LECTIO DIVINA DEL CUARTO DOMINGO DE PASCUA – CICLO C
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas mi siguen, y yo les doy la vida eterna» Jn 10,27-28.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas mi siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. El Padre y yo somos uno».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«La pureza y la inocencia permiten seguir al Cordero por donde vaya; la dulzura es conforme a Dios: nos permite escuchar la voz de Dios, a quien el hombre impetuoso e irascible no oye nunca. Si quieres oír en ti la escondida e íntima Palabra pronunciada en un santo susurro en lo más interior del alma, es necesario que dentro y fuera de ti se suprima toda impetuosidad, y debes ser una dulce ovejilla, tranquila y abandonada, y escuchar esta amable voz con tranquila dulzura» (Juan Taulero).
La lectura de hoy pertenece al texto evangélico conocido como “Jesús, el buen pastor” que se ubica entre los versículos 1 al 30. Es importante destacar que el pasaje de hoy ocurrió en Jerusalén, durante la fiesta de la Dedicación o fiesta de las Luces, instituida por Judas Macabeo para celebrar la dedicación del templo luego de la liberación de Israel.
Con la figura del pastor y de las ovejas, Jesús describe la íntima relación que existe entre Él y quienes escuchan su voz y, por lo tanto, si lo seguimos, no pereceremos jamás. Dediquemos este domingo del buen pastor para una jornada de oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida apostólica en la Iglesia.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El seguimiento fiel a Jesús es un fruto del reconocimiento de su voz y de su presencia escondida en cada uno de nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados. Reconozcamos la voz del Buen Pastor en nuestras vidas y obremos de acuerdo con su Palabra.
Queridos hermanos, meditando la lectura, intentemos responder: ¿Escuchamos la voz de Jesús a través de su Palabra, de las necesidades del prójimo, del hermano más olvidado? ¿Es Jesús nuestro único gran guía espiritual? Cuando atravesamos una tribulación, ¿tenemos la fe para experimentar la certeza y seguridad de que Jesús está con nosotros y nos protege? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a discernir entre lo que proviene de Dios y lo que es inspiración del mundo y de la oscuridad.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Dios todopoderoso y eterno, condúcenos a la asamblea gozosa del cielo, para que la debilidad del rebaño llegue hasta donde le ha precedido la fortaleza del Pastor, Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, Pastor bueno, condúcenos, con la ayuda de Espíritu Santo, a los pastos eternos, no permitas nunca que nada, ni nadie nos arrebate de tus manos.
Amado Jesús, te pedimos por el Papa, los obispos, los sacerdotes, diáconos y consagrados, para que puedan acompañar el rebaño con el amor de buen pastor.
Amado Jesús, buen pastor, recibe en tu reino, por tu infinita misericordia, a las almas de nuestros hermanos que han partido a tu presencia sin auxilio espiritual.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Queridos hermanos: contemplemos a Jesús resucitado con una homilía del Papa Francisco:
«El cuarto domingo del tiempo de Pascua se caracteriza por el Evangelio del Buen Pastor, que se lee cada año. El pasaje de hoy refiere estas palabras de Jesús en Jn 10,27-30. En estos cuatro versículos está todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y esta relación es la vida eterna.
Jesús quiere entablar con sus amigos una relación que sea el reflejo de la relación que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad, Jesús usa la imagen del pastor con sus ovejas: Él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamada y le siguen. Es bellísima esta parábola. El misterio de la voz es sugestivo: pensemos que desde el seno de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y la del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. La voz de Jesús es única. Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte.
Pero, en un momento determinado, Jesús dijo, refiriéndose a sus ovejas: “Mi Padre, que me las ha dado”. Esto es muy importante, es un misterio profundo, no fácil de comprender: si yo me siento atraído por Jesús, si su voz templa mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza y Jesús es todo esto en plenitud. Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, especialmente las llamadas a una especial consagración. A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirle, pero tal vez sucede que no nos damos cuenta de que es Él, precisamente como le sucedió al joven Samuel. Hay muchos jóvenes hoy. Sois muchos vosotros, ¿no? Se ve eso. Sois muchos jóvenes hoy aquí. Quisiera preguntaros: ¿habéis sentido alguna vez la voz del Señor que, a través de un deseo, una inquietud, os invitaba a seguirle más de cerca? ¿Le habéis oído?… ¿Habéis tenido el deseo de ser apóstoles de Jesús? Es necesario jugarse la juventud por los grandes ideales. Vosotros, ¿pensáis en esto? ¿Estáis de acuerdo? Pregunta a Jesús qué quiere de ti y sé valiente. ¡Pregúntaselo! Detrás y antes de toda vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la oración fuerte e intensa de alguien: de una abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad. He aquí porqué Jesús dijo: “Rogad, pues, al Señor de la mies —es decir, a Dios Padre— para que mande trabajadores a su mies” (Mt 9,38). Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y sólo en la oración pueden perseverar y dar fruto. Me complace ponerlo de relieve hoy, que es la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”. Recemos en especial por los nuevos sacerdotes… E invoquemos la intercesión de María… Invoquemos la intercesión de María que es la Mujer del “sí”. María dijo “sí”, toda su vida. Ella aprendió a reconocer la voz de Jesús desde que lo llevaba en su seno. Que María, nuestra Madre, nos ayude a reconocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar por el camino de la vida… Recemos todos juntos a la Virgen».
Queridos hermanos: Jesús es nuestro pastor, asumamos el compromiso de seguirlo, escuchando atentamente su palabra y participando activamente de la Santa Eucaristía. Nunca dejemos de pedir al Espíritu Santo los dones que nos permitan purificar siempre nuestro seguimiento a Jesús y comprender el amor que Dios Padre nos tiene a cada uno de nosotros y a toda la humanidad.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.