LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA VII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
«Todo es posible para el que tiene fe». Mc 9,23.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,14-29
En aquel tiempo, después de la transfiguración, Jesús, Santiago y Juan bajaron del monte, al llegar donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos. La gente, al ver a Jesús, se sorprendió y corrió a saludarlo. Él les preguntó: «¿Sobre qué están discutiendo?». Uno le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando se apodera de él, lo tira al suelo, echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido».
Él les contestó: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los tendré que soportar? Tráiganmelo». Y ellos se lo trajeron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó al suelo y se revolcaba echando espuma por la boca. Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él: «Desde niño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Si puedes hacer algo, compadécete de nosotros y ayúdanos». Jesús replicó: «¿Qué es eso de «si puedes»? Todo es posible para el que tiene fe». Entonces el padre del niño gritó: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!».
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él». Y el espíritu, gritando, y sacudiéndolo violentamente, salió de él. El niño se quedó como un cadáver, tanto que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y el niño se puso en pie. Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?». Él les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa solo con la oración».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús sana a un niño epiléptico”, también se ubica en Mateo 17,14-21 y en Lucas 9,37-43a. La lectura relata un exorcismo y sanación en el que Jesús establece un diálogo con tres actores diferentes: la multitud, el padre del enfermo y sus discípulos. La esencia del texto radica en la fe y en la oración. El relato comienza y termina mostrando la incapacidad de los discípulos para sanar al niño enfermo; al final se detallan las razones: la falta de fe y oración.
El padre del niño acude entonces a Jesús y le dice «si puedes hacer algo». La frase expresa desesperación, necesidad, urgencia, pero también cierto grado de incredulidad y desconfianza en el poder de Jesús. La respuesta de Jesús es tajante: «todo es posible a quien cree», haciendo referencia a la fe; quien tiene fe todo lo puede, porque pone toda su confianza en el poder de Dios. Como diría el apóstol Pablo, en Gálatas 2,20: «ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí».
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El texto de hoy revela que, debido a la falta de fe y oración, el poder del mal superó la capacidad de sanación de los discípulos.
En la actualidad, hay muchos males que superan nuestra capacidad para enfrentarlos, tales como la violencia, el aborto, las guerras, la drogadicción, la corrupción, las pasiones humanas desenfrenadas, la sexualización de la niñez, el terrorismo, y tantos otros. Frente a esta situación algunas veces nos dejamos vencer por el desaliento y el desánimo, lo cual nos conduce a la desesperación sin una búsqueda coherente de alternativas de solución.
Ante esta combinación de males, debe emerger en nosotros la intercesión profética, una oración con fe creciente, que es la que construye una relación dialogante con Dios; así mismo, debe aparecer nuestra acción decidida de participar en el proyecto de salvación de Dios. La fe y la oración siempre están unidas, una sin la otra no puede existir y son los fundamentos para la liberación de cualquier tipo de mal.
Hermanos: intentemos responder: ¿Con qué frecuencia rezamos? ¿Oramos por la liberación del mal en nosotros, en nuestro prójimo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que Nuestro Señor Jesucristo es la fuente infinita de bondad y misericordia que consigue la sanación integral de toda la humanidad.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, danos a conocer la fuente bíblica de la oración, para que veamos al mundo con tus ojos y con la certeza serena de que todo es posible para ti.
Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, concédenos a través del Espíritu Santo una fe inquebrantable y decidida, para que demos testimonio valiente de tu amor en un mundo cada vez más incrédulo y alejado de ti.
Amado Jesús, a través de tu Santo Espíritu, llena el mundo con tu perdón liberador y condúcenos a las fuentes de agua viva que brotan de tu Palabra y de la Eucaristía.
Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.
¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Matta el Meskin:
«El que ama a los pecadores como Cristo los ama, el que se compadece del sufrimiento de los pobres y de los enfermos y está dispuesto a ocuparse de ellos, ése es justamente capaz de orar por ellos y obtener su curación, su consuelo y su aliento.
Incluso puede obtener para otro la remisión de sus pecados. Pues el hombre que se une a Cristo por la plegaria se hace capaz de ponerse en el lugar del pecador, de tomar sobre sí el pecado del otro y toda su debilidad, y de soportar la corrección y el castigo. Por este hecho, y gracias a esta disposición y a su unión con Cristo, puede pedir para los otros el perdón de sus pecados y obtenerlo.
Aquí, la plegaria empieza a tener una de las funciones más importantes para la salvación de los otros y la manifestación de la misericordia divina en aquellos que están lejos de Dios por indiferencia o ignorancia. … Debemos saber que cuando Dios nos atrae hacia la oración, no tiene en cuenta solamente nuestra salvación, sino que desea también emplear nuestras plegarias para la salvación de los demás. Por eso la oración es una de las obras más preciosas y fundamentales a los ojos de Dios.
Se convierte así en un apoyo potente para la predicación, en una fuerza misteriosa que otorga la palabra justa y prepara los corazones para recibir la remisión y la salvación. Uno solo que ore con fervor, en su habitación y en secreto, puede producir, por su unión con Cristo, la salvación de miles de personas.
Nuestra comunión con la pena de los que sufren, de los que están enfermos o son maltratados, y nuestra capacidad de llevar sus fardos no nos vienen de una simple filantropía humana, de una compasión pasajera o del deseo de ser bien vistos o bien considerados, pues una compasión de este tipo estaría destinada a disminuir muy rápidamente y a desaparecer. Es por la oración perseverante, pura, sincera, por la que recibimos esos sentimientos como un don de Dios, y ese don nos hace capaces. no solo de perseverar en esta comunión con los más débiles, sino también de progresar, hasta el punto de no poder vivir sin ellos y encontrar reposo sólo compartiendo sus penas y sufrimientos. El secreto de este carisma reside en nuestra comunión con Cristo, en nuestra participación en su naturaleza y sus cualidades divinas, de manera que es él ahora quien a la vez opera la voluntad y la operación misma. Así, nuestra comunión con los sufrimientos de los hombres y nuestra comunión con Cristo dependen fundamentalmente una de la otra hasta el más alto grado; de modo que llevar la cruz de Cristo significa participar de la cruz de los hombres, sin restricciones y hasta el fin…».
Queridos hermanos: hagamos el compromiso de leer, meditar, orar y convertir en acción evangelizadora la Palabra de Dios. Tratemos de que nuestra oración sea festiva y optimista, que contribuya a que nuestros hermanos se acerquen a la acción liberadora de Nuestro Señor Jesucristo. Acompañemos este compromiso con la asistencia frecuente a la Santa Eucaristía, a la Adoración Eucarística y no dejemos de rezar el Santo Rosario.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.