VIERNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

«Effetá», que quiere decir: «Ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la atadura de su lengua y hablaba sin dificultad. Mc 7,34-35.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,31-37

En aquel tiempo, Jesús dejó el territorio de Tiro, pasó por Sidón, y fue hacia el mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentaron un sordo que, además, hablaba con dificultad. Le pidieron que imponga las manos sobre él. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», que quiere decir: «Ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la atadura de su lengua y hablaba sin dificultad. Jesús les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes. Es la única memoria incorporada al calendario universal que hace referencia a una aparición mariana que Bernadette Soubirous recibió en 1858, en la que oyó este mensaje: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Es importante precisar, que el dogma de la Inmaculada Concepción había sido proclamado tres años antes.

En sucesivas apariciones, Nuestra Santísima Madre le pidió a Bernadette que era necesario hacer penitencia y oración por los pecadores, y le solicitó que le erigieran una capilla en ese lugar.

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús sana a un sordomudo”, se encuentra después del texto que meditamos ayer, sobre la fe ejemplar de la mujer cananea, en el que Jesús demostró que la fe no tiene fronteras de ningún tipo y que en la Iglesia no hay extranjeros. En esa línea, el milagro que se narra hoy ocurre en territorio pagano. El sordomudo es el símbolo de la actitud cerrada y de resistencia de los paganos frente a la Palabra de Dios y su proyecto de salvación.

La sanación del sordomudo muestra la profunda solidaridad de Jesús con las limitaciones humanas y comienza a hacer realidad la esperanza de los pobres. Representa también la actitud creciente de los paganos de ir abriendo sus oídos a la Palabra de Dios, a la vida, al hombre nuevo y a la liberación.

Por ello, Nuestro Señor Jesucristo también hoy toca, simbólicamente, los oídos de toda la humanidad para que estén abiertos a sus enseñanzas. Así mismo, toca sus labios para proclamar la Palabra con el lenguaje del amor, recordándonos que sus mandatos liberan a los oprimidos por el pecado y la enfermedad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestra Santísima Madre, al presentarse como la Inmaculada Concepción, nos asegura que, con el poder del Espíritu Santo, es posible evitar el pecado, y nos invita tiernamente a luchar contra todo lo que nos separa de Dios y de nuestros hermanos.

En la lectura es importante destacar el gesto extraño pero sacramental de Nuestro Señor Jesucristo para acercarse y entrar en contacto con el sordomudo. Ante la ausencia de la capacidad de hablar y de escuchar, el Señor encuentra una forma especial para hacerle entender al sordomudo que desea establecer un contacto liberador con él.

Tengamos en cuenta también que el sordomudo fue llevado por otras personas benefactoras que tenían fe en la acción sanadora y liberadora de Nuestro Señor Jesucristo. El profundo simbolismo de los protagonistas del milagro del Señor, nos hacen reflexionar acerca de cómo la proximidad a ideologías contrarias a Dios va alejándonos de los mandamientos del amor.

Cuántas veces, bloqueados por nuestro orgullo y otros sentimientos negativos, no reconocemos la cercanía del Señor. Cuántas veces cerramos nuestro corazón ante su llamada a través de su Palabra, o ante las situaciones que reclaman de nosotros una posición firme de defensa de la vida. Cuántas veces mantenemos nuestros oídos sordos ante la voz correctora de nuestros hermanos. Cuántas veces callamos ante tantas injusticias.

Meditando la lectura de hoy, que las respuestas a estos cuestionamientos nos ayuden a tener un corazón más sensible para identificar el rostro de Nuestro Señor Jesucristo en nuestros hermanos más vulnerables y en toda circunstancia de nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, tú que nos diste a María por madre, concede por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores y a todos, abundancia de salud y de paz.

Amado Jesús, ten compasión de nosotros, perdona nuestras indiferencias ante las maravillas a través de las cuales diariamente nos demuestras tu amor, el amor de Dios Padre y el amor del Espíritu Santo. Concédenos el don del asombro y de la alegría para cantar siempre tus alabanzas.

Amado Jesús, Salvador del mundo, repite hoy el “Effetá” que expresaste ante el sordomudo para que seamos capaces de encontrar el lenguaje hablado y activo para mostrar tu amor a aquellos que están distraídos y no te siguen.

Jesús, Hijo de Dios, fuente inagotable de amor, misericordia y pureza, otorga a la Iglesia los dones para liberar a las personas de la esclavitud del pecado, promoviendo la esperanza y la alegría.

Amado Jesús, justo juez, Amor de los amores, misericordia pura, ten compasión de los difuntos, especialmente de aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Reina de la paz y de la esperanza, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Adelaide Anzani Colombo:

«Vamos, cada uno por su propia cuenta, en la envoltura impenetrable – sorda y muda – de nuestro yo. Hasta las relaciones humanas más elementales e inevitables parecen crear realidades prisioneras, a su vez, de sí mismas e incapaces de un entendimiento recíproco: la pareja cerrada, la familia cerrada, el círculo cerrado, la asociación cerrada, la parroquia cerrada, el país cerrado, la patria cerrada…

La sordera del egoísmo personal y social incuba y desprende las chispas para el fuego destructor que invade el corazón humano y la historia. Ahora bien, por encima del corazón y por encima de la historia, sólo con que lo queramos, se extiende la mano de Jesús, y su voz dice: “¡Effetá!”. Hay un milagro en nuestro destino y solo espera nuestra adhesión para realizarse: nuestra “voluntad” de curarnos reconociendo que estamos enfermos de sordera y de mutismo, es decir, de no saber amar. Porque es el no amar lo que encierra en torno al corazón la inhóspita fortaleza inaccesible al otro y delimita bien sus confines con alambre de espino. “¡Effetá!”. Y todo podrá suceder, entonces, todo podrá cambiar.

El corazón aislado, antipático, inhóspito, el corazón cerrado, impedido, cercado, ocultado, sepultado, para el que toda la ida es inhóspita, y está impedida y sepultada, podrá finalmente abrirse, ensancharse, desplegarse, con la escucha de la Palabra; se volverá capaz de escuchar y de hablar, de ofrecerse y de aceptar el don ajeno, de consolar y de ser consolado, de repartir, compartir, dispensarse por completo, mezclarse. Se volverá capaz de amar, con el signo de la alegría incontenible que nace de una vida abierta de par en par al don recíproco, de la fiesta sin fin que acoge al Liberador victorioso del mal. El milagro del sordomudo, al mismo tiempo que cuenta la historia personal del encuentro entre un hombre enfermo y el amor compasivo que lo cura, cuenta, sobre todo, el milagro de un Dios infinitamente “abierto” y que quiere a todo hombre a su imagen y semejanza en el amor».

Hermanos: de la misma manera que Nuestra Santísima Madre, acoge y recibe al Espíritu Santo, imitemos su docilidad y dispongamos nuestros corazones para recibir a Jesús en nuestras vidas, y contribuyamos siempre a alcanzar la Paz del Señor en nuestras familias y por donde vayamos.

Hagamos el compromiso abrir nuestros oídos a las voces que reclaman nuestra acción cristiana frente a la injusticia humana y abramos nuestros labios para defender a quienes no tienen voz: a los niños en gestación, a los ancianos, a los desplazados y a tantos hermanos.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.