LUNES DE LA SEMANA VII DE PASCUA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA VII DE PASCUA – CICLO C

«Les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» Jn 16,33.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,29-33

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y sin parábolas. Ahora sabemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por esto creemos que tú has salido de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creen? Miren: se acerca la hora, ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y a mí me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Porque no creo que la naturaleza humana por sí sola pueda luchar contra lo profundo; sino cuando sienta en sí la presencia e inhabitación del Señor, con la esperanza del auxilio divino y diga: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”» (Orígenes).

El pasaje evangélico de hoy se encuentra después de la hermosa promesa que Jesús hace a la humanidad: «Yo les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo dará».

En el texto de hoy los discípulos se unen al proyecto de Jesús y reconocen que ha venido de Dios Padre; sin embargo, la inseguridad de su fe se manifestó apenas se les presentó la primera dificultad: la pasión de Jesús los dispersó llenos de miedo.

Jesús profetizó dicho abandono en los momentos más decisivos; sin embargo, señaló que no estará solo porque Dios Padre, fuente de toda paz y de todo valor, lo acompañará. Así mismo, los anima a ser valientes, ya que sufrirán por su causa; en este sentido, Jesús se pone como ejemplo de amor victorioso.

Jesús caminó hacia la muerte seguro de su victoria, una victoria que no está lejos de nosotros, sino que está dentro de nosotros, en el centro de nuestro corazón, ya que es parte de nuestra identidad cristiana.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Jesús nos dice que, en los momentos más difíciles, cuando sus discípulos lo abandonaron, no se encontró solo porque Dios Padre estaba con Él, una presencia y compañía más fuerte que la pasión y la muerte. Jesús, siendo Dios, hijo de Dios Padre, se vistió de nuestra humanidad y experimentando las más duras y dolorosas vivencias humanas, confió plenamente en el Padre.

Cuando atravesamos alguna tribulación, cuando parece que la soledad absoluta nos visita y creemos que se quedará de manera permanente, ¡Jesús está con nosotros, la Santísima Trinidad está con nosotros! Jesús nos anima permanentemente con su ejemplo de entrega y amor a través de su pasión y muerte; así mismo, con su resurrección, vence a la muerte y al mal, y nos abre las puertas de la eternidad. Toda la creación, cada aliento de vida, cada latido de nuestro corazón, son muestras maravillosas del amor de Dios.

Meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Cómo demostramos nuestra fe en la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Creemos que su resurrección representa su victoria eterna sobre la muerte y el pecado? ¿Cómo afrontamos las tribulaciones? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a encontrar, como Nuestro Señor Jesucristo, la paz que supera todo razonamiento humano en medio de las tribulaciones, con la certeza de que Dios nunca nos abandona.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, derrama sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras.

Amado Jesús, ayúdanos a comprender que, a pesar de las tribulaciones, tú estás con nosotros, que Dios Padre y el Espíritu Santo están con nosotros.

Amado Jesús, ayúdanos a comprender que tu resurrección es la victoria eterna sobre la muerte y el mal, que abre las puertas de la eternidad a toda la humanidad.

Amado Jesús, fortalece con tu Santo Espíritu nuestra fe para que enfrentemos con valentía los ataques que el maligno realiza a los fundamentos de nuestra fe. Que nos mantengamos firmes en la defensa de la vida, de la dignidad de las personas, de la familia y de todos los valores cristianos.

Amado Padre celestial, que los agonizantes y los difuntos, libres de la esclavitud de la corrupción, entren en la libertad gloriosa de tu reino.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos también a Dios con un escrito de Karl Barth:

«“Yo he vencido al mundo” {Jn 16,33) a fin de que vosotros tengáis la salvación, la paz, la alegría de este pacto. Yo he hecho esto. No he dicho: lo haré algún día, sino: ya está hecho, ha acontecido, lo he realizado.

A vosotros no os queda más que constatar y aceptar el hecho de que vivís en el mundo al que yo he vencido. Si él, Jesucristo, no lo garantizara, podría ser demasiado bello para que fuera verdad. Sin embargo, lo garantiza precisamente él, que afirma también otra cosa muy diferente: “En el mundo tendréis aflicciones”.

Pero, a continuación, comparece un segundo elemento, que no desmiente al primero ni tampoco lo cancela, aunque de un trazo lo hace aparecer pequeño y lo pone a la sombra del conjunto: “En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo”.

Esto no significa: pensar en cualquier otra cosa… huir de vuestro miedo refugiándose en cualquier distracción, en cualquier ocupación particular, en cualquier empresa excitante; sino más bien: abrid los ojos y mirad a lo alto, hacia los montes desde los que os llega la ayuda, y mirad hacia delante los pocos e inmediatos pasos que habéis de recorrer. Y caminad después seguros sobre vuestros pies: tened ánimo. Estad incluso alegres, precisamente allí donde debéis vivir: en medio del mundo, en el que, sin duda, tenéis miedo, un gran miedo por la vida y por la muerte.

¿Se puede obtener tanto? Respondo: cada uno puede alcanzarlo con que se lo pida a aquel que lo puede todo, aquel que, como verdadero Hijo de Dios e Hijo del hombre, vino al mundo en el que tenemos miedo y donde él mismo tuvo un gran miedo –“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado”-. Pues aquel que de este modo venció al mundo, lo reconcilió con Dios, poniendo así un límite al miedo que nosotros tenemos».

Hermanos: invoquemos diariamente al Espíritu Santo para que nos ayude a fortalecer nuestra fe en los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, así como para que no decaiga nuestra fe en la Santísima Trinidad cuando atravesemos por tribulaciones.

Decía san Buenaventura que la devoción más apta para santificar el alma es la meditación de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, por ello, al menos una vez por semana, meditemos la Pasión para adentrarnos en el conocimiento del divino amor de Jesús y de Dios Padre. Que la Santa Eucaristía y la Palabra sean nuestro alimento espiritual y la fuente de amor y valentía para enfrentar las tentaciones y defender nuestra fe ante los ataques del mundo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.