara algún día en todo su esplendor.

Por esa misma razón, el Señor Jesús, cuando todavía estaba entre nosotros, no se dio a conocer abiertamente durante mucho tiempo, sino que se mantuvo escondido con sumo cuidado durante treinta años. Después, al presentarse, dice Isaías, “como un río impetuoso, impulsado por el viento del Señor” (Is 59,19), rompió el largo silencio. Abrió su boca, haciendo destilar miel de sus labios; abandonó la inactividad, abriendo sus manos para ofrecer dones maravillosos. De este modo, también el misterio del amor divino, tal como lo llama el apóstol, “mantenido en silencio durante siglos eternos” (Rom 16,25) y escondido en Dios, se manifestó a su Iglesia en el tiempo de su benevolencia. La Sabiduría de Dios ha venido “y ha hecho oír su voz en las plazas” (Prov 1,20), anunciando al mundo la caridad de Dios. Ha resonado hasta nosotros este grito: “Tanto amo Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito” (Jn 3,16).

¡Oh, fuego ardiente de amor! Dios, que envía al mundo a su Hijo amadísimo, a su único Hijo, que es de su misma naturaleza, y le confía la misión de darse a conocer y de ofrecernos su amor. ¡Oh, cuán gracioso es este mensajero que, como un ángel que proviene del trono de Dios, nos anuncia una gran alegría y nos da a conocer este sublime misterio!».

Queridos hermanos: comprometámonos a obrar con humildad, acogiendo a Nuestro Señor Jesucristo a través de la realización de obras de misericordia en favor de nuestro prójimo necesitado. Que la meditación continua de la Palabra sea una fuente de sabiduría y amor para nuestras vidas.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.