LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO C
«Yo como luz, he venido al mundo, para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas» Jn 12,46.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 12,44-50
En aquel tiempo, Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo como luz, he venido al mundo, para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escuche mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvarlo. El que me rechaza y no acepta mis palabras ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y hablar. Y yo sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, las palabras que digo, las digo como me ha encargado el Padre».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante; los mandamientos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos; la voluntad del Señor es pura y eternamente estable, los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos; más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila» (Salmo 18).
El pasaje evangélico de hoy pertenece al segmento “Fin del ministerio público de Jesús”. Antes de esta lectura se ubican los textos de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, del anuncio de su glorificación a través de la cruz y de su muerte, y de la incredulidad de muchos judíos ante las obras de Jesús.
En este escenario, Jesús exhorta a creer en Él, repitiendo que Él no actúa por sí mismo, sino que es Dios Padre quien habla a través de Él, señalando la íntima comunión que existe entre Él y Dios Padre. Así mismo, destaca que Él no ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo. En este sentido, Jesús se revela, a sí mismo, como la luz que permite que la humanidad salga de las tinieblas del pecado. Es la luz que llega a través de su Palabra, la cual será la referencia principal en el juicio para quienes no acepten a Jesús y sus enseñanzas.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús es la luz del mundo que viene del Padre, y su Palabra, es la Palabra de Dios Padre; por eso, la Palabra será el juez en el último día. Por ello, toda ideología, pensamiento y acción que no esté de acuerdo con la Palabra de Dios, está construida sobre bases frágiles que conducen a la ruina espiritual. El aborto, la eutanasia, la ideología de género, la cultura del consumismo y del descarte, la corrupción, la indiferencia y el egoísmo, son expresiones del distanciamiento de una proporción de la humanidad con Dios y su Palabra.
En la Palabra de Dios, leída y meditada a la luz del Espíritu Santo, se encuentran todos los preceptos para la vida cristiana; y mucho más aún, se encuentra también la luz de la misericordia, de la verdad y del amor de la Santísima Trinidad. La Palabra está cerca de todos, pero cada uno es libre de aceptarla o rechazarla.
Hermanos, meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Cuál es nuestra actitud frente a las ideologías del mundo y ante las personas que no acogen a Jesús? ¿Qué más podemos hacer como cristianos para que más personas se acerquen a Dios a través de su Palabra? ¿Creemos en Jesús a través del rostro doliente de las personas que sufren en el mundo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser fieles a la Palabra de Jesús por medio del Espíritu Santo que reparte los carismas al pueblo de Dios.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los justos escucha con bondad nuestras súplicas, para que se vean siempre colmados de tus dones los que tienen sed de las promesas de tu generosidad.
Amado Jesús, Verbo encarnado, tú que nos comunicas a través de tu Palabra, la Palabra y el amor de Dios Padre, concédenos a nosotros, la voluntad de Dios Padre de seguirte a lo largo de nuestras vidas, no solo en las alegrías, sino también en las tribulaciones.
Amado Jesús, Sol de justicia, inspíranos con el Espíritu Santo para no dejarnos seducir por los pensamientos del mundo; así mismo, danos la fuerza y las palabras para que otros hermanos se acerquen a ti.
Padre eterno y misericordioso, a quien suplicamos siempre con la esperanza de alcanzar misericordia, muéstrate compasivo con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.
Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Simeón el Nuevo Teólogo:
«Nada vano hay en los mandamientos santos que Jesús pronunció: todo en ellos, incluso una sola iota, es vida y procura vida eterna.
En efecto, si alguien cree en él, en lo que toca a las cosas más grandes, como, por ejemplo, que él, siendo Dios, se hizo hombre, fue crucificado, murió y resucitó … y después no cree cuando Jesús mismo dice: “Y yo os digo que en el día del juicio tendréis que dar cuenta de las palabras vacías que hayáis dicho” (en Mt 12,36) entonces, ¿cómo podrá ser creyente y no ser más bien condenado como incrédulo y peor que incrédulo?
Así pues, todo lo que Cristo Dios mandó a los apóstoles, también nos mandó observarlo a nosotros, pero nos falta la voluntad, porque somos débiles en la fe y en el amor a Cristo.
Pidamos, pues, con toda nuestra voluntad y nuestra mente, nosotros que escuchamos la Palabra con fe, no ser nunca engañados y seducidos, y no salirnos del camino que conduce a los cielos, y no dejarnos atar por ninguna pasión, sino apresuramos a alcanzar a Jesús, que va delante de nosotros. Y, una vez que lo hayamos asido, que podamos caer a sus pies y llorar ante su bondad, y pedirle fervorosamente que no se separe nunca de nosotros. A él, pues, buscamos; a él nos preocupamos por alcanzar, a fin de poder asirle también. Y si lo conseguimos, viviremos y estaremos con él no sólo en el momento de salir de la vida, sino también ahora, y subiremos con él y seremos asumidos en los cielos, o, mejor aún, él mismo nos llevará a lo alto y nos glorificará con él».
Queridos hermanos: dispongamos nuestro corazón para conocer la Palabra de Dios y que sea nuestro escudo frente a las ideologías que el mundo promueve, invocando siempre al Espíritu Santo. Hagamos el propósito de no juzgar, ni condenar a nuestros hermanos que están alejados de Dios, sino, más bien, rezar por ellos y realizar acciones, inspiradas por el Espíritu Santo, que contribuyan a acercar más a las personas a Dios.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.