SÁBADO DE LA SEMANA VI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA VI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Este es mi Hijo amado, escúchenlo». Mc 9,7.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,2-13

Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió únicamente con ellos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como nadie en el mundo podría blanquearlos. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces, Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien que estamos aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía lo que decía, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado, escúchenlo». De pronto, al mirar a su alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No cuenten a nadie lo que ustedes han visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos». Le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Jesús les respondió: «Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Les digo que Elías ya ha venido, y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito acerca de él».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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El pasaje evangélico de hoy, “La Transfiguración de Nuestro Señor”, se encuentra también en Mateo 17,1-8 y en Lucas 9.28-36. Seis días después del primer anuncio de la pasión, Jesús se transfigura para anunciar su gloriosa resurrección.

El grupo de los doce apóstoles se reduce excepcionalmente a tres: Pedro, Santiago y Juan. Los mismos que Jesús llamó para compartir su agonía en el huerto de los Olivos, también fueron testigos de la belleza trascendente de Dios, de la luz Pascual en la transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo.

En la transfiguración, Moisés representa la Ley y Elías los profetas, simbolizando al Antiguo Testamento. La propuesta que hace Pedro a Jesús de quedarse a vivir en la montaña responde al miedo de ir a Jerusalén donde les espera la pasión; por eso, intenta impedir a toda costa que Jesús baje de la montaña, tratando de que la experiencia paradisíaca no termine.

En este hecho divino, Dios Padre se revela a través de la nube, y los tres discípulos escuchan su voz celestial que, como en el bautismo, proclamó a Jesús como el «Hijo amado». Así mismo, en Jesús transfigurado, los discípulos y la humanidad entera ven realizado en el tiempo su destino de eternidad.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«¿Quién es el Hijo amado, sino el Unigénito? En este “me he complacido”. En efecto, su Hijo unigénito se encarnó para complacer al Padre; en su Hijo unigénito se llevó a cabo la salvación universal para complacer al Padre; en el Hijo unigénito se realizó la unión de todas las cosas para complacer al Padre. Como el hombre es un microcosmos que lleva en sí el vínculo de toda la realidad visible e invisible, con toda justicia el Señor y Creador y Ordenador del universo se complació en que en su Hijo unigénito y consustancial se llevara a cabo la unión de la divinidad y de la humanidad y, con ésta, de toda la creación, para que Dios sea todo en todos» (San Juan Damasceno).

Todos somos hijos de Dios Padre y por su misericordia algún día nos reuniremos en los brazos eternos del Padre, en las realidades celestes del Reino. Por ello, todos estamos “transfigurados”; pero, cuando olvidamos la vida cotidiana, surge la tentación de hacer “tres chozas” y apartarnos de la humanidad. En este sentido, pidamos al Espíritu Santo la sabiduría para conjugar la dimensión divina y humana porque son las dos caras de una misma y única realidad.

Hermanos: escuchemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de la lectura orante de la Palabra y hagámosla realidad en nuestro entorno, especialmente en las realidades humanas y espirituales de nuestros hermanos más necesitados y por donde vayamos.

¡Jesús, María y José nos aman!

 

  1. Oración

Amado Jesús, centro de nuestra fe y esperanza, ilumina con tu Santo Espíritu nuestra vida, para que, amándote, amemos al prójimo y aspiremos a las realidades celestes del Reino.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, acudimos a ti para implorar tu perdón a todas las almas del purgatorio. Protege, Señor, a las almas de los moribundos para que lleguen al cielo.

Madre Santísima, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Juan Pablo II:

«Cristo llama sin cesar nuevos discípulos, hombres y mujeres para comunicarles, gracias a la efusión del Espíritu Santo el amor divino, el ágape, su manera de amar, y para exhortarlos a servir a los prójimos en el humilde don de sí mismos, lejos de todo cálculo interesado. Pedro que se extasía ante la luz de la transfiguración exclama: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí!” es invitado por Jesús a volver a los caminos de la vida, para continuar en el servicio del Reino de Dios.

“¡Pedro, baja! Tú querías descansar en la montaña; baja y proclama la Palabra, amonesta a tiempo y a destiempo, reprocha, exhorta, anima con gran bondad y con toda clase de doctrina. Trabaja, esfuérzate, soporta las torturas para poseer lo que está significado en las vestiduras blancas del Señor, también en la blancura y la belleza de tu recto obrar, inspirado por la caridad” (S. Agustín).

Aunque la mirada del apóstol esté fija en el rostro del Señor, no disminuye en nada su compromiso a favor de los hombres; al contrario, lo refuerza dándole una nueva capacidad de actuar sobre la historia, para liberarla de todo aquello que la corrompe».

Hermanos: hagamos el propósito pedir al Espíritu Santo la sabiduría para escuchar y hacer realidad la Palabra de Dios y comprender que las realidades celestes y humanas forman parte de nuestra identidad. Amemos al prójimo siendo solidarios y ayudando a las personas a acercarse a la bondad infinita de la Santísima Trinidad. Acudamos a la compañía intercesora de Nuestra Santísima Madre y de San José.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.