DOMINGO DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Lc 5,10.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de la orilla. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echen las redes para pescar». Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos sacado nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Mi vocación comenzó cuando empecé a tener fe. En esto me hiciste ver tu amor: yo no existía y tú, Dios mío, me creaste; vagaba errante lejos de ti, y tú me hiciste volver y seguirte y me pediste que te ame» (Carlos de Foucauld).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús llama a sus primeros discípulos”, también se encuentra en Mc 1,16-20 y en Jn 1,35-51. El texto presenta la movilización de tres vocaciones en medio del trabajo y el cansancio; y, con el signo de la pesca abundante, Jesús plantea a Simón el desafío de la vocación.

Simón ha visto en este signo una intervención extraordinaria y sólo se le ocurre una confesión que conduce a la conversión: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Pero, Dios no aparta de sí al hombre por su condición de pecador. Mientras Simón suplica al Señor que se aleje, Jesús se le acerca más y lo anima con las mismas palabras que Dios usa en la Biblia para tranquilizar al hombre cuando ha descubierto la grandeza divina: «no temas».

Simón Pedro y sus compañeros, a pesar de su condición, son invitados a confiar en la Palabra y a ser multiplicadores de esa Palabra en cuyo nombre obtendrán pescas abundantes, no ya de peces sino de hombres, es decir, la mayor de las “pescas”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Tu vocación será siempre predicar el Evangelio en silencio, en una vida oculta como la de María y José… En cada ocasión pregúntate: “¿Qué habría hecho Nuestro Señor?” Ésta es tu regla única y absoluta» (Carlos de Foucauld).

La experiencia personal e intransferible de Pedro, Santiago y Juan es la que los hace discípulos de Nuestro Señor Jesucristo. Ese encuentro personal fue lo que movilizó toda la vocación escondida que tenía cada uno, relativizando todo lo demás.

Aquella misma llamada sigue vigente hoy para nosotros. Nos toca fortalecer nuestra respuesta de adhesión y seguimiento incondicional a Nuestro Señor Jesucristo y darle un nuevo impulso a la misión que cada uno de nosotros tiene en la familia, en el trabajo, en los estudios, en la comunidad y como ciudadanos globales.

Para ello, tengamos en cuenta que el camino vocacional para todo cristiano tiene tres pasos: el primero es el encuentro personal con Nuestro Señor Jesucristo acompañado de la fe en él; una fe que se fortalece por acción del Espíritu Santo al contemplar las enseñanzas y las obras que el Señor realiza en nuestras vidas.

El segundo paso es la conversión profunda y sincera, reconociendo nuestra fragilidad. Y el tercer paso es la decisión firme de seguir a Nuestro Señor Jesucristo con una adhesión total a la misión de ser anunciadores de la Buena Nueva por donde vayamos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, protege, Señor, con amor continuo a tu familia, para que, al apoyarse en la sola esperanza de tu gracia del cielo, se sienta siempre fortalecida con tu protección.

Espíritu Santo, fortalece nuestra vocación de seguir incondicionalmente a Nuestro Señor Jesucristo. Espíritu de amor, luz que penetras las almas, moviliza en los jóvenes los dones para el seguimiento radical a Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, concede a las benditas almas del purgatorio la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas moribundas, concédeles el perdón y la paz interior, iluminándolas con la esperanza en la resurrección.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Adelaide Anzani Colombo:

«“Los llamó”. El mar de Galilea permaneció calmo, tranquilo, y continuó ofreciendo sus aguas al trabajo activo de los pescadores. Sin embargo, para los pescadores, ahora ya nada es como antes: la Palabra irresistible desquicia la vida, cambia definitivamente el curso de los pensamientos y de los sentimientos. Los deseos se vuelven infinitos, los latidos del corazón acompasan ya una existencia nueva y diferente.

Comienza así, también para cada uno de nosotros, la aventura cristiana. Una llamada esencial, clara, sencilla e inequívoca detiene nuestros pasos de costumbre, los detiene, fascinados y asustados, en el umbral de un camino nuevo para nosotros, en el que alguien nos precede y dice: “¡Sígueme!”. Nos lo dice a coda uno de nosotros, uno por uno, llamándonos por nuestro nombre, de manera individual, personal, insistente, irresistible. Los sonidos y los estruendos, los susurros y los gritos, en cuyo interior se desenreda el hilo de nuestros días convulsos, se oponen como una barrera, pero la voz es más fuerte: parece nacer y renacer constantemente desde lo hondo de la conciencia, surgir en la encrucijada de todas las preguntas para las que no encontramos respuesta y ofrecerse incansablemente como posibilidad inesperada. “¡Sígueme!”.

¿Se trata de una invitación? ¿De un mandato? Se trata de caminar juntos, con él delante y nosotros detrás de él, cogidos de la mano, al mismo paso, mirándonos a los ojos, a lo largo de todos los caminos del mundo, en todas las situaciones de la vida; de salir al encuentro de cada hombre al que debemos amar, como lo hizo él.

En el interior de la unidad y de la totalidad de la Iglesia no existe el anonimato: coda hombre tiene una relación con Dios, que es la de un yo-tú desde siempre y para siempre. Lo sabemos bien porque lo sabe ese rincón intacto de nuestro corazón capaz de reconocer la voz cuando nos llama por nuestro nombre».

Queridos hermanos: el Señor nos llama a todos. Hagamos el compromiso de responder procurando siempre tener un encuentro personal con él, con arrepentimiento y conversión sincera y cumpliendo sus enseñanzas. Ayudemos a nuestros hermanos a responder positivamente al llamado de Nuestro Señor.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.