DOMINGO VI DE PASCUA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO VI DE PASCUA – CICLO C

«La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde» Jn 14,27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que ustedes están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les recuerde todo lo que les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Les he dicho esto, antes de que suceda, para que, cuando suceda, entonces crean».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La paz, que ha de ofrecer el cristiano, se basa en que hay personas que toman en serio la presencia de Jesús en ellas y entre ellas. En personas así, el corazón no tiembla ni se acobarda. Solo así se anula la raíz de la violencia» (José María Castillo Sánchez).

El pasaje evangélico de hoy se inicia con la respuesta de Jesús a la pregunta de Judas, no el Iscariote, en el versículo 22: «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?». La respuesta de Jesús va acompañada de una maravillosa promesa: el que le ama y cumple su palabra, será amado por Dios Padre y por Jesús, y Dios Padre y Jesús harán morada en él. Así mismo, Jesús promete a sus discípulos la venida del gran defensor, del Espíritu Santo, quien con sus dones los fortalecerá y los hará instrumentos del amor y de la paz del Señor.

Adicionalmente, Jesús les ofrece a sus discípulos el don de la Paz que sólo Él, como enviado de Dios Padre, puede darles. La Paz que Jesús les comunica es fruto del amor y de la reconciliación, que impide las perturbaciones aún en los momentos más difíciles; es aquella que en el Antiguo Testamento se llamaba Shalôm.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Jesús define al hombre como lugar de la presencia de la Santísima Trinidad. Si creemos en Jesús, ¡la Santísima Trinidad morará en nosotros! ¡Qué hermosa promesa la que nos hace Nuestro Señor Jesucristo! A esta excelsa promesa, Jesús otorga el don de la Paz a quienes le siguen, le aman y cumplen sus mandamientos. No es la paz que promueve el mundo; sino, es la alegría que produce el sentir íntimamente la sonrisa de Dios en nuestros corazones, aquella que disipa todas las tinieblas y cualquier inquietud espiritual.

«Pero ¿cómo se construye la paz? Un medio muy importante es no ser agentes del acusador… Construir la paz significa, entre otras cosas, promover la justicia… San Francisco de Asís es la demostración de lo que un solo hombre puede hacer por la paz. Según su plegaria, le pide al Señor: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”, y Dios le hizo de verdad un instrumento o, mejor dicho, un canal de su paz. A su paso florecía la paz, entre ciudades, entre autoridades, entre hombres y el resto de la creación» (Raniero Cantalemessa).

Hermanos, con el firme deseo de que la Santísima Trinidad more en nosotros y de recibir la Paz del Señor, intentemos responder: Cuándo cumplimos los mandamientos del Señor, ¿cómo experimentamos la hermosa promesa que Jesús nos dejó? ¿Somos instrumentos de la Paz del Señor? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan experimentar el amor de la Santísima Trinidad en nosotros y, con la fuerza del Espíritu Santo, seamos portadores del amor y de la paz del Señor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo.

Padre eterno, tú que enviaste a tu hijo amado, Nuestro Señor Jesucristo, inúndanos con tu Espíritu Santo para que seamos instrumentos de tu amor y de tu paz, glorificando siempre tu Santo Nombre.

Amado Jesús, fortalece con tu Santo Espíritu, de manera especial, a nuestros sacerdotes y consagrados, para que sean signos de santidad, para la gloria y honra tuya y de Dios Padre.

Santísima Trinidad concede tu Paz al mundo entero, a los creyentes y no creyentes para que todos vuelvan sus corazones a tu amor.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, recibe en tu reino a las almas de nuestros hermanos que han partido a tu presencia sin auxilio espiritual.

Madre Santísima, Madre del amor de los amores, Reyna de la Paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Queridos hermanos: contemplemos a Jesús con un escrito de Balduino de Ford:

«Dios, cuya naturaleza es bondad, cuya sustancia es amor, cuya vida es benevolencia, queriendo mostrarnos la dulzura de su naturaleza y la ternura que siente hacia sus hijos, envió al mundo a su Hijo, el Pan de los ángeles, “por el grande amor con que nos amó”. “Porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único”.

Este es el verdadero maná que el Señor hizo llover para que se comiera. “Los cielos lo esparcieron ante la faz del Dios del Sinaí”. Es la lluvia voluntaria que Dios reservó para su herencia; es lo que Dios, en su bondad, preparó para sus pobres. Porque Cristo, descendido para todos los hombres hasta el nivel de todos, atrae a cada uno a sí por el encanto de una bondad inefable; no rechaza a nadie y admite a todo el mundo a penitencia. Para todos los que lo reciben tiene el más delicioso sabor. Él solo basta para colmar todos los deseos. Él tiene en sí todo encanto, gracia y gusto delicioso, y se adapta de manera diferente a unos y otros, según las tendencias, los deseos y las apetencias de cada uno.

Este maná tiene un dulce sabor porque, libra de las preocupaciones, cura las enfermedades, suaviza las pruebas, secunda los esfuerzos y asegura la esperanza.

Jesús es dulce y dulce es su nombre; su recuerdo es el deseo del alma. Es dulce porque acoge nuestros deseos, calma nuestros sollozos, pone fin a nuestros suspiros y enjuga nuestras lágrimas… Los que lo han probado tienen hambre todavía, los que tienen hambre serán saciados. Entonces lo alabarán sin interrupción y harán brotar el recuerdo de su dulzura».

Hermanos, invoquemos diariamente al Espíritu Santo para llevar la Paz del Señor a nuestros hermanos más necesitados, tratando siempre de socorrerlos; y si no podemos asistirles personalmente, no dejemos de orar por ellos, en el dulce y Santísimo Nombre de Jesús. Ante la gran misión de contribuir a la evangelización de la humanidad, confiemos siempre en el Espíritu Santo y en nuestras oraciones, teniendo siempre como intercesora a Nuestra Santísima Madre.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.