JUEVES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre candelero?» Mc 4,21.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,21-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a la multitud: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre candelero? Nada hay escondido que no deba ser descubierto; no hay nada secreto que no se haga público. El que tenga oídos para oír, que oiga». Les dijo también: «Atención a lo que están oyendo: la medida que usen la usarán con ustedes y con creces. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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El pasaje evangélico de hoy, denominado “Parábolas de la lámpara y de la medida”, también se ubica en Lucas 8,16-18. Este texto se encuentra en línea con la “Parábola del sembrador” que Jesús acababa de contar.

La lámpara representa la sabiduría; con esta representación, Jesús señala claramente que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido con plena libertad, disposición y humildad, debe ser comunicada y compartida. La sabiduría debe ser entendida para que tenga valor. La persona que solo la atesora y no la comparte, perderá todo, incluso, hasta lo que cree tener.

Por ello, en un mundo en el que la fe es su luz radiante en la penumbra, la respuesta a la proclamación de la Palabra debe ser desbordante y generosa, como el grano que cae en tierra fértil.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero», leemos en el salmo 118. Y la luz es Jesús mismo, que nos ilumina y nos dice: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).

Por ello, uno de los mejores frutos de la lectura orante de la Palabra de Dios es que ella se convierta en luz interior y exterior para las personas que la meditan y la hacen realidad. No olvidemos que todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido debemos emplearlos para la gloria de Dios a través del apoyo y edificación de nuestros semejantes, y no debemos esconderlos.

Así mismo, con la expresión: «El que tenga oídos para oír, que oiga», Nuestro Señor Jesucristo nos hace responsables de nuestras decisiones y actos; además, nos hace ver que nuestro modo de vivir repercutirá directamente en nosotros mismos, especialmente, en el momento extremo de nuestra vida. Acudamos, pues, con plena confianza a Nuestro Señor Jesucristo, contribuyamos con fe a extender el Reino de los cielos, a manos llenas, y esperemos la recompensa sobreabundante de la vida eterna. Pasemos de la fe a la vida.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, es conveniente preguntarnos: ¿Meditamos la Palabra y la ponemos en práctica? ¿Somos conscientes de los dones que Dios nos ha otorgado para hacer realidad su proyecto de salvación en nosotros y nuestros semejantes? ¿Utilizamos nuestros dones adecuadamente o los escondemos?

Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen a leer y a poner en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y a emplear nuestros dones en favor de las personas con mayores necesidades espirituales y materiales.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, concédenos la gracia de hacer brillar la luz de la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo entre nuestros hermanos, en especial, en medio de aquellos que son más vulnerables y se encuentran en situación de riesgo espiritual y material.

Padre eterno: tú que premias con el banquete celestial a quienes administran bien sus dones, concédenos la gracia del Espíritu Santo para tomar plena consciencia de los talentos que poseemos y, con nuestra plena disposición, los pongamos al servicio del proyecto de salvación que tienes para la humanidad.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, con un texto de Máximo el Confesor:

«La lámpara colocada sobre el candelero de la que habla la Escritura es nuestro Señor, Jesucristo, luz verdadera del Padre que, viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre; al tomar nuestra carne, el Señor se ha convertido en lámpara y por esto es llamado “luz”, es decir, Sabiduría y Palabra del Padre, y es de su misma naturaleza. Como tal es proclamado en la Iglesia por la fe y por la piedad de los fieles. Glorificado y manifestado ante las naciones por su vida santa y por la observancia de los mandamientos, alumbra a todos los que están en la casa (es decir, en este mundo), tal como lo afirma en cierto lugar esta misma Palabra de Dios: No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Se llama a sí mismo claramente lámpara, como quiera que, siendo Dios por naturaleza, quiso hacerse hombre por una dignación de su amor.

Según mi parecer, también el gran David se refiere a esto cuando, hablando del Señor, dice: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. Con razón, pues, la Escritura llama lámpara a nuestro Dios y Salvador, ya que él nos libra de las tinieblas de la ignorancia y del mal.

Él, en efecto, al disipar, a semejanza de una lampara, la oscuridad de nuestra ignorancia y las tinieblas de nuestro pecado ha venido a ser como un camino de salvación para todos los hombres: con la fuerza que comunica y con el conocimiento que otorga, el Señor conduce hacia el Padre a quienes con el quieren avanzar por el camino de la justicia y seguir la senda de los mandatos divinos. En cuanto al candelero, hay que decir que significa la santa Iglesia, la cual, con su predicación, hace que la Palabra luminosa de Dios brille e ilumine a los hombres del mundo entero, como si fueran los moradores de la casa, y sean llevados de este modo al conocimiento de Dios con los fulgores de la verdad.

La Palabra de Dios no puede, en modo alguno, quedar oculta bajo el celemín; al contrario, debe ser colocada en lo más alto de la Iglesia, como el mejor de sus adornos. Si la Palabra quedara disimulada bajo la letra de la ley, como bajo un celemín, dejaría de iluminar con su luz eterna a los hombres. Escondida bajo el celemín, la Palabra ya no sería fuente de contemplación espiritual para los que desean librarse de la seducción de los sentidos, que, con su engaño, nos inclinan a captar solamente las cosas pasajeras y materiales; puesta, en cambio, sobre el candelero de la Iglesia, es decir, interpretada por el culto en espíritu y verdad, la Palabra de Dios ilumina a todos los hombres.

La letra, en efecto, si no se interpreta según su sentido espiritual, no tiene más valor que el sensible y está limitada a lo que significan materialmente sus palabras, sin que el alma llegue a comprender el sentido de lo que está escrito.

No coloquemos, pues, bajo el celemín, con nuestros pensamientos racionales, la lampara encendida (es decir, la Palabra que ilumina la inteligencia), a fin de que no se nos pueda culpar de haber colocado bajo la materialidad de la letra la fuerza incomprensible de la sabiduría; coloquémosla, más bien, sobre el candelero (es decir, sobre la interpretación que le da la Iglesia), en lo más elevado de la genuina contemplación; así. Iluminará a todos los hombres con los fulgores de la revelación divina».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de meditar la Palabra y de ponerla en práctica. Agradezcamos a la Santísima Trinidad cada día y, si es posible, a cada momento, por todos los dones recibidos; que este sea nuestro propósito para hoy y siempre.

Pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de reconocer los dones que Dios nos ha confiado y emplearlos de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Acompañemos esta petición con la Santa Eucaristía.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.