VIERNES DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO C

SAN FELIPE NERI

«También ustedes ahora sienten tristeza; pero yo los volveré a ver, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría». Jn 16,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán, mientras el mundo estará alegre; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda de la angustia, por la alegría que siente al ver que ha nacido un hombre en el mundo. También ustedes ahora sienten tristeza; pero yo los volveré a ver, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría. Aquel día no me preguntarán nada».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———-

«Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaja por Cristo, no sabe lo que hace. Cómo es posible que alguien que cree en Dios pueda amar algo fuera de Él. ¿Oh, Señor que eres tan adorable y me has mandado amarte, por qué me diste tan solo un corazón y esté tan pequeño?» (San Felipe Neri).

San Felipe Neri nació en Florencia el 21 de julio de 1515. Es patrono de los educadores y humoristas, fue un sacerdote que destacó por su alegría y preocupación por los demás, especialmente por los jóvenes. Es conocido como el Apóstol de Roma: fundó la Congregación del Oratorio. Falleció el 26 de mayo de 1595 y fue canonizado en 1622.

En los días previos a la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo y a Pentecostés, las lecturas se toman del evangelio de Juan, entre los capítulos 16 y 21, cuyo conjunto se denomina también “Libro de la revelación o de la consolación”.

El pasaje evangélico de hoy, Jesús sigue aludiendo a su pasión y resurrección; pero su mensaje no puede ser comprendida todavía por sus discípulos, quienes están sumidos en un ambiente de tristeza. Con la intención de que sus discípulos comprendan el significado de su mensaje, Jesús hace una comparación con los dolores de parto de una madre. Trata de que entiendan que el dolor y la tristeza que causa la persecución, son dolores de parto que, a la vez, son fuente de vida, ya que una madre soporta los dolores con una firme esperanza.

Luego de la comparación, Jesús los anima con la certeza de su resurrección cercana. Esta es la promesa que revela que Jesús es la respuesta total a todas las interrogantes que hay en el corazón de la humanidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El cristiano de hoy y de siempre debe elegir en todo momento la alegría que viene de Nuestro Señor Jesucristo. Para ello, es importante invocar a Dios Espíritu Santo para que nos ayude a identificar y rechazar las alegrías efímeras que el rey de la mentira propone.

No dejemos que nada empañe las alegrías que el Espíritu Santo pone en nuestros corazones. Son alegrías imperecederas, que están enraizadas en nuestro ser. Son alegrías que a veces duelen, pero que están llenas de bendición y de amor del Señor. Recordemos que solo la fe produce una profunda unión con Dios y la alegría que nadie puede arrebatar.

Nuestro Señor Jesucristo señala claramente que nuestro camino no está exento de pruebas y tristezas; sin embargo, Él promete que luego de la tribulación, el gozo iluminará nuestros corazones. Decidamos bien queridos hermanos, escojamos siempre la alegría de Nuestro Señor Jesucristo a través de la vivencia diaria de los mandamientos del amor; los momentos actuales así lo requieren.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Cómo experimentamos las tristezas y alegrías en nuestras vidas? ¿El mensaje de Nuestro Señor Jesucristo nos anima a pensar en el misterio de la vida eterna? ¿Estamos prestos para acudir al llamado de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan escoger siempre la alegría que viene de lo alto y podamos comprender, con la ayuda del Espíritu Santo, que Nuestro Señor Jesucristo es la más bella y radical respuesta a todas nuestras preguntas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor Dios, que no cesas de enaltecer a tus siervos con la gloria de la santidad, concédenos que el Espíritu Santo nos encienda con el mismo fuego con que abrasó el corazón de san Felipe Neri.

Gracias Padre eterno por habernos dado la dicha de enviar y darnos a tu hijo Jesucristo para salvar nuestras almas y por enviarnos al Espíritu Santo que tanto necesitamos para santificar nuestras vidas.

Amado Jesús, creemos, pero aumenta nuestra fe. Enséñanos a buscar la alegría que viene de ti y danos la fortaleza para rechazar las alegrías efímeras que el mundo ofrece.

Espíritu Santo, luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo. Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos… Ven Espíritu Santo.

Amado Padre celestial, que los agonizantes y los difuntos, libres de la esclavitud de la corrupción, entren en la libertad gloriosa de tu reino.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de Pseudo-Macario:

«Todos los que desean convertirse en coherederos de los santos no deben amar nada por encima de Dios, de suerte que sean encontrados bien aceptados en el momento de la prueba por haber custodiado perfectamente su amor por el Señor. Por eso hace falta siempre mucha fe, paciencia, lucha, perseverancia, fatigas, hambre y sed del bien, ardor, coraje, discernimiento, inteligencia. A lo largo del camino se nos presentan tentaciones, numerosas pruebas, tribulaciones, luchas y sudores, a fin de que se haga manifiesto quien ha amado verdaderamente al Señor hasta la muerte, con toda su voluntad y con todas sus fuerzas. Por eso justamente entran en el Reino de los Cielos los que se han negado a sí mismos según la Palabra del Señor (cf. Mt 16,24) y han amado al Señor más que a su propia respiración, y por eso serán recompensados por su excelso amor con los dones excelsos del cielo.

Las promesas y la gloria están ocultas en las tribulaciones, en los padecimientos, en la paciencia y en la fe, del mismo modo que el fruto está escondido en la semilla echada en la tierra. Dice el apóstol: “A través de muchas tribulaciones podemos entrar en el Reino de los Cielos. Y dice el Señor “En el mundo tendréis tribulaciones” (Jn 16,33). Hace falta solicitud, vigilancia, fervor e insistencia a la hora de orar al Señor para poder pasar a través de las insidias de los deseos terrenos, de las tempestades del mundo. En consecuencia, es necesario que cada uno de nosotros combata, que se comprometa con todas las virtudes y crea».

Hermanos: puestos en oración, pidamos al Espíritu Santo la fortaleza para mantener firme nuestra fe y alegría en la promesa que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo. Pidamos a Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, que interceda ante el Espíritu Santo para que sea nuestro escudo ante las tentaciones de las alegrías mundanas. No olvidemos que el consuelo otorgado por Nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos se extiende también a nosotros y a toda la humanidad, hasta el fin de los tiempos.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.