VIERNES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Hijo, tus pecados te son perdonados» Mc 2,5.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 2,1-12

Cuando a los pocos días, Jesús volvió a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni siquiera junto a la puerta. Y él, les anunciaba la Palabra. Entonces, le trajeron entre cuatro a un paralítico y, como no podían acercarlo a Jesús, a causa del gentío, abrieron el techo encima de donde estaba él y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Unos escribas que estaban allí sentados pensaban en sus corazones: «¿Por qué este habla así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo uno, Dios?». Jesús, dándose cuenta enseguida de lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué piensan así en sus corazones? ¿Qué es más fácil decirle al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y camina”? Pues, para que sepan, el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados -dice al paralítico-: «A ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Se levantó inmediatamente, tomó su camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron admirados y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Nuestra fe es un movimiento hacia Dios, una fe que nos sacude y nos arrastra, una fe que es éxodo de nosotros mismos y penetración en Dios. Una fe semejante constituye un trastorno radical: el hombre está invitado a salir de sí mismo, aprende a olvidarse y a abandonarse para dejarse alcanzar por la palabra viva y omnipotente de Dios con todas las consecuencias que esto implica. Una de ellas es que, en virtud de la fe, recibimos el mismo poder de Dios. La fe, en efecto, no es sólo el camino por el que podemos adherirnos a Dios y alcanzarle; es también el camino que Dios abre a su poder y a su fuerza para obrar maravillas en todo el mundo» (André Louf).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús sana a un paralítico”, se ubica también en Lucas 5,17-22 y en Mateo 9,1-8.

Este texto proporciona una catequesis de valor universal ya que está lleno de un gran simbolismo: el paralítico es la humanidad o cada persona que es consciente de su necesidad de ser sanado; la camilla es la zona de confort que evita afrontar la vida cristianamente; los cuatro que cargaban al paralítico son los amigos que oran y confían en la potencia de la fe; los escribas representan a aquellos que impiden o retrasan que las personas se acerquen a Dios; y, Nuestro Señor Jesucristo es el que sana a la humanidad.

Jesús demuestra que tiene la facultad divina para perdonar y confirma este poder con la curación física del paralítico. Este perdón reconciliador representa un proceso de conversión.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La lectura de hoy destaca la solidaridad y la fe de cuatro amigos y un paralítico que, sin escatimar esfuerzos, buscan estar cerca de Jesús. Nuestro Señor Jesucristo se compadece y restablece la salud espiritual y corporal del paralítico.

Pero meditemos en la sucesión de hechos, ya que la curación del paralítico se realizó en dos momentos y, en las dos ocasiones, gracias a la intervención de otras personas: lo primero que hizo Jesús fue perdonar sus pecados gracias a la intercesión de sus amigos. Seguramente, Nuestro Señor Jesucristo consideraba que el paralítico necesitaba, en primer lugar, la misericordia esperanzadora de Dios antes que la sanación del cuerpo. Luego, en un segundo momento, debido a las críticas de los escribas, Jesús sana al paralítico proclamando su autoridad divina; para ello, se vale de la debilidad humana para acercar a las personas a Él.

El estado del paralítico puede desplazarse a las situaciones que enfrentamos muchas veces en nuestras vidas, cuando la enfermedad y/o el pecado nos genera una parálisis espiritual que disminuye nuestras fuerzas y el valor para presentarnos ante Jesús con el fin de ser liberados. Sin embargo, aun cuando nos encontremos en una situación caótica, nunca estaremos solos, el Señor siempre está y estará con nosotros. Acerquémonos a Él con toda confianza y ayudemos a las personas que necesitan de salud corporal y espiritual a acercarse al Señor.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Acudimos al sacramento de la penitencia para ser liberados por Dios? ¿Apoyamos con fe a nuestros hermanos que están alejados de Dios a acercarse a la misericordia esperanzadora de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestro corazón, a aumentar nuestra fe y a servir mejor a Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, Padre bueno, que nos enviaste a tu Hijo amado para liberarnos de la esclavitud del pecado, haz que, sostenidos por la fe de nuestros hermanos, permanezcamos con fe bajo tu mirada misericordiosa.

Amado Jesús, gracias por tu misericordia, gracias por haber otorgado a la Iglesia la gracia y el poder de perdonar, en tu Santísimo Nombre, nuestros pecados.

Amado Jesús, tú que devuelves la armonía, el orden y la comunión espiritual entre los hombres, restituye la imagen divina de la humanidad que es ensuciada por el pecado.

Espíritu Santo concédenos los dones y los recursos para ayudar a nuestros hermanos, que están alejados de Jesús, a acercarse al océano infinito de la misericordia de Dios.

Amado Jesús, amor misericordioso, dígnate contar entre tus elegidos a las benditas almas del purgatorio. Muéstrales tu rostro misericordioso y llévalos a tu morada celestial, te lo suplicamos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, contemplemos al Señor con la lectura de un texto de Cirilo y Juan de Jerusalén:

«La fe tiene tanta energía como para no sólo salvar a quien cree, sino para que se salven unos por la acción de otros… Tenían fe quienes transportaron e introdujeron al paralítico a través del tejado.

El alma del enfermo sufría juntamente con el cuerpo la enfermedad… Los que lo llevaban eran quienes creían, y la curación sobrevino al que estaba paralítico.

Pero si no tienes ninguna fe, o la tienes escasa, clemente es el Señor para volverse propicio hacia ti cuando te conviertes. Con sencillez, di simplemente: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”.

Pero si crees que tienes fe, aunque todavía de modo imperfecto, es necesario que tú también digas con los apóstoles: “Señor, auméntanos la fe”. Pues ya tienes algo en ti, pero recibirás algo de lo mucho que en Él se contiene».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de pedir al Espíritu Santo la fe, la fortaleza para contribuir a que nuestros hermanos, que están alejados de los preceptos cristianos, se acerquen al mar infinito de la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.