LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO DE CUARESMA – CICLO C
«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» Jn 8,12.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 8,12-20
En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Le dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es válido». Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, ustedes no saben de dónde vengo ni adónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre». Ellos le preguntaban: «¿Dónde está tu Padre?». Jesús contestó: «Ustedes no me conocen a mí ni tampoco a mi Padre; si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre». Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Pero nadie lo arrestó, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús, luz del mundo”, se ubica luego del texto de la mujer sorprendida en adulterio que meditamos ayer domingo, y de las lecturas en las que los escribas, fariseos y mucha gente discute sobre la identidad de Jesús. Estos hechos acontecieron durante la fiesta de los tabernáculos o de las chozas, que se celebraba en el mes siete, durante siete días seguidos, para recordar y agradecer a Dios cuando sacó a su pueblo de Egipto, tal como se señala en las Escrituras, en Levítico 23,33-44.
Los hechos narrados hoy también suceden durante dichas celebraciones, en las que se encendían lámparas en el templo y en muchas casas de los judíos. Jesús, en medio de este escenario festivo, dice a la humanidad de todos los tiempos: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Sus detractores no comprendían sus palabras, no entendían de dónde venía, ni quién lo enviaba. Su obstinación hizo que continuaran avivando sus deseos de tomarlo prisionero y matarlo, pero no pudieron aprehenderlo, porque su hora gloriosa no había llegado aún.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Hoy Nuestro Señor Jesucristo nos invita a caminar iluminados por sus palabras de vida eterna. Recordemos la confesión de Pedro, en Juan 6,67-68, cuando algunos discípulos le abandonaron y Jesús les dice a los doce: «¿También ustedes quieren abandonarme?» Y Pedro le responde: «Señor ¿a quién iremos? Si solo tú tienes palabras de vida eterna».
La humanidad necesita de la luz del Señor para disipar las tinieblas que el mundo promueve a través del consumismo, la ideología de género que atenta contra la vida de los niños por nacer y las agendas autodenominadas “progresistas” inspiradas en la oscuridad. Sólo la luz del Señor mediante su palabra de vida eterna puede ayudarnos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a reconquistar los espacios que momentáneamente son dominados por el enemigo del amor. Emprendamos esta misión con la ayuda de la oración de intercesión profética, con valentía y poniendo los dones que el Señor nos ha otorgado para la defensa de nuestra fe y la extensión del Reino de Dios.
Hermanos: hagamos silencio en nuestros corazones e identifiquemos cómo y a través de quienes nos llega la luz de Nuestro Señor Jesucristo para iluminar nuestras vidas. Precisemos a las personas, nuestras vivencias y preguntemos a nuestro corazón: ¿qué puedo hacer para seguir decididamente el camino que Jesús, luz del mundo, tiene para nosotros? Que la respuesta a esta pregunta y la lectura luminosa de la Palabra nos ayuden a extender el Reino de Dios.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, Padre eterno, por tu gracia inefable nos sentimos enriquecidos con toda bendición; haz que pasemos de la corrupción del hombre viejo a la novedad de la vida, de modo que nos preparemos para la gloria del reino celestial.
Señor Jesucristo: tú eres la luz del mundo; ilumina nuestros corazones y nuestras acciones con tu santa presencia y con la luz de tu Palabra, para que seamos testimonio vivo de tu amor. Que tu Santo Espíritu ilumine nuestra mente y corazón para interpretar tu Palabra y perseveremos en tus caminos de salvación
Amado Jesús, tú que eres el autor de la vida eterna, acuérdate de los difuntos y dales parte en tu gloriosa resurrección. Otorga también la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.
Madre Santísima, Madre del buen consejo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de Juan de Ford:
«Como es el Padre, espléndido y deseable, así es su Unigénito en todo. Ambos son una sola luz que brilla sin que se consuma: luce porque es sabiduría, verdad, santidad y bondad. La sabiduría es, a buen seguro, artífice de todas las cosas (Sab 7,21) y posee todo conocimiento. La verdad, con su luz, vence a las tinieblas del engaño y de toda falsedad. Considerad, por consiguiente, estos testimonios de luz. Ella ilumina a los ciegos y enseña al hombre el saber (Sal 93,10), liberándole de la ceguera y de la ignorancia con que la noche le había recubierto.
Es también la luz, con la aparición de improviso de su esplendor, la que disipa las tinieblas, poniendo al descubierto las obras malas. Tú, Señor, no sólo eres la luz suma, sino también la fuente de la luz, y, con el fin de dar a conocer este gran bien y comunicarlo a su criatura, encendiste, como una lámpara, esta luz en los que elegiste para participar en tu vida: nos creaste para que pudiéramos ser felices junto a ti; ofreciste tu salvación a los ciegos y a los enfermos.
Tú, luz infinita que brilla en el seno del Padre, saliste de tu morada y te presentaste en medio de nosotros. Quisiste brillar, además, en lo íntimo de los corazones, a fin de no hacer vana tu obra de salvación permaneciendo en el exterior del hombre. Tú, en tu misericordia, nos alejaste de las tinieblas y nos hiciste santos, atrayéndonos a ti, luz verdadera. Por eso te suplicamos: Luz suave, luz que engendras la vida, ilumina nuestra mente con la luz de tu santidad y de tu bondad y resplandece también de una manera admirable en nuestro corazón».
Hermanos, contemplemos la luz de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra oración diaria, en el Santísimo Sacramento del Altar, en la Eucaristía. Y, con un corazón arrepentido, contemplemos su luz misericordiosa en el sacramento de la penitencia; contemplemos su luz amorosa en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestros hermanos más necesitados, en la naturaleza. Contemplemos su luz y digámosle: gracias, Señor, te adoramos, te alabamos y te bendecimos.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.