MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO DE CUARESMA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO DE CUARESMA – CICLO C

«El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, que sea su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» Mt 20,26-28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 20,17-28

En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, llevó consigo a los Doce, y les dijo por el camino: «Miren, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».

Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante Él para hacerle una petición. Él le pregunto: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús respondió: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberán; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen. No ha de ser así entre ustedes: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, que sea su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«No los bienes del mundo, sino Dios. No las riquezas, sino Dios. No los honores, sino Dios. No la distinción, sino Dios. No las dignidades, sino Dios. No las promociones, sino Dios. Dios siempre y en todo» (Letanías de San Vicente Pallotti).

El pasaje evangélico de hoy está integrado por dos textos: el primero es el Tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo que también se encuentra en Marcos 10,32-34. El segundo texto es la enseñanza que Jesús dio contra la ambición humana, que se ubica también en Marcos 10,35-45.

Estos episodios ocurrieron en medio de los doce. La madre de Santiago y Juan enciende la polémica sobre quiénes deben ocupar los puestos de honor al lado de Jesús en el reino de los cielos. El tema se extiende hasta sobre quién debe ser el primero en lo que al poder se refiere.

Aquí se muestra cómo el lenguaje de la cruz no era comprendido por los discípulos, pese a que Jesús realizaba el tercer anuncio de su pasión, muerte y resurrección. No comprenden que el servicio de Jesús a la humanidad va encaminado a la salvación. Por eso, sin tener plena conciencia, quienes prometen beber el cáliz que beberá Nuestro Señor Jesucristo, lo abandonarán, a la hora de la pasión.

Hoy Jesús nos pregunta también «¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?». Como el apóstol Pablo, nosotros deberíamos responder: «Todo lo sufro por amor de los elegidos de Dios, para que, por medio de Jesucristo, también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna» (2 Tim 2,10).

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Muchas veces nosotros también somos hijos de Zebedeo: nos comportamos como Santiago y Juan, y buscamos puestos de honor, el prestigio, la estimación y admiración de las personas, antes que servir al Señor con humildad.

Este texto cuestiona las fibras más íntimas de nuestro corazón, ya que Jesús manifiesta que, quien quiera ser el primero, debe ser el servidor de todos, porque el poder nace del servicio. En este sentido, respondamos lo siguiente: ¿Nuestras acciones están motivadas por la búsqueda del éxito y de honores y privilegios humanos o nuestra vida tiene un sentido cristiano? ¿Cómo reaccionamos ante las personas que, con cualidades menores o similares a las nuestras, desempeñan cargos más importantes? ¿Soportamos con serenidad el rechazo, la indiferencia e incomprensión de muchas personas en nuestra vida y oramos por ellas?

Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a servir a Dios con humildad, sin esperar nada a cambio, tratando con delicadeza a los que sufren, especialmente a los enfermos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Señor, guarda a tu familia instruida en las buenas obras y, confortada en sus necesidades temporales, condúcela hacia los bienes eternos.

Padre de amor, en tu bondad, concédenos humildad y fortaleza, y recompensa a tus siervos humildes que muestran tu gloria a un mundo cada vez más incrédulo.

Amado Jesús: purifica nuestro corazón y nuestros deseos, y con el poder de tu Santo Espíritu, danos la luz para vencer toda tentación de honores humanos y te sirvamos con humildad, comprendiendo que el verdadero poder del amor está en servir a los demás.

Amado Jesús, tú que dijiste “Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré”, sé el bálsamo que sane las heridas de nuestra soberbia y otórganos la fortaleza para enfrentar, sin desánimos, el rechazo y la incomprensión de tantas personas.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, otorga tu perdón a las almas del Purgatorio, especialmente a las que más necesitan de tu infinita misericordia y permíteles contemplar tu rostro amoroso.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito del padre Ermes Ronchi:

«También nosotros somos hijos de Zebedeo. Somos también como Juan y Santiago, que piden ser los primeros, que piden a quien tiene poder que les haga surgir de la prisión del anonimato, ser alguien. Todos somos hijos de Zebedeo en busca de puestos de prestigio y todos esperamos ser estimados, admirados, aplaudidos; más que ser justos y bondadosos, preferimos ser hombres de primeros puestos antes que hombres de las bienaventuranzas.

En cuanto se constituye un grupo, en cuanto se reúnen dos o tres, inmediatamente se plantea la pregunta: “¿Quién es el primero?”, y es preciso ajustar las cuentas con esta ansia, con esta voluntad de poder.

Los discípulos entran en un conflicto de poder. Nosotros también entramos en conflicto con la vida para emerger. Todos tenemos necesidad de estima y de aprecio para dar lo mejor de nosotros mismos. Pero aquí Jesús toca la cuerda más profunda y oscura de nuestro corazón: necesitamos imponernos, seducidos, como Santiago y Juan, por el amor al poder.

“Quien quiera ser el primero”, dice Jesús, y no condena la ambición de tener éxito. Nosotros debemos tener éxito en la vida. Pero él le da un vuelco al camino. El poder se adquiere con la debilidad. El poder viene del servicio. El primer puesto se conquista con la cruz, con la entrega. Lo que cuenta para los primeros puestos en el Reino es la capacidad de acercar los labios a la copa de Jesús y ser bautizados en la sangre de su cruz.

Es la copa de la vida entregada, de la vida recuperada. Es la copa del grano de trigo que se anula porque cree en la vida, que renace de la oscuridad de la tierra y de la muerte. Es la copa de quien ama sin esperar premio, de quien ama hasta perderse, de quien ama, el primero».

Queridos hermanos: en esta Cuaresma, pidamos al Espíritu Santo el discernimiento para identificar cuáles son las motivaciones que tenemos para realizar nuestras actividades e identificar aquellas motivaciones que nos alejan de las enseñanzas del Señor. También pidamos al Espíritu Santo la pureza del corazón para servir con humildad.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.