LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA V DE PASCUA – CICLO C
«Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor». Jn 15,9.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 15,9-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea completa».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: “Alégrate” es el saludo del ángel a María. La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre. En su canto María proclama: “Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador”. Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: “Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud”. Jesús mismo “se llenó de alegría en el Espíritu Santo”. Su mensaje es fuente de gozo: “Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena”. Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: “Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”. E insiste: “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría”. Después ellos, al verlo resucitado, “se alegraron” … ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?» (Papa Francisco).
El evangelio de hoy pertenece también al conjunto literario de “La vid verdadera” que comprende los versículos del 1 al 17, del capítulo 15 de San Juan, integra también los discursos de despedida de Jesús en la cena.
En el texto, Jesús destaca que nuestra decisión de permanecer en su amor es esencial para nosotros porque su amor es la savia que nos mantiene vivos espiritualmente, alegres y unidos a Él y a Dios Padre. A la alegría, se añade el amor a través del mandato de Jesús: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 13,34). Este mandamiento es la fuente de la perfecta alegría y la referencia constante para vivir en el amor de Dios, que nos conduce a la patria celestial, a la sede del eterno gozo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús desea que todos participemos de la plenitud de su amor y del amor de Dios Padre; por ello, este maravilloso relato de la vid verdadera es un tierno llamado y, a la vez, una advertencia para no romper los canales que nos unen a la fuente de agua viva, que es Jesús.
El texto inspira la siguiente insistencia fraterna: llegar al convencimiento pleno de que todo lo que podemos hacer, lo podemos por Jesús, que sin Jesús no podemos hacer nada, que separados de Él seríamos sarmientos secos, sin vida y sin frutos.
Como sarmientos, no nos separemos de Jesús, no rompamos la unión vital con Jesús para no terminar secándonos y muriendo espiritualmente a manos de los pecados mortales. Con nuestra firme decisión de permanecer en el amor de Jesús, intentemos responder: ¿Cómo podemos unirnos más a Jesús y permanecer firmes en su amor? ¿Cómo podemos acercarnos más al amor con el que Jesús nos amó y nos ama? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan cumplir los mandamientos del Señor y permanecer en el amor de Jesús, invocando siempre al Espíritu Santo, siendo solidario con nuestros hermanos más necesitados y defendiendo nuestra fe frente a los ataques del mundo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, que, por tu gracia, nos has hecho pasar de pecadores a justos y de infelices a dichosos, hazte presente con tus obras y dones, para que no nos falte la fuerza de la perseverancia a quienes hemos sido justificados por la fe.
Padre eterno, viñador maravilloso, queremos permanecer unidos al amor de Jesús y a tu amor; permítenos mantenernos unidos a Nuestro Señor Jesucristo para dar frutos de vida que contribuyan a fortalecer nuestra fe, la fe de los demás, glorificando siempre tu Santo Nombre.
Amado Jesús misericordioso, muéstrate compasivo con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.
Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Cirilo de Alejandría:
«“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Con estas palabras explica el Señor con más claridad lo dicho anteriormente, esto es, que los discípulos disfruten en sí mismos de su mismo gozo. A los que quieran seguirme —dice—, les mando esto, y les enseño a hacerlo y a sentirlo en lo íntimo de su alma: que tengan un amor recíproco tan profundo como el que yo les he demostrado y he practicado previamente. Cuán generosa sea la medida del amor de Cristo, él mismo la ha indicado al decir que nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por los amigos.
Además, enseña a sus discípulos que para salvar a los hombres no hay que arredrarse ante la lucha, sino aceptar con intrépida fortaleza el sufrir hasta la misma muerte. Hasta ese extremo límite llegó el gran amor de nuestro Salvador. Hablar de este modo, es simplemente incitar a sus discípulos a una intrepidez sobrenatural y vigorosa y al más alto grado de amor fraterno; es crear en ellos un ánimo generoso y poseído por el amor, elevarlos a una caridad invicta e invencible, pronta a dar todo lo que a Dios agrade. Pablo demostró tener este temple, cuando dijo: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir”. Y añadía: “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? ¿Oyes cómo no hay nada que pueda separarnos del amor de Cristo?” …
“Yo os he elegido, no vosotros a mí”. Con inaudita bondad y gran generosidad me he revelado a vosotros que no me conocíais, y os he conducido a una tan grande constancia y firmeza de ánimo, para que podáis caminar y progresar siempre hacia lo mejor y dar fruto para Dios; os he dado una confianza tan grande, de modo que todo lo que pidáis en mi nombre, estad seguros de que lo recibiréis. Por eso, si seguís las huellas que os he señalado con mis palabras y con mi manera de actuar, si estáis llenos de aquel espíritu que conviene a los verdaderos y legítimos discípulos, no debéis contemporizar esperando que alguien venga por sí mismo a la fe y al culto de Dios, sino que debéis ofreceros como guías a los que todavía no conocen a Dios y están en el error, o aún no han espontáneamente aceptado la predicación de la salvación.
Conviene que vosotros los exhortéis con calor a profundizar, mediante una plena comprensión, el verdadero conocimiento de Dios, aunque se irrite el ánimo de los oyentes, persistiendo en la incredulidad. De este modo, también ellos acabarán haciendo como vosotros, esto es, avanzarán por el buen camino y, progresando en el bien, volverán a producir en Dios frutos vitales y duraderos. De manera que sus plegarias, gratas y aceptas a Dios, conseguirán lo que piden, si lo piden en mi nombre».
Hermanos, invoquemos diariamente al Espíritu Santo para que nos fortalezca, inspire y permanezcamos siempre unidos al amor de Jesús. Estemos siempre alerta para no caer en situaciones de riesgo de pecado mortal; recurramos siempre al sacramento de la penitencia y que la Santa Eucaristía sea nuestro alimento espiritual; y convirtamos la Palabra de Dios en acciones concretas.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.